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Randy Newman, definiendo el alma de EEUU

En Música 24 diciembre, 2023

Sergio Ariza

Sergio Ariza

PERFIL

Durante más de 50 años, Randy Newman ha dado voz a traficantes de esclavos, paletos racistas, artistas de circo, militares descontentos, Frank Sinatra, Dios, a veces, pocas, a sí mismo y sí, también a juguetes que cobran vida. En esos personajes que pueblan sus canciones está reflejada el alma de Estados Unidos, posiblemente de una manera más certera que nadie en el canon pop, para bien y para mal.

La mordacidad con la que Randy Newman retrata su propio país ha hecho que, a veces, su música haya sido mejor apreciada en Europa que en los propios EEUU pero, como dijo él mismo, en un tema que quedaría perfecto en una canción de Randy Newman, Me parece que les gusto (a los europeos) porque creen que odio América. Qué deprimente.

Y es que Randy Newman, aunque no lo parezca, es tan patriota como lo es Aaron Sorkin, pero desde luego no es un idealista como sí lo es el creador de El ala oeste de la Casa Blanca, solo hace falta comparar sus discursos, los dos saben que hay algo que falla en el autoproclamado mejor país del mundo, pero mientras Sorkin piensa que eso se puede arreglar, el más cínico Newman sabe que no existe tal cosa como un mejor país del mundo. Por eso posiblemente Sorkin nunca se hubiera imaginado la victoria de un Donald Trump y Newman prácticamente ha estado cantando sobre ello toda la vida, y es que ese mirar por encima del hombro a una gran parte de la población, en este caso a la del Sur, es lo que le llevó a escribir la que considero su obra maestra, Good Old Boys.

Un disco sobre el Sur de EEUU que se abría con una canción, «Renecks», que lo resume a la perfección y que surgió después de que Newman viera en televisión a Lester Maddox, el demagogo y racista ex gobernador de Georgia, siendo ridiculizado en el show de Dick Cavett. A partir de ahí, Newman cogió su afilada pluma y escribió una canción en la que no hacía prisioneros, criticando tanto a los racistas sureños tipo Maddox, como a esas personas liberales del norte que miraban aquel lugar con desprecio, estereotipando a todos los sureños como racistas, y pensando que en sus estados el racismo ya ha sido superado —mientras la población negra se apila en guetos de los que no puede salir—, básicamente, pensando que su mierda no huele.

«Rednecks» es una de las canciones más significativas de toda la carrera de Randy Newman. Musicalmente vuelve a mezclar el American Songbook con un toque R&B, afianzado por una sección rítmica, compuesta por Jim Keltner y Willie Weeks,  que es Muscle Shoals destilado, eso sí, el estribillo es puro country. Newman está comentando sobre América, no solo en la letra, sino también en la música. Ese orgulloso ignorante de la letra sabe mucho más de lo que parece, puede que no distinga el agujero de su culo de un agujero en la tierra, pero sabe alguna cosilla de la que esos listillos liberales blancos del Norte no parecen darse cuenta y es que el racismo no se termina al norte de Atlanta.

Al usar la palabra más prohibida de EEUU, el insulto más doliente para un país cuyo pecado original es que mientras su maravillosa declaración de independencia remarcaba que todos los hombres fueron creados iguales, los creadores de esas palabras lo hacían en un sitio en el que todavía había esclavos, Newman reconoce que el racismo no se acabó con Lincoln y el fin de la esclavitud y que los hombres y mujeres de color nunca recibieron un trato igual. La primera vez que utiliza la palabra «nigger» en la canción, es tan chocante como un puñetazo, sobre todo por el contraste con el alegre estribillo musical.

Pero luego, cuando el protagonista de la canción, ese orgulloso paleto sureño, dice eso de En el Norte un negrata es un negro, ves, tiene su dignidad. Aquí abajo somos demasiado ignorantes para darnos cuenta de que el Norte ha liberado al negrata, uno empieza a ver que puede que ese estúpido sea capaz de utilizar la ironía, y es que está diciendo que puede que los negros del norte de EEUU quizá lo tengan mejor, pero sólo ligeramente, ya que los norteños odian y subyugan a los negros igualmente, sólo que son más sutiles al respecto. Conclusión, EEUU sigue siendo un país racista y cuando canta otra vez ese somos paletos, no distinguimos nuestro culo de un agujero puede que ya hayan caído las barreras geográficas a la hora de quién lo está cantando.

A través de su cancionero, Randy Newman siempre ha realizado un portentoso y corrosivo retrato de una parte de la sociedad estadounidense, una que no suele aparecer tan a menudo en la música popular; porque los narradores habituales de sus canciones no son precisamente ejemplos de virtud sino esclavistas que engañan a futuros esclavos como si fueran publicistas, quizás la mejor metáfora hecha nunca sobre EEUU, en “Sail Away”, xenófobos y racistas como los de la mencionada “Rednecks” o los de  “Yellow Man” —o como los de esa versión que hizo del “Underneath the Harlem Moon”—, patriotas enloquecidos como los de “Political Science”, acosadores agazapados, como en “Suzanne”, un Dios que se ríe de su creación, como en “God’s Song” o el necrófilo de “Lucinda”.

Si como letrista Randy Newman es el más acertado y veraz cronista de los EEUU, como músico exuda también música americana, esto es mezclando a Ray Charles con Cole Porter, jazz con country, blues con ragtime. Se usa mucho el término Americana, pero, posiblemente, nadie lo represente mejor que el propio Newman. Cuando le escuchas, escuchas a los Estados Unidos de América con todas sus grandezas y vergüenzas, en Newman se escucha al país mestizo y en algunas de sus canciones consigue algo que muy pocos logran: mezclar la ironía con la empatía. Newman no se ríe nunca de sus sujetos sin tratar de entenderlos primero.

El problema con Newman es que hay que estar atentos o la ironía se vuelve contra uno mismo, es como esos cómicos ácidos que sueltan el chiste y no sabes si reírte o sentirte incómodo, aunque posiblemente te pasen las dos cosas al mismo tiempo. En un país que entendió “Born in the USA” como un himno patriótico, solo por la épica de su estribillo, sin pararse a escuchar cosas como Me metí en un pequeño lío, así que me pusieron un rifle en las manos. Me enviaron a una tierra extranjera para ir a matar al hombre amarillo, nacido en los EEUU, es normal que las letras de Newman se hayan visto envueltas en mil controversias, con la ciudad de Los Ángeles eligiendo su canción “I Love L.A.” como himno durante las Olimpiadas del 84, a pesar de que Newman canta cosas como L.A. es fantástica, odio estar aquí.

Si Paul Simon, otro maravilloso compositor, decía que no podía cantar nada irónico porque su voz no lo permitía, no quedaba bien, a Randy Newman le pasa todo lo contrario, es difícil escuchar a Newman y no pensar que está siendo irónico, aunque algunas veces solo esté siendo un romántico empedernido como en «I Think It’s Going to Rain Today».

Pero, evidentemente, su fuerte es la ironía, y por eso muchas veces sus canciones funcionan mucho mejor en su limitada voz que en la de los muchos grandes intérpretes que las han cantado —y las canciones de Newman han pasado por las voces de Eric Burdon, Dusty Springfield, Tom Jones, Scott Walker o Peggy Lee—, siendo uno de los ejemplos perfectos su mítica «You Can Leave Your Hat On», que Joe Cocker convirtió en un exitazo en los 80, si la versión original es una canción de absurdo erótico, voluntariamente perverso, Cocker la transformó, Kim Bassinger mediante, en la banda sonora de todos los estriptis.

Esa canción aparecía en otra de las obras maestras de Randy Newman, Sail Away, publicado en 1972, posiblemente su mejor colección de canciones. En ese, su tercer disco, conseguía juntar los arreglos orquestales de su debut con el sonido más espartano y rock de su segundo trabajo, el también imprescindible, 12 Songs.

El disco se abría con otra de sus más brutales, la titular, a la que Newman describió a la perfección, un jingle publicitario que los traficantes de esclavos americanos escribían para reclutar ingenuos africanos como esclavos. Sobre un delicado arreglo de cuerdas cantan: En América todo hombre es libre para cuidar su casa y su familia. Serás tan feliz como un mono en un árbol de monos, serás un americano, navega, navega. Es una canción desoladoramente bella y cruel, es puro Newman. Luego aparecía «Lonely at the Top», una canción que escribió con Sinatra en mente y que llegó a ofrecer a la propia Voz, aunque este la rechazó, quizás porque le tocaba demasiado cerca, o porque prefería no tener que cantar cosas como: He dado la vuelta al mundo, he podido elegir a cualquier chica, se podría pensar que sería feliz pero no lo soy. Todo el mundo sabe mi nombre pero es sólo un juego loco, oh, es solitaria la cima (…) Escuchad estúpidos ahí fuera, seguid amándome, a mí me da igual, es solitaria la cima.

Son dos canciones en las que se ve su espectro más amplio, con brillantes arreglos, cuidados y lujosos, la primera orquestal, la segunda en clave jazz, pero Newman también sabe funcionar en grupos cortos, más R&B y rock, si se quiere, con piano, batería y bajo como casi únicos elementos en la aterradora «Last Night I Had a Dream», en la que el slide de Ry Cooder crea la atmósfera apropiada para la letra de Newman con muy pocas notas. Cuando Newman dice que en sueños se le aparecieron un vampiro y un fantasma, estos se aparecen en las amenazantes notas de Cooder.

El slide de Cooder vuelve a aparecer en la comentada «You Can Leave Your Hat On». Con un tono menos blues y más swing, Newman vuelve a lucirse al piano en «Political Science», una divertida farsa sobre un patriota enfervorecido —siempre me lo he imaginado como el Sterling Hayden de Teléfono Rojo— deseando lanzar la bomba atómica sobre el resto del mundo, países aliados incluidos. Todavía es más esquelética la preciosa «Dayton, Ohio – 1903», solo su limitada voz y su piano. El disco acaba con la negrura de «God’s Song (That’s Why I Love Mankind)», la más ateísta canción hecha nunca sobre un Dios distante y cruel, que se ríe de su broma favorita, la humanidad: Quemo vuestras ciudades: qué ciegos debéis estar, os quito a vuestros hijos y decís qué bendecidos somos, tienen que estar locos para poner su fe en mí, por eso amo a la humanidad, me necesitáis de verdad, por eso amo a la humanidad.

Sail Away es otra prueba más de un compositor enorme, uno de los pocos de la era rock que puede compararse en sutileza y profundidad con los grandes compositores del Tin Pan Alley, y es que se podría describir a Randy Newman como la mezcla entre Cole Porter y Ray Charles o Harold Arlen y Fats Domino.

Pero antes de convertirse en el compositor oficial de Pixar y honrar el legado familiar —sus tíos Alfred, Lionel y Emil eran compositores de bandas sonoras, el primero, con trabajos míticos como Las uvas de la ira o Eva al desnudo, fue nominado al Oscar 45 veces y lo ganó en nueve ocasiones—, la carrera discográfica de Newman solo tuvo dos éxitos, “Short People” y “I Love L.A.”, y los dos lo consiguieron rodeados de polémica.

De la segunda ya hablamos, la primera, publicada en 1977, tenía una intención clara, ridiculizar a esos imbéciles a los que les da miedo lo diferente, en este caso en particular, las personas con enanismo. Pero la pegadiza canción también terminó siendo coreada por el tipo de imbécil a la que iba dedicada. Para mí era obvio que nadie podía albergar seriamente sentimientos como ése hacia los enanos, me da miedo decir enanos, personas de estatura inferior a la media, comentó Randy Newman tiempo después, todavía incrédulo después de todo. El narrador (que proclama que los enanos tienen «piececitos asquerosos») está claramente chiflado. Pero la canción llegó a gente que no estaba acostumbrada a la ironía. Es la historia de mi vida, podría haber declarado también.

Randy Newman lo ha hecho todo, y todo bien, puede interpretar con convicción rock, como en esa gema escondida que es «Gone Dead Train» y que apareció en la banda sonora de Performance, la película de 1970 que protagonizó Mick Jagger, también puede componer una canción como «Have You Seen My Baby» —que abría 12 Songs y que cuenta con dos versiones gloriosas, una de Fats Domino, que posiblemente sea de la que más orgullosos esté Newman, y otra brutal y visceral de los Flamin’ Groovies— y ponerte a bailar, puede tocarte el corazón con canciones como «I Think It’s Going to Rain Today» o «You’ve Got a Friend in Me», o puede ir a la fuente de todas las músicas americanas blues, country, jazz, ragtime o góspel y sacar oro, muchas veces combinándolas entre ellas, y hacer algo todavía más difícil poner en movimiento tu cerebro.

Si solo le han escuchado cantar eso de que Tienes un amigo en mí en la saga Toy Story, háganse un favor y buceen en el cancionero de un compositor único, uno al que Greil Marcus convirtió en uno de los cinco artistas con los que definió a EEUU en su espectacular libro «Mystery Train», junto a Robert Johnson, Elvis Presley, Sly & The Family Stone y The Band. Puede que sea el menos conocido de todos ellos pero es el compositor más importante, bueno junto a Robbie Robertson, del quinteto. Y es que Randy Newman lo dejó claro en una de sus propias canciones, haría cualquier cosa por tener una canción más: Es un poco frío, sobre todo para aquellos a los que les atañe (Newman tiene varios hijos), pero vendería mi alma y las vuestras por una canción…» Aunque probablemente estuviera siendo irónico… ¿o no?

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