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Paseos al límite #5: Caminos perdidos

En Lifestyle domingo, 31 de agosto de 2014

Juanma Játiva

Juanma Játiva

PERFIL

Un  recorrido en la frontera de Valencia por el barrio de Benimaclet tendría el aliciente de iniciarlo con una visión panorámica de parte de la huerta, del mar y de la ciudad, si no fuera porque la flamante Torre Miramar inaugurada en 2009 en la rotonda de la salida a Barcelona está cerrada. A falta de esa mirada a 35 metros de altura, fijamos nuestros pies el primer paso de peatones de la larga Ronda Norte que separa ciudad y huerta.

Echamos un vistazo a la estrecha franja de huerta que queda al otro lado, colindante con Alboraia y constatamos lo que será una constante en el trazado de esa importante arteria de comunicación que es la Ronda Norte: produce un corte en un ramal del popular Camino de Vera, que ya sufrió un hachazo cuando se hizo la autopista y debe estar acostumbrado sobrevivir a estos trombos asfálticos.

Desde el lado de la huerta vemos el arranque de la Vía Churra, el itinerario verde que fue en su día trazo ferroviario y que los caminantes o ciclistas aprovechan para llegar cuanto lejos sueñen y al ritmo que puedan o apetezcan. A lado, el cementerio más septentrional de la ciudad.

Camino de las Fuentes en Benimaclet. Foto: Juanjo Hernández

Camino de las Fuentes en Benimaclet. Foto: Juanjo Hernández

Este límite norteño de mínima huerta que es Benimaclet está presidido por uno de los edificios de viviendas más singulares de Valencia. Espai Vert no tiene parangón, es una imponente casa de cuento, que evoca en parte el Habitat 67 de la Exposición Universal de Montreal, con sus habitáculos haciendo equilibrios, mostrando feracidad al exterior y sugiriendo una rica vida interior. Decidimos errabundear bordeando la Ronda en la medida de lo posible, que es poca, y contemplamos de cerca los jardines colgantes de la cara Norte de Espai Vert, en perfecta sintonía con los pequeños huertos urbanos de abajo y  la Huerta que presumiblemente divisan desde sus simpáticos miradores.

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Espai Verd. Foto: Joanbanjo (Wikimedia)

Nos topamos con el antiguo y precario campo de fútbol aparentemente abandonado del Sporting de Benimaclet. Arqueología deportiva para la historia de un equipo centenario luchador y meritorio. Volvemos a salir a la Ronda por otro camino de huerta que ésta cortó. Se llama de las Fuentes y es una lástima que el paso de peatones próximo no comunique con exactitud uno y otro extremo del camino que, como el de Farinós que vendrá después, recuerda al barrio capitalino el pueblo que fue.

Con dificultades, proseguimos paralelos a la Ronda, siguiendo la acequia de Vera que discurre cubierta, o eso creemos, bajo nuestros pies. Un señor que pasea perros por un caminito interior nos dice que la acequia que ahora cruza descubierta, bajo la gran calzada de circunvalación, es Mestalla. Hay agua por doquier y estamos ante una vasta zona de huertos urbanos informales, pero cuidados.

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Huerta cultivada al oeste de Benimaclet con la Ronda Norte al fondo. Foto: Juanjo Hernández

Decididamente, una constante en los límites de esta ciudad es la proliferación de huertos urbanos. Y luego dicen que no hay mano de obra para la huerta!, ironiza Juanjo. Preguntamos a una hortelana aficionada que repasa su cosecha si son esos los huertos reivindicativos que promovió la asociación  de vecinos. No, están más allá -contesta. ¿Estos son anteriores?. Solo un poco. Estamos en la zona del plan urbanístico que nunca se desarrolló dejando un páramo inerte en el barrio. Tras la enigmática contestación bordeamos un caserío, el único de la vieja huerta y el antiguo pueblo que por ahí queda, hasta llegar  al recinto vallado de los huertos vecinales y reivindicativos. Dentro un túmulo con una bandera vecinal que trae a la memoria la imagen célebre de Iwo Jima.  Terreno disputado al abandono y la especulación.

El trayecto hasta llegar al extremo oeste del barrio está salpicado de huertos urbanos. Con agua o sin ella. En activo o inertes. Los huertos son lo más bonito que hay –dice un señor con perro. Llegamos a la conclusión provisional de que estos huertos -cosa distinta de la huerta, que disminuye- han crecido hasta poner un lazo verde a la ciudad. En eso aparece la horchatería Els Sariers, un enclave en Valencia de la vecina y chufera Alboraia, donde si no estuviera cerrado cuando por ahí pasamos, lo propio hubiera sido calmar la sed.

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