Rodado en un ascético blanco y negro, con la única presencia de su protagonista al piano, el director Neo Sora y Ryuichi Sakamoto nos sumergen en la interpretación de veinte de sus obras en un concierto tan íntimo como emotivo. La música es la protagonista absoluta en una interpretación en la que el público se sitúa al otro lado de la pantalla. Sakamoto toca para nosotros, sentados en nuestras butacas de la sala de cine, mientras nos entregamos a una ensoñación dirigida y minimalista. Incluso, con los ojos cerrados, podemos “ver”, Ryuichi Sakamoto: Opus es una película única, mágica.
Ryuichi Sakamoto falleció en marzo de 2023, a los 71 años, víctima de un cáncer de colon, tras superar anteriormente otro de laringe. Tras su primera enfermedad, creyó que su carrera estaba acabada, sin embargo, publicó un nuevo álbum. Sería tras su segundo cáncer cuando su actividad profesional se resintió, dejando definitivamente las giras de conciertos. Ryuichi Sakamoto: Coda, el documental estrenado en 2017 en Venecia, incidía en su proceso creativo, por lo que Opus puede considerarse un testamento final, una despedida en la que el compositor de El cielo protector abandona el edificio con un gesto de amor tan emotivo como bello.
El artista habla a través de su música y su hijo actúa como facilitador invisible. Las veinte piezas que componen el concierto fueron seleccionadas por el autor, quien decidió el orden en que aparecerían en la película. La grabación fue filmada en 4K a finales del año 2022, en el NHK Broadcasting Center 509 Studio de Tokyo, considerado por Sakamoto como el de mejor acústica de Japón. Tanto el virtuosismo como el sonido residual de las notas que queda suspendido en el aire, construye un edificio que se multiplica y difumina, en un envolvente efecto que funde imagen y sonido.
Las obras abarcan un periodo de 50 años, incluyendo desde su trabajo con la Yellow Magic Orchestra, en los 70′ pasando por bandas sonoras como El último emperador, Cumbres borrascosas o Feliz Navidad Mr. Lawrence, hasta su último álbum 12 o su colaboración más experimental con el alemán Alva Noto.
La película nos atrae como un imán hacia la figura ensimismada y absorta en su música y su actuación, en su exigencia —en algún momento pide volver a empezar una pieza o solicita un descanso—, el blanco y negro de la fotografía extiende la gama del teclado del piano Yamaha al característico cabello de Sakamoto, a sus gafas de montura de concha, a la textura de su piel y la potente delicadeza de sus dedos.
En Ryuichi Sakamoto: Opus, Sora prescinde de insertos, de voz en off y de cualquier otro recurso narrativo al uso, para confiar todo a la música, y no es un reto baladí en su austeridad, en su apuesta estilística y no solo formal, porque a su través vemos al artista. La música es el músico y habla por él, nos dejamos mecer por su obra y agradecemos mentalmente cada nota, cada dosis de felicidad que nos ha proporcionado su talento. Así tras escuchar la última pieza, Sora nos deja una imagen final que rompe de alguna forma la sobriedad emocional de lo contemplado. El piano de Sakamoto toca solo, las teclas descienden como movidas telepáticamente desde ese otro lugar donde quizá la música sea el único lenguaje, y nosotros de golpe sentimos una ausencia dolorosa, un corte brutal, con el único consuelo de volver una y otra vez a su legado.
El documental Ryuichi Sakamoto: Opus se estrenó fuera de concurso en el 80º Festival de Venecia, con la presencia del director del filme, Neo Sora, hijo del pianista y compositor.
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