Charlamos con el músico asturiano Nacho Vegas, que presenta Canciones populistas la semana próxima en Barcelona, Valencia y Madrid. Un trabajo de cinco canciones que inciden en el compromiso sociopolítico, esta vez con un ácido sentido del humor.
Nacho Vegas no necesita muchas presentaciones, a estas alturas. El cantautor gijonés, con seis álbumes a su nombre y una enorme retahíla de EPs y trabajos en colaboración, estrena sobre los escenarios -en apenas unos días- Canciones populistas (Marxophone, 2015), un trabajo de cinco canciones cuya traducción a las tablas, de la mano de su banda habitual y un coro de 17 componentes, promete constituir todo un órdago escénico, similar al que ya trabó en su momento con el coro de Ladinamo y el Patio Maravillas. Las tres citas son el 21 de enero en el Palau de la Música Catalana de Barcelona, el 22 en La Rambleta de Valencia y el 23 en la sala La Riviera de Madrid. Buena ocasión para charlar por teléfono con él acerca del viraje, de orientación más abiertamente sociopolítica que nunca, que su música ha experimentado en los últimos dos años. Y de la que su nueva remesa de canciones, que pugna por dignificar ese término útimamente tan denostado (el dichoso populismo como estigma ad nauseam), es fiel consecuencia.
Carlos Pérez de Ziriza: Comentas en la promo de Canciones Populistas (Marxophone, 2015) que, pese a ser un EP, es un disco por derecho propio y no una colección de descartes de tu último álbum, Resituación (Marxophone, 2014). Pero hay al menos un par de temas, como “Mi novio es bobo” o “Ámenme, soy un liberal” (una adaptación de un tema de Phil Ochs), que destilan un sentido del humor muy descarnado, rozando lo caricaturesco, y que difícilmente creo que hubieran tenido cabida en aquel álbum. ¿Lo ves así?
Nacho Vegas: Sí, mas o menos es así. “Mi novio es bobo” es de las sesiones de Resituación, aunque la versión de Phil Ochs sí es posterior, y sí que la compuse pensando en el álbum, lo que ocurre es que siempre pienso en los álbumes no en un sentido conceptual, pero sí unitario, de forma que se puedan escuchar de una manera fluida, que haya un principio, una parte central y un final. Y hay canciones que, a pesar de que me gustaban mucho para el álbum como también “L’afoguín”, me rompían un poco ese tejido que tiene que haber en un álbum, y el formato del EP te permite que su contenido sea más heterogéneo. Cada una de su padre y de su madre.
Carlos P. de Z.: ¿Crees que el sentido del humor es algo que se ha echado en falta en este país a la hora de componer canciones sociopolíticamente comprometidas, y que ese humor puede ser una herramienta igual de válida que esa denuncia más seria y habitual, que puede ser vista como un sermón?
Nacho V.: La canción política a veces peca de excesiva solemnidad, y eso la puede lastrar un poco, pero también el humor, curiosamente, funciona en ocasiones como desactivador de conciencias, como una manera de mirar a la realidad un poco cínica y descreída. Pero creo que, al igual que sirve para distanciarte, puede servir para mirar las cosas más al fondo, con cierta perspectiva, y es así como lo hacían Phil Ochs o Billy Bragg.
Carlos P. de Z.: Ya que lo mencionas, ambos son ejemplos modélicos en sus países, pero en España hay cierta dificultad para que ese imaginario que defienden tenga una traducción al castellano, con músicos locales, sin ser malinterpretado. ¿Crees que es consecuencia de un cierto papanatismo?
Nacho V.: Probablemente, ha habido también, en toda la época posterior a la transición, una especie de discurso hegemónico muy fuerte impuesto por el PSOE en el plano cultural, que impedía ese tipo de expresiones. Por ejemplo, nuestro Phil Ochs sería Chicho Sánchez Ferlosio o incluso Javier Krahe, que cantaban canciones incómodas, y fueron de alguna manera ninguneados o excluidos de los circuitos mayoritarios. Creo que ese discurso pesó mucho.
Carlos P. de Z.: En alguna entrevista reciente has comentado que el hecho de que en los 90 el discurso sociopolítico estuviera prácticamente ausente de la música pop que emergió de aquella generación del primer indie, de la cual surgiste, fue un triunfo del neoliberalismo económico. ¿No crees que todos los que comenzasteis a hacer música en ese momento fuisteis cómplices, de alguna manera?
Nacho V.: Sí, por supuesto, cuando hablo de ello lo hago también de una manera autocrítica que, ahora con el tiempo, y habiendo pasado ya veinte años desde que comenzó el indie, lo puedes mirar con cierta perspectiva. A mí me sorprende que haya tanta gente que niegue la mayor, como si no hubiera ningún debate sobre eso. Aquel indie, lo queramos o no, fue hijo del aznarato, que se fraguó en esos ocho años, y también había un discurso desmovilizador muy fuerte y muy individualista, que cuajó. En la última entrevista en la que afirmé esto me salió mucha gente en twitter diciéndome que no, que la música indie de los 90 era muy política, incluso uno me llegó a decir que estaba superpolitizada, y la verdad es que no sé cuántas canciones anti Aznar se pudieron oír por la radio en aquel momento, por ejemplo. Claro, me mencionaban a Soziedad Alcoholika, o a Reincidentes, que eran excepciones, porque eran grupos que vendían mucho pero no salían en El País de las Tentaciones, que era donde salíamos los que éramos los que no suponíamos ningún problema. Y es un poco como lo que pasó en los 80, que todos los grupos de la Movida sonaban mucho y otras bandas en Euskadi, por ejemplo, que reflejaban una situación mucho más conflictiva, no aparecían en los medios. El tiempo los puso en su sitio, y hoy en día gente como Kortatu está muy valorada. Pero entonces vendían más que La Frontera y desde luego no recibían esa atención por parte de los medios generalistas.
Carlos P. de Z.: Tú has participado contra los desahucios, tocando en vivo, y te has posicionado en algunos trabajos anteriores, pero ¿No crees que la principal asignatura pendiente de nuestra música independiente o autogestionada -como es tu caso- es la de conectar no solo con capas de oyentes urbanos y más o menos instruidos, sino también con los ámbitos rurales y la clase obrera en un sentido más clásico, si se me permite, de la palabra? ¿No crees que el mensaje se queda atascado en ese primer estrato de oyentes?
Nacho V.: Bueno, esa es una desconexión que creo que estamos solventando un poco ahora. Yo, por ejemplo, en Asturias siempre estuve rodeado de gente -a pesar de lo que decíamos antes del indie– que estaba en la militancia: Fran Gayo y sus Mus hacían discos que tenían cierto contenido político, incluso Manta Ray cuando yo me fui. Pero no trascendían porque no estaban conectados con ningún movimiento social ni con ningún colectivo. Parecía que las luchas obreras iban por otro lado. Con este nuevo clima social, después del 15-M, creo que es un momento bastante óptimo para crear ese tejido. Por eso, cuando hablo de canciones populistas, me refiero a que la música que hacemos es popular, pero puede ser populista si tenemos la voluntad de que sea popular, horizontal y que conecte con la gente y entable una lucha con el mercado, que es un medio hostil. Lo contrario de música populista sería música elitista, y a mí me preocupa ver cómo el pop, y la música independiente en concreto, cada vez lo es más.
Carlos P. de Z.: ¿No tienes la impresión de que en la mayoría de tus conciertos, o de tus homólogos, el espectro sociológico y de edad del público que acude a veros es muy parecido?
Nacho V.: Pues mira, sinceramente te voy a decir que, en las últimas giras que hice, me di cuenta -al menos es la sensación que tengo, igual me equivoco- de que perdí bastante público de mi edad, y sin embargo se acerca gente joven. Incluso muy joven, gente que no puede entrar a los conciertos por ser menor de edad o que apenas tienen dinero para pagar los 20 euros que cuesta la entrada. Creo que hay una renovación. En los 2000 sí que veías a gente muy parecida, pero creo que está cambiando un poco eso. Me hace mucha ilusión cuando viene gente de 18 años, cuando yo ya tengo 41.
Carlos P. de Z.: Curiosamente, se ha denunciado en los últimos tiempos la escasa conciencia sociopolítica de la generación que surgió del indie de los 90. Pero a la primera que tú apostaste por poner esa pulsión en primer plano, con Resituación, te han llovido los palos desde algunos medios. ¿Crees que el margen que el público y, sobre todo, los medios de este país os dejan a los músicos para modular esa denuncia en vuestras canciones es demasiado estrecho, mucho más que en otros países de nuestro entorno?
Nacho V.: Puede ser, pero esas exigencias también te hacen repensar un poco lo que haces, y a mí me son útiles. Creo que aquí hay una gran separación entre lo público y lo privado. Parece que uno puede ser impúdico con sus intimidades en sus canciones, desnudarse emocionalmente cuando son problemas puramente personales, pero cuando hablas de problemas colectivos, que afectan a más gente, parece que ese posicionamiento se juzga enseguida. Y es algo que a mí me resulta extraño, porque yo no veo una ruptura entre la forma en la que yo escribía canciones antes y la de ahora. Sí que ha cambiado un poco mi perspectiva sobre las cosas, pero para mí las canciones se nutren de la realidad y siempre que hablo de ellas, sea de cosas que tienen que ver con mi vida íntima o con cosas que tengo alrededor, siempre exigen un posicionamiento. Las canciones no son algo neutro, no es como mirar al cielo simplemente. Hay más pudor a la hora de tomar partido por realidades sociales que por realidades puramente personales. Habría que pensar por qué sucede eso.
Carlos P. de Z.: Intuyo que eres de quienes piensan que todos nuestros actos, intencionadamente o no, tienen una lectura política, incluso los de aquellos que no se posicionan nunca en un sentido o en otro ¿no?
Nacho V.: Sí, todo tiene una lectura política, y creo que esa dimensión política y social es la misma en un disco de Kortatu que en uno de Locomía. Un disco de Locomía te puede hablar de la gentrificación de Ibiza en los 90, perfectamente. Porque la dimensión social de la música no tiene tanto que ver con el mensaje como con la forma en la que esa música se vehicula y en dónde la encuadras en este mundo, en el que tienes que lidiar con un montón de contradicciones. Incluso cuando se opta por hablar solo de problemas íntimos -que es algo que yo defiendo, porque la intimidad compartida puede ser algo muy bonito en una canción- puede significar que estás simplemente mirando hacia otro lado. Cuando escucho aquella canción de Fangoria que dice no quiero dramas en mi vida… voy a olvidarme de los problemas (se refiere al tema “Dramas y comedias”, de 2013), están posicionándose políticamente de una manera muy reaccionaria, pero también muy clara.
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