Podría destruirte (I May Destroy You) ha irrumpido e impactado por su enfoque diverso sobre el consentimiento sexual. El atractivo abrumador de la serie original de HBO-BBC One radica en su punto de vista cuidadosamente matizado tanto en la vertiente emocional, incluida la conmoción postraumática, como en la tipificación de la agresión y del delito. La vivencia de la sexualidad en nuestro tiempo pocas veces ha sido descrita con tanto tacto y a la vez crudeza como en la serie creada, escrita, producida, protagonizada y co-dirigida por ese prodigio que es Michaela Coel.
La evolución desde personajes que arrasaron en los 80’ y 90’ como Tracey Ullman o Roseanne Barr, pasando por las manhattanitas capitaneadas por Sarah Jessica Parker y más recientemente por las Girls de Lena Dunham, revela que las mujeres que hablan alto y claro desde las pantallas y los escenarios han vehiculado con éxito su discurso, especialmente si lo hacen a lomos de la carcajada o la sonrisa aquiescente del público.
Uno de los rasgos distintivos de la nueva generación de creadoras audiovisuales feministas es su reflexión más afinada, en mayor o menor grado según sus estilos y pretensiones, aupada sobre las conquistas de sus predecesoras. Las cuestiones de género, identidad sexual y las relaciones de amor, sexo, amistad, se juegan en terreno conocido, son pura extensión de sus tribulaciones a otros niveles, donde se expresa un aprendizaje fruto del constante ensayo-error, de la introspección y auto-crítica, que rentabiliza las crisis personales, casi siempre enraizadas en una aprendida débil autoestima.
“Antes de ser violada nunca le presté atención al asunto de ser una mujer. Estaba demasiado ocupada siendo negra y pobre”.
La identificación con los pequeños dramas domésticos o las grandes cuestiones minimizadas, agazapadas en los pliegues de lo cotidiano, asumido y aceptado, que por primera vez veíamos narrados con desparpajo y sin pudor, han fertilizado un terreno que ha ido ampliándose inversamente a los menguantes límites de la tolerancia en las sociedades desarrolladas. Más aún, la perspectiva ha adquirido una inusitada potencia mediante la aplicación de un aporte fundamental para el avance en nuestro siglo: el matiz, la conciencia emocional y la aniquilación del estigma.
Los casi doscientos borradores que Michaela Coel redactó para dar forma a Podría destruirte no han sido en vano. Aflorando en múltiples situaciones, ninguna de ellas ortodoxa según los cánones convencionales de la ficción “romántica”, las preguntas difícilmente tienen una respuesta clara, directa. Movida por el instinto y las creencias, la chispeante Arabella aborda los encuentros ya sea con un entusiasmo que a veces parece ingenuidad, ya como una rutina de dudosa satisfacción, pero a lo largo de los doce capítulos de treinta minutos la veremos evolucionar, digerir, sanar y transmitir que es en los matices donde está la armonía y el combustible de la resiliencia.
Tanto a través de las lealtades como de las transgresiones de la protagonista, que implican a sus compañeros Terry (Weruche Opia), Kwame (Paapa Essiedu) y antagonistas Biagio (Marouane Zotti), Simon (Aml Ameen), Zain (Karan Gill), se hacen visibles las cicatrices interiores y la valentía para actualizarlas, con un coraje que la abre en canal.
La arrebatadora personalidad de Arabella/Michaela, consciente de su talento, con una sonrisa perenne y casi insultante, que a veces se desdibuja en mueca forzada que retiene el sollozo, ofrece un contraste fresco y cargado de significado a través de su dulzura, su voz ronca y susurrante, un rostro de rasgos poderosos y expresivos, un perfil numismático y una mirada hiperbólica. Lejos de la embarazosa (y genial) insolencia cómica de una Phoebe Waller-Bridge, el personaje de Coel se instala a años luz de la incomodidad hipócrita y la necesidad de encajar en una sociedad anacrónica, porque crea sus propias reglas.
Los códigos que acuña Podría destruirte nacen del constante ejercicio de pulir, colisionar, observar (se), pero sobre todo de amar, y esta es una brecha evidente con sus predecesoras y coetáneas. Autoestima, lealtad, perdón son los ases de un amor reivindicativo y libre, sobre todo para una misma.
Ciertamente, la serie aborda como tema principal la reflexión sobre el consentimiento y sus límites, pero lo hace contextualizando rabiosamente su naturaleza en un presente coral. Los diferentes escenarios en que nos mostramos socialmente, donde somos presionados y definidos, la virtualidad de las redes sociales con su falso presentismo, la voluble celebridad, la viralidad como desencadenante de oportunidades, determinan una particular realidad, mapeada por inestables y efímeros códigos. Uno de los éxitos de las nuevas reglas del juego es solapar subrepticia y eficazmente lo social y lo comercial, reconfigurando el viejo oficio de vender, maquillando la mercantilización del talento, tanto como del postureo y la exhibición, difuminando los límites, tal como describe el capítulo “Happy Animals”.
El marco profesional donde se desenvuelve Arabella, una escritora que ha alcanzado la fama con su primera obra online y afronta la procastrinación y el bloqueo ante su confirmación como autora, no es casual, al contrario, este es un panorama familiar para la creadora de Podría destruirte. La carrera de Michaela-Moses Ewuraba O Boakye-Collinson ha sido fulgurante, la actriz, guionista, poeta y cantautora (Londres, 1987), de ascendencia ghanesa, ganó en 2016 un BAFTA a la mejor intérprete femenina de comedia, así como el Breakthrough Talent por el programa de televisión Chewing Gum, basado en su propia obra Chewing Gum Dreams, ha participado en la tercera temporada de Black Mirror y en la serie Black Earth Rising, donde interpretaba a una superviviente del genocicio ruandés, junto a John Goodman. Por lo cual, con las debidas distancias, no le resultan nada ajenos el fulgor de la fama temprana y el vértigo ante la expectativa creada.
Tampoco falta en Podría destruirte la reflexión sobre la autenticidad de las relaciones sociales, la consistencia de los grupos de apoyo naturales (amigos y familia) o buscados (excelente el apunte sobre la dinámica grupal de la antigua amiga del colegio en el capítulo “The Alliance”), así como la especulación desinhibida sobre la relevancia de las drogas en nuestras vidas o la influencia del prejuicio racial en todos los ámbitos, que también se plasma en el mismo episodio.
Sin embargo, es la tolerancia a la agresión sexual, empezando por su invisibilización, la primera preocupación de la carismática creadora, que describe varios escenarios de abuso no identificado. Establecer límites supone como primer paso el reconocimiento de lo que no es tolerable, lo que precisamente es más difícil. La subordinación inconsciente, la aceptación irreflexiva basada en la asertividad malograda por factores como la presión social nos convierte en rehenes de quien se mete en nuestra cama sin violencia, pero también sin empatía.
Como expuso Alexandra Brodsky en su revelador estudio titulado “Rape-Adjacent: Imagining Legal Responses to Nonconsensual Condom Removal” (Columbia Journal of Gender and Law), actualmente se pone más énfasis en la falta de consentimiento, que en la fuerza, para distinguir entre relación sexual y violación. Michaela Coel recurre precisamente a mostrar la práctica del stealthing (quitarse el condón sin que la pareja sexual se percate o acepte) para indicar que, desde una perspectiva moderna, estamos redefiniendo la violación.
La escalada en los niveles de agresión que sufre Arabella es significativa, aparentemente de más a menos, pero la gradación también tiene sus matices. Así como las expresiones de la masculinidad tóxica pueden en algunas circunstancias confundir o bloquear, especialmente cuando ya se ha traspasado la línea de la intimidad sexual, la percepción del daño sufrido también puede ser desconcertante y en algunos casos, como el suyo, la epifanía llega del modo más casual (episodio It Just Came Up).
¿Y en cuanto a las consecuencias para el agresor? Podría destruirte también aborda la cada vez más extendida cultura de la cancelación o el boicot, extrañamiento social y reprobación pública a quien se comporta u opina de una manera que se considera inaceptable, de acuerdo con los estándares de la ética y derechos humanos, por discriminar o por defender opiniones contrarias a la ciencia. En coherencia con su argumentario, tampoco esto se resuelve en blanco y negro, sino con todos los matices del realismo más feroz.
La estructura narrativa de la serie es impecable, las elipsis y los flashbacks dinamizan y aportan con equilibrio y fuerza, sin menospreciar al espectador, dosificando el relato y sus ingredientes para llevarnos a un final cuyo título es un monumental colofón: “Ego Death”. La perspicacia, la sutileza, en suma, el talento de Michaela Coel dejan corto el calificativo de serie del verano para Podría destruirte, una serie que ya ha adquirido la condición de referente.
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