A veces se nos olvida la rapidez con la que Tarantino pasó de ser un total desconocido a un adjetivo dentro del mundo del cine, de trabajar en un videoclub a convertirse en el claro referente del cine de los 90, pero volviendo a ver Reservoir Dogs, su primera obra, que ahora cumple 30 años, uno entiende el porqué, tomando una de esas películas sobre un atraco y dándole una vuelta de tuerca, demostrando que es más importante cómo se cuenta que el qué se cuenta, haciendo una demostración empírica de que el estilo es lo más sustancioso, los planos que se eligen, las canciones que se escuchan, las múltiples referencias que se convertirán en marca de la casa, esos homenajes, como los llama él, o robos descarados para otros. Pero no duden por un momento que este tipo con un ego gigantesco coincide con Picasso en eso de que Los grandes artistas copian, los genios roban.
Además nadie, ni siquiera el más acérrimo hater, le puede negar a Tarantino que tiene estilo y huella personal. Solo hay que recordar el inicio de Reservoir Dogs: un grupo de hombres está sentado, desayunando, pero lo primero que oímos, antes de ir a ellos, es Os diré de qué trata Like a Virgin, dicho por el propio Tarantino. A partir de ese momento, tenemos una primera escena de siete minutos en la que se discute si la canción de Madonna va sobre un ninfómana que vuelve a sentir dolor cuando se encuentra con una polla enorme o si es correcto o no dejar propinas. No hay ni una sola palabra sobre el atraco sobre el que va a girar la película, ni sobre cualquier otra cosa relacionada con el argumento, pero Tarantino nos presenta a los personajes a su manera, haciendo que le cojamos un poco de manía al señor Rosa, el personaje de Steve Buscemi y que nos encariñemos un poco con el de Harvey Keitel, y también introduce esos diálogos sobre cultura pop que se convertirán en otro de sus sellos personales, esos que todo el mundo recuerda aunque tengan poco que ver con el argumento, como esas hamburguesas de Amsterdam en Pulp Fiction.
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Luego comienzan los títulos de crédito, mientras la emisora de radio de la que han estado hablando comienza a poner el “Little Green Bag” de George Baker y vemos a los protagonistas, en sus icónicos trajes, a cámara lenta. Antes de que terminen los títulos y la canción, ya estamos escuchando los gritos de angustia del señor Naranja, interpretado por Tim Roth, no llevamos diez minutos y el director ya nos tiene totalmente metidos en una película de la que todavía no sabemos nada.
Poco a poco vamos descubriendo un poco más de la trama, mientras el pobre Roth se desangra en el asiento de atrás de un coche conducido por Harvey Keitel. Los tipos que hemos conocido al principio son unos atracadores y el golpe que acaban de dar no ha salido según lo previsto. Llegan al almacén que les tenía que servir de punto de reunión, pero no hay nadie más, al poco llega el señor Rosa de Buscemi y nos enteramos de más, los atracadores no se conocen los unos a los otros, de ahí los sobrenombres de colores, y parece que hay un infiltrado de la policía.
A partir de aquí, Tarantino va contando la película a través de flashbacks y vueltas al almacén, el principal escenario donde se desarrolla la trama. A pesar de eso la película está lejos de parecer teatral sino todo lo contrario. Nunca nos saca nada del propio atraco, dejando que lo vayamos recomponiendo a través de lo que van contando unos y otros. Este estilo de contar una historia no linealmente será otra de las características fundamentales de su cine.
Normal que Harvey Keitel decidiera echar una mano a este desconocido una vez que alguien puso el guión de Reservoir Dogs en su mano, quizás desde sus inicios con Scorsese no había visto un material tan bueno y potente. Eso sí, el resto del excelente casting fue obra del buen ojo de Tarantino que en esta película descubrió a los excelentes Steve Buscemi, Tim Roth y Michael Madsen, protagonista de la escena más recordada de la película, esa en la que el psicópata de su personaje le corta la oreja a un policía que se ha llevado de rehén mientras suena “Stuck In The Middle With You”.
Pero puede que la escena definitoria de Reservoir Dogs, y de todo el cine de Tarantino, sea en la que se cuenta la anécdota del servicio lleno de policías, a cargo del señor Naranja. Quizás no haya mejor definición de Tarantino que esa, y es que no hay que olvidar que el director, guionista y actor no estaba metido en ninguna banda, ni conocía a ningún maleante que hablara así pero que, como él mismo reconocía, había visto películas, y es que esa escena es puro homenaje al hecho de contar historias, contando una anécdota que no sirve para nada en la trama de manera absolutamente barroca y genial.
Veamos, un policía infiltrado está con su superior reportando avances, cuando confirma que ha sido aceptado por la banda que va a cometer el golpe, su superior le pregunta ¿les contaste la anécdota del servicio? o algo parecido y, entonces, comenzamos una serie de flashbacks, dentro de flashbacks que nos cuentan esa anécdota.
Primero les vemos a ellos dos antes de que se infiltre, el superior le ha pasado una serie de datos sobre el tipo al que debe dar vida. Para enriquecer su personaje ha incluido una anécdota para contar a los tipos que tiene que convencer, el otro protesta que eso es un guion de cuatro páginas, pero entonces le dice que un poli encubierto tiene que ser Marlon Brando, tiene que interpretar a la perfección, vender su papel. Entonces pasamos a nuestro hombre ensayando la escena en su casa, la va haciendo suya, incorporándole cosas, se está aprendiendo el guion, así nos enteramos del inicio de la anécdota. Pero Tarantino no nos la cuenta entera, sino que corta a la noche de estreno, el poli infiltrado está con los tipos a los que quiere engañar y sigue la narración de la misma. Están encantados con él, él se siente Brando, lo está haciendo tan bien que se mete en el papel y se mete en la escena, entonces pasamos a él contándonos la historia como si hubiera ocurrido de verdad, el poli encubierto ahora es un pequeño traficante de drogas y se ha metido en un servicio lleno de agentes de policía y un perro, con los bolsillos de los pantalones llenos de droga. Está asustado, pero mantiene la calma, hasta sentirse invencible y sale sin que pase nada, a los maleantes les encanta, es uno de los suyos.
Eso es en definitiva Tarantino, un tío que se lo cree, que hace una peli con unos atracadores vestidos como en una peli de Melville, que sangran como en una peli de Woo y en la que suenan canciones pop como en una de Scorsese, pero el tipo se cree todos ellos a la vez y hace que tú, el espectador, lo compres. Es el mismo tipo que posa en una foto con Brad Pitt y Leonardo Di Caprio haciendo el gesto de Belmondo en Al final de la escapada, como si él fuera el irresistible, es imposible luchar contra una confianza como la suya.
Además esta película y las dos siguientes son sus obras más realistas, son violentas pero no tienen esa estilización de la violencia que llegará a partir de Kill Bill, este primer Tarantino es el más impactante y el más duradero, no digo que no siguiera habiendo grandes películas, que las hay, pero su esencia sigue estando reflejada aquí mucho mejor que en posteriores obras. Quizás le ocurra un poco como a Fellini, que una vez que su apellido se convirtió en adjetivo acabó haciendo películas fellinianas, en vez de hacer, sencillamente, películas. Eso sí, que nadie se olvide de que estamos hablando del director más influyente de los últimos 30 años, y eso es gracias principalmente a Reservoir Dogs y Pulp Fiction, las películas en las que sigue estando la quintaesencia de su cine.
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