Dicen que los judíos han llevado la voz cantante en Hollywood, pero en casos como el de Ron Jeremy ni siquiera sus dotes para la autofelación le han servido para abrirse camino en la industria cinematográfica convencional. Eso sí, en el cine de adultos nadie le ha tosido en cuanto a cifras, carisma y vello en la espalda.
Todos los que le veíamos a altas horas, en aquellas películas de televisión local, intentábamos ahorrarnos sus inspirados monólogos pre-coitales. Eso ocurría en los tardíos 80, con esos “incunables” VHS que corrían por las casas con inocentes etiquetas que aludían a partidos del Real Madrid pero que contenían “partidos” muy diferentes. En estas clandestinas cintas, que nadie sabía a quien pertenecían, aparecía casi de manera pertinaz un hombre peludo, gordito, con fijación por sacar jugo interpretativo a escenas donde la acción era otra y el interés del consumidor estaba más que preclaro. No obstante, él se rebelaba contra ese destino y siempre quiso saltar la barrera y ser reconocido como un actor convencional. Pero nunca lo logró.
En el cine de adultos le llamaban “puerco espín”, le vetaban por su gusto por el sexo anal incluso cuando no era necesario ni trendy y le tachaban de tacaño por aparecer en el aeropuerto con bolsas de plástico en lugar de maletas. Pero no me digan ustedes por qué, este rechoncho velludo acabó haciendo más películas porno que nadie y dando placer (esperemos que así haya sido) a miles de mujeres.
Su abuela fue reiteradamente molestada hasta que Ron se quitó el apellido de su nombre artístico y, entonces, empezó ese desfilar por films en los que cada vez que aparecía no podías dejar de exclamar: Ya está otra vez el del bigotito. Era una especie de Pequeño Nicolás del porno, que quería salir en todas las fotos. Esa misma condición de ubicuidad la trasladó a innumerables cameos en películas como Cazafantasmas, Killing Zoe, Orgazmo o 54. No sabemos cómo lo consiguió, pero ahí estaba.
Eso sí, jamás fue tomado en serio salvo cuando le dieron el cargo de consultor especial de películas respetadas y respetables como Nueve semanas y media o la imprescindible Boogie Nights, en la que se retrata de manera genial la industria pornográfica, con Mark Whalberg en el papel de un dotado actor llamado Dirk Diggler. El tamaño es algo que sin duda le importa a Ron y a la industria, hasta tal punto de querer demostrar que podría llegar a practicarse una autofelación. Más tarde, tuvo que abandonar esta práctica circense, porque su barriga comenzó a crecer irremisiblemente.
La música también ha sido otra de sus pasiones a la hora de pasear sus dotes de cintura para arriba. De hecho, volvimos a ver su “gepeto” en vídeoclips de LMFAO, Guns’n’Roses o Methods of Mayhem, y en anuncios para la protección de nuestros animales domésticos (¡!). Aunque ahí tampoco se detienen sus esfuerzos, ya que sirve su imagen para una gama de salsas, a cual más calórica, y últimamente le vemos en las botellas de una bebida espirituosa premium de esas que sirven para animar nuestras noches locas y nuestras citas canallas: por supuesto, es un ron, el Ron de Jeremy. Genio, “As del cunnilingus” y figura.
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