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Procrastinar adictivamente

En Sin miedo, Juan, Lifestyle lunes, 23 de febrero de 2015

Juan Solbes

Juan Solbes

PERFIL

Parece que la palabra procrastinación la hayan buscado adrede para que consiga, en el último instante del tiempo límite, aprender a decirla con naturalidad y aplomo. Y ¡lo conseguí!

Me persigue esta palabra. Allá donde leo aparece alguien, que da mucho miedo, diciendo procrastinación: una epidemia de nuestros días, 10 maneras de combatir la procrastinación, cómo dejar de procrastinar, la manía nociva de dejar todo para mañana, ¡eres un procrastinador!

Cuando, por fin, me enteré del verdadero significado de la palabreja de moda pensé que a los psicólogos se les había cruzado el cable, dedicándose a tomarnos el pelo a diestro y siniestro jugando con el lenguaje y no con las conductas y las actividades mentales de los ciudadanos.

Postergar tareas que tenemos que hacer y sustituirlas por otras más agradables. ¿Habrá algún ser humano que no haga esto? ¿Quién no prefiere dejarse acariciar por unas suaves manos con aromas de árbol de té antes que ir a tirar la basura? ¿quién pone gasolina antes de que marque la reserva?… Me resulta extraño no leer a nadie que apoye, justifique y defienda la procrastinación.

Mark Twain

A mí, en particular, me provoca una dosis de adrenalina espectacular cuando termino las tareas en el momento en que suena la sirena. Son los momentos de presión los que generan la mayor creatividad para el ser humano ¿normal?  y en los que se resuelven la mayor parte de los conflictos personales que surgen en la vida. Ser como Mark Twain, no dejar para mañana lo que puedes hacer pasado, no cumplir las promesas tontas que hacemos, dejar los platos acumularse en el fregadero, renovar el DNI cuando ya está caducado… es como la sal de la vida, es dejar de hacer algo ahora que no me gusta, apetece, sustituyéndolo por algo que me encanta, disfruto y deseo con ganas.

Es un momento mágico, pasan los días, se acerca la fecha, es como revelarse a la limitación del tiempo, se alarga, queremos adelantar, hacer lo que debemos,  pero extrañamente nos vemos leyendo algo interesante, hablando con alguien adorable… hasta que aparece ese momento decisivo, en el que cruzamos el umbral y algo salta, una especie de mente supradimensional actúa y nos ponemos manos a la obra, lo que no habíamos hecho en un mes lo hacemos en horas, aparece la luz y todo empieza a cuadrar, el tiempo desaparece, las ideas se agolpan y la actividad se acelera hasta límites insospechados, la concentración es tal que no se te pasa ni el más mínimo detalle…. Y al final, la satisfacción más absoluta por haber terminado el trabajo en tiempo y forma y además, con un buen resultado. ¡Adrenalina pura!… es como si procrastinar formara parte de la naturaleza humana y además fuera adictivo.

Pero, es cierto, en ese momento decisivo algunos ganan y otros fracasan, es decir, ¡todos ganamos!

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