La diáspora que ha provocado la invasión de Ucrania ha sido la mayor en Europa desde la última guerra mundial. A lo largo de dos años cumplidos de guerra, todos los horrores imaginables o recordables han acontecido y la población ha sufrido la destrucción, muerte y aniquilación material y emocional de todo lo que poseían. Re-creations, el cortometraje de la directora ucraniana Polina Moshenska que se estrena en el 26º Festival de Documental de Tesalónica, nos muestra las consecuencias de esta brutal disrupción en las vidas de tres jóvenes sin que veamos una sola imagen del horror. Sin embargo, la reflexión serena y espontánea de sus protagonistas será más que suficiente para constituir un valioso testimonio de la compleja vivencia de la guerra, lejos del hogar, a través de una poderosa película, a pesar de su escasa duración.
Polya, Olena y Yulia habían planeado sus estudios antes de la invasión. La directora del filme, originaria de Kyiv estudia Cine en la Universidad de Edimburgo, Olena es de Mariupol y estudia Arquitectura y Diseño en la capital de Escocia, mientras que Yulia procede de Donetsk y vive en Glasgow, en cuya universidad cursa los estudios de Migración Global y Justicia Social. A lo largo de estos quince minutos de duración del documental creativo en el que Moshenska ha desvelado una historia íntima de amistad y lucha interior, accedemos desde una perspectiva interna al conflicto personal de tres mujeres que, contra lo que pudiera parecer, no están a salvo. La guerra está lejos, pero las consecuencias están presentes en su día a día, reforzando su nexo con amigos y familiares, en una preocupación constante, ningún lugar en Ucrania es seguro y todas ellas tienen un relato en su interior de miedo y aniquilación. La opción estilística de no hacer presentes las imágenes de la guerra, sino recuerdos familiares, de forma muy puntual, refuerza el carácter íntimo de Re-creations, que nos habla de diferentes modos de gestionar la pérdida y la preocupación. El espectador no necesita que le muestren literalmente un país asolado, porque puede percibir sus consecuencias en el interior de tres jóvenes, que aunque no lo parezca, no han podido mantenerse al margen.
Pero lo que hace especial a Re-creations es la actitud de sus protagonistas frente al dolor que las lastra en Escocia, allí donde no se oyen las bombas y el sonido de las mareas parece tan relajante. Es en el interior donde todo sucede, y nos lo transmite en pocas palabras y sin afectación, gracias a unas imágenes que sugieren duelo e impasse a la vez, con un tratamiento del color y la luz significativo y unos planos tan negros en los que solo destacan los rostros tan expresivos de las tres jóvenes. El minimalismo estilístico consigue al mismo tiempo aislarlas en el tiempo, categorizándolas, convirtiéndolas, a su pesar, en representantes de tantas mujeres que a lo largo de la historia se han hecho las mismas preguntas.
Nos confiesan que han perdido la esperanza, así en general, destruida con la primera bomba que ha terminado con su futuro y cualquier idea de confianza en la humanidad o en la historia por escribir. Sin embargo, no pueden evitar tratar de disolver consciente o inconscientemente los obstáculos que enfrentan, entre los que ocupa un lugar importante la culpa —por estar “a salvo”, vivir, seguir el plan que tenían trazado antes de la guerra—, la desesperación o el olvido, a base de humor y estudio, encontrando lo bello en cualquier resquicio de su vida cotidiana y, sobre todo, compartiendo sus más íntimas reflexiones con quienes pueden comprenderlas. A pesar de sus diferentes orígenes, son capaces de colaborar en un diálogo fructífero, provocado por la directora, capaz de mostrar el poder de la solidaridad para vencer el abatimiento y la desesperanza.
¿Es legítima la búsqueda de la belleza aún en las peores circunstancias? ¿Nos deberíamos considerar frívolas por ello y elegir vivir en un luto incapacitante? ¿Merecemos esos instantes de felicidad que nos da el conocimiento, la auto-realización y sobre todo la creación artística, que no solo nos proporcionan emociones privadas, sino compartibles? Las tres habían proyectado seguir sus estudios de postgrado en el Reino Unido, mucho antes de la invasión en febrero de 2022 y decidieron seguir con su sueño.
Sin recurrir a grandes declaraciones, con la fuerza de sus miradas, que a veces bajan en un gesto de modestia y vergüenza, Polina, Olena y Yulia lo dicen todo. Nos hablan de su fortísima conexión con el hogar y en la necesidad de la belleza, a través de tres líneas superpuestas, la relación de amistad, la familiar y la íntima, en la que asumen de forma individual sus reflexiones. Re-creations nos lanza esta pregunta: ¿Es posible recuperarse? El contraste entre los fragmentos de naturaleza mostrada en la película y la destrucción es muy elocuente: El mar, las algas, el bosque, las flores, funcionan como una metáfora de la reserva intocable que es esa parte inviolable de la humanidad, a pesar del sufrimiento. Y es significativo que ese borsch compartido y esa canción tradicional cantada a capella al final, muestren, una vez más implícita y metafóricamente, con tanto color como las coronas de flores que tímidamente elaboran y lucen, que en la solidaridad está la respuesta.
Moshenska, graduada de la Universidad nacional de Kyiv, con masters en Estudios culturales y Dirección de Cine por el Edinburgh College of Art de la Universidad de Edimburgo, ha recorrido diversos desempeños en la industria cinematográfica ucraniana y europea. Ha dirigido los cortos documentales The Bridge (2014), Tsvetayeva and Mayakovsky (Streets) (2016) y Giorgos and Polya (2019), proyectados en varios festivales. Como montadora ha colaborado con Mark Cousins en su largometraje documental Cinema Has Been My True Love: The Work and Times of Lynda Myles, estrenado en el Festival de cine de Telluride. Actualmente, Polya Moshenska se halla en preproducción del primer largo que dirigirá, Greek Wife.
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