Para entender qué está pasando en la literatura en lengua inglesa se ha vuelto imprescindible leer a los nuevos autores africanos nacidos en los años 70 y 80. Chimamanda Ngozi Adichie es la autora de “Americanah” (Literatura Random House), una novela donde la nueva identidad africana se define en el territorio de acogida por excelencia, Estados Unidos.
Por acotar el terreno podemos mencionar a cuatro de estos jóvenes escritores africanos: Chimamanda Ngozi Adichie, Teju Cole, Helen Oyeyemi y Taiye Salise. A pesar de las diferencias de sus respectivos proyectos narrativos, los cuatro comparten el bagaje de una identidad deslocalizada entre sus países de origen y esa idealizada tierra de oportunidades que es Estados Unidos. En Americanah, la nigeriana de nombre impronunciable Chimamanda Ngozi ha creado una densa y extensa novela a partir de dos premisas básicas, casi dos etiquetas conceptuales: raza y género. Americanah trata sobre ser mujer y africana en un país de acogida afín en lo cultural, y de cómo esa cercanía está cargada de contradicciones en la experiencia cotidiana. Recién publicada en España por Literatura Random House, con traducción de Carlos Milla Soler, la novela está de actualidad en USA por la concesión del prestigioso premio del National Book Critics Circle al libro de ficción más destacado de 2013.
Como sus compañeros de generación, Chimamanda Ngozi pertenece a la élite de los best-educated: en su currículum se acumulan títulos de posgrado en escritura creativa y estudios africanos, además de estancias como investigadora en instituciones educativas estadounidenses. Americanah es una gran novela, marcada en lo bueno y en lo malo por ese imponderable bagaje académico de su autora. En la ficción, Ifemelu, la protagonista de Americanah y evidente trasunto de la propia autora, es la redactora de un exitoso blog dedicado a emitir “observaciones sobre los negros americanos por una negra no americana”. Toda la novela y sus estratos narrativos se estructuran a partir de esa tensión entre las culturas anglo-africana y anglo-americana, y sobre cómo Ifemelu debe decidir entre convertirse en una emigrante permanente –con las concesiones culturales que ese implica, como perder su acento– o volver a su país de origen. El propio título hace mención a la expresión peyorativa con que se recibe en Nigeria a las personas que han vivido en Estados Unidos y regresan con el acento americanizado o con un sentimiento de superioridad.
En esencia, Americanah es una historia de amor. La novela traza un arco narrativo de casi veinte años en la vida de Ifemelu y su novio de juventud, Obinze, y sus respectivos exilios vitales y profesionales. En el caso de Obinze, y quizás por examinar el contrapunto europeo a la experiencia americana de Ifemelu, su exilio migratorio se desarrolla en Londres. Americanah es una muestra ejemplar de la ficción entendida como campo de batalla de intervención política. No hay más que acercarse a Youtube para comprobar el papel de figura mediática de Chimamanda Ngozi, una mujer de fuertes opiniones sobre los temas que afectan a su literatura, la identidad racial y el papel de la mujer. En esto, también, Chimamanda resulta un gran ejemplo de escritora contemporánea, no solo como autora de una novela significativa, sino como activista de su propia estética y ambición social transformadora.
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