No ha podido comenzar peor el Campeonato mundial de ajedrez, que juegan en Nueva York el poseedor del título, el noruego Magnus Carlsen, y el aspirante, el ucraniano Sergey Karjakin. Los dos tienen 26 años (Carlsen los cumplirá el último día de este mes; desde aquí celebramos ya su cumpleaños).
El primer cara a cara se jugó el viernes 11 de noviembre. Tablas. La segunda, al día siguiente. Otras tablas. El domingo 13 los dos contendientes tuvieron una jornada de descanso. El lunes 14 se reanudó el “apasionante” encuentro. La partida también terminó en tablas, con algo más de verdad en el tablero. El martes 15 se disputó la cuarta partida, con el mismo resultado de tablas, pero esta vez tras una dura lucha.El match se disputa en el Fulton Market, un edificio histórico con vistas al Puente de Brooklyn. La entrada para ver las partidas cuesta 15 dólares. He puesto entre comillas el adjetivo “apasionante”, porque aunque en teoría lo es, en la práctica no lo está siendo. Las comillas son los signos del sarcasmo. Hay tablas intensas. Quien consigue una cierta ventaja –con blancas o negras-, lucha para materializarla. Quien, por haber jugado deficientemente la apertura o el medio juego, porfía para evitar la derrota. Las tablas guerreras son emocionantes. De momento, ambos contendientes nos aburren, con cierta adrenalina en la tercera y cuarta partidas del match.
En la primera, Carlsen salió de dama (d4) y jugó la Trompowsky. En mi equipo, el Gambito, jugamos a menudo esa apertura, con aceptables resultados. La idea central de la Trompowsky es diáfana: crearle a las negras una arisca estructura de peones a cambio de ceder la pareja de alfiles. A partir de la sustanciosa 3. Axf6, la partida se caracterizó por una orgía de cambios. Caballos, alfiles, damas, torres, peones… Estaba claro que los dos grandes maestros buscaban el empate.
En la segunda, Karjakin salió de rey (e4). De una manera soporífera se planteó y desarrolló una conocida línea de la apertura española. A partir de la jugada 20 de las blancas (Dxd8), el juego perdió todo interés. Cambios y más cambios hasta desembocar en un amuermante final de torre y dos caballos contra torre y dos caballos, con igualdad de peones. El noruego y el ucraniano han viajado a las Américas, pero desde luego no están descubriéndolas ni descubriéndonos nada nuevo.
En la tercera Carlsen buscó la victoria con más énfasis (sobre todo en el final, que es su especialidad). Esta vez las tablas fueron disputadas, aunque con un tono gris marengo. Una observación: resulta realmente exótica la jugada 10 de Carlsen (Te2. ¿Por qué esa pérdida de tiempo?). En fin, a los campeones del mundo hay que perdonárselo todo.
La cuarta, con 94 jugadas, fue hasta ahora la más emocionante partida del match. Carlsen estuvo a un paso de la victoria, pero Karjakin se defendió con ingenio. Otro medio punto para cada contrincante.
En cualquier momento el tono cambiará. Carlsen y Karjakin tienen un gran talento. En un noviembre estridente –el mes que vio el triunfo del temible Donald Trump-, tarde o temprano llegarán las hermosas victorias o los inexplicables fallos de uno u otro. Tanta prudencia reventará nada más se produzca una victoria de Magnus o de Sergey.
El match está previsto a 12 partidas. En el momento de escribir esta crónica hay un 2-2 en el marcador. La última se disputará el 28 de noviembre, salvo que Carlsen o Karjakin consigan antes los 6,5 puntos que les significarían el título mundial o salvo que el empate persista y entonces haya que recurrir a una jornada extra con partidas semi-rápidas o rápidas (la fecha reservada para esa emergencia es la del 30 de noviembre, día que como llevamos dicho es el cumpleaños de Carlsen). El ritmo de juego es de 100 minutos para las primeras 40 jugadas (con una bonificación de 30 segundos por jugada a partir del movimiento 1); de continuar la partida, cada jugador dispone de 50 minutos para los siguientes 20 movimientos. De seguir inconclusa, Carlsen y Karjakin disputarían la fase final con 15 minutos cada uno, no prorrogables. El jugador que consuma antes esos 15 minutos, pierde la partida salvo que el adversario no tenga bastante material para dar mate (por ejemplo, que solo le queden el rey y un caballo, o el rey y un alfil, o el rey solo).
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