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Entrevistas

Miqui Puig: “Los Sencillos podrían haber sido El Canto del Loco”

En Música, Entrevistas miércoles, 7 de mayo de 2025

Carlos Pérez de Ziriza

Carlos Pérez de Ziriza

PERFIL

Ha hecho de todo en la industria musical de este país. Músico de éxito al frente de Los Sencillos durante los años noventa, cantautor pop desde hace más de un par de décadas en solitario, DJ, radiofonista, divulgador pop, jurado y profesor de cultura musical en talent shows televisivos… Miqui Puig (L’Ametlla del Vallés, Barcelona, 1968) ha sobrepasado además esa edad en la que uno ya puede mirar al pasado (con ira o sin ella: él tiene poca) y hacer de esa retrospectiva un objeto literario. Lo ha hecho con solvencia en Yo no quería ser Miqui Puig. Cronología sentimental de un cantante de amor (Magazzini Salani, 2025), un libro que más que leerse, se devora, a poco que te interese la cultura pop y el engranaje de su industria en España. Hablo con Miqui en una charla de casi cuarenta minutos, todo lo que nos permite la conexión de zoom sin paradinha.

CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA: Creo que uno de los valores diferenciales del libro es que es conciso: capítulos cortos y salpimentados con extractos de tus diarios, sin regodearte en tus miserias.

MIQUI PUIG: Desde el minuto cero, la intención era huir de las biografías de rock y su egocentrismo. La gente siempre me ha visto como alguien muy duro, muy vehemente y conciso a la hora de hablar: eso asusta y parece que tengas un ego muy grande, cuando es al contrario. Tenía muy claro qué cosas superfluas había que cortar. Y lo que más me preocupaba era el estilo. Tenía tanto pudor y respeto por el mundo de la escritura que quería que quedara así. Incluso tuve un momento de duda cuando vi que quizá quedaba corto, pero luego pensé que tenía que ser como un gran disco: que te quedes con ganas. Y sin ningún ánimo de revancha. Cito nombres de gente en momentos en los que me he sentido dolido: ¿por qué no le puedo decir a un crítico que me ha dolido una opinión sesgada? No lo hago por justificarme. Y eso no significa que las cosas que me han pasado sean culpa de terceros: todos los errores son míos, tengo los recibos. Es una frase que alguien ha destacado esta semana en una entrevista. El libro ha llegado en el momento justo. La editorial me propuso más proyectos, y en el fondo siempre he sido muy fan de John Cassavetes, que hacía las pelis estas mainstream para luego permitirse las animaladas que hacía con todos sus colegas, yo siempre he sido un poco así: cuando ha habido salidas de tono para los indies… a ver, yo soy igual de puta que tú, que sales a un escenario con una gran marca detrás. Al final todos somos más papistas que el Papa, pero el creador tiene que comer y pagar el alquiler.

Ya que hablas de integridad, esto me recuerda las críticas que has recibido por parte de mods pata negra que te consideraban un traidor a su causa.

Buah, qué pesados, de verdad. A mí precisamente lo que me gusta del mod es que es modernista. No sé si has tenido la suerte de entrevista a Sean O’Hagan de The High Llamas últimamente.

Sí, hace justo un par de meses.

¿Y a que te contó que ahora solo escucha hip hop y r’n’b moderno de chavales jóvenes? ¡Es que esa es la actitud! Tengo otros discos viejos, de cuando tenía veinte años, pero la actitud es descubrir cada día cosas nuevas. A mí el modernismo me lleva a descubrir el soul. No me gustan los compartimentos estancos, que tú sabes que pasan en todos los estilos. En el concierto de homenaje a Alfredo Calonge, de Los Negativos, de repente veías a gente mayor con parkas recién compradas. Con parches de los Who recién comprados. Era como “no estoy entendiendo nada”. Esa no es mi liga. Pero claro, yo soy un tío que en los noventa empieza a bailar house, porque para mí es la evolución lógica de la música negra, que es de lo que más me gusta. Yo vi a Underworld en el momento justo, con su primer disco: esa era mi música contemporánea. Llegué tarde a la new wave, porque tenía ocho años en el 76, y el post punk me pilla aún con catorce, así que es con 22 años cuando escuchas esa música electrónica y es la que vives: las drogas que tomas, los coches que coges… ahora que todo el mundo mitifica la Ruta del Bakalao, pues mira, todos teníamos nuestra Ruta, nuestros sitios donde desafiábamos todos los límites y teníamos ángeles de la guarda sobrevolando nuestros coches.

No sé si en el Reino Unido los mods son tan intransigentes con Paul Weller, que le ha dado a todos los palos genéricos.

Pero a Paul Weller es como que le han perdonado: ¡es tan guapo! (risas) En España pasa una cosa… el otro día hice una sesión en la playa y se me acerca un padre de nuestra edad más o menos, gente de esta que te dice “nuestra época”, que dices “no, por favor, no me vengas con lo de nuestra época”, y que me dice que hasta el noventa y pico había música muy buena y luego a partir de los dos mil ya no… le pregunté cuándo nació su hijo, y me dice que en el 94. Le pregunté si le interesaba la música de después de 2004. Porque hay un momento en el que tú escoges: tienes una preferencia por un momento. En el último concierto que vi de Paul Weller en Barcelona había gente que solo quería escuchar clásicos de los Jam, y el tío se marcó un gran concierto con canciones de sus últimos discos. Una en plan dub, otra a lo Marvin Gaye… hace lo que le da la gana. En la escena mod hay gente muy guay, que ama la música, pero también el rollo del parche de plástico, la marca de llegar tarde a cosas. Las sectas me interesan muy poco. También había gente en el mundo de la electrónica que pensaba que yo no podía tener voz ahí por estar en un grupo de pop. Son gente que aparece y desaparece, y en cuanto su papá les dice de venir a dirigir la fábrica de azulejos, estos que presumen de ser los más modernos del lugar, desaparecen.

Ya que hablas de house: comentas en el libro que tras el éxito enorme de “Bonito es” (1992), llega “Doctor Amor” (1993), que es otro estupendo single, esta vez ya marcado claramente por el house, y no recaba ni la quinta parte de repercusión. No sé si crees que el público español no estaba preparado para engancharse a ese sonido, ni siquiera por la vía del acid jazz.

Bueno, estaba cantada en castellano, lo que ya era raro para ser house. Si te fijas, Los Sencillos fuimos un poco predecesores de Los Amigos Invisibles. Ariola o Los 40 Principales nos decían que íbamos un paso por delante. Llegamos a un pico con “Bonito es” (1992), que es un sonido Madchester o house, llámalo como quieras, y justo cuando estamos en la cúspide cambia el equipo directivo de nuestra discográfica. Cuando pasa eso, nadie quiere trabajar el éxito de otro. ¡Una mierda! Y ya está. Y al cabo de tres años nos cambiaron por unos chicos que se llamaban Buenas Noches Rose, que luego se llamaron Pereza. Y eso es industria. Y ahí juegas o no juegas. Y eso también forma parte de tu biografía. Yo estoy orgullosísimo, porque creo que Seres positivos (1993) es un disco maravilloso y esa canción la compuse pensando en Filadelfia, y con los años me di cuenta de que el solo de flauta es de Tito Duarte (risas). Cuando me dicen “es que si hubieras sido de Manchester”, yo siempre digo “tío, soy de L’Ametlla del Vallés” y esa es la magia: que un tío del extrarradio barcelonés se invente un mundo de discos, que yo era un niño de habitación pequeña, de posters y de crearme mi mundo, siendo diestro haciendo canciones. Es lo que me dice Alfonso Pérez, de Dro y Warner, que al final lo que me lleva hasta aquí es la capacidad para hacer canciones.

Sorteas también la tentación fácil de achacar lo vuestro a la condición de banda bisagra, la de Surfin’ Bichos, Cancer Moon, La Granja, BB Sin Sed y tantos otros, que llegan generacionalmente tarde a la Movida y pronto al indie. Simplemente dices “hemos vivido demasiado”.

Ostia, es que yo lo peto con 24 años, Carlos. Salgo delante de 60.000 personas a actuar en las Fogueres de Alicante, o en el Sot del Migdia (Barcelona), donde había visto dos años antes a Radio Futura o a todas las bandas guiris que me gustaban, y eso es demasiado. Nadie está preparado, nadie te prepara mentalmente para eso, y la suerte es que no llegamos más allá, que el nuestro no fue un éxito continuado, porque si hubiéramos jugado a lo que nos pedían las discográficas, hubiéramos podido ser El Canto del Loco. ¿Sabes? Cediendo, hubiéramos podido ser eso. Pero es que yo ya estaba loco: en un disco como Seres positivos (1993) no pueden haber más wah wahs, más percusiones y más alusiones a las drogas. De hecho, hay una canción que se llama “Revolución en clave pop” que está totalmente inspirada en el “Groove Is In The Heart” (1990) de Deee-lite. Porque en el local de ensayo la tocábamos así. Los Sencillos podrían ser los Parcels de ahora, por sonido. Pero era lo que había. A mí me gustaban más Ciudad Jardín que El Canto del Loco. Ahora parece que todo el mundo blanquea a La Oreja de Van Gogh: pues para nosotros ha sido toda la vida un grupo mainstream, y ahora parece que a todas las niñas a quienes les gustaba La Oreja de Van Gogh es como que tienen una coartada indie. Pues no. No es mi liga. Y no pasa nada. Y llega un punto en el que cuando esto lo explicitas tan claramente, te dicen que eres el raro, el que se queja todo el día… no, no, yo solo hago canciones. Esta mañana he estado en el estudio terminando una producción y es lo que más me gusta en la vida. ¿Tener más dinero para trabajar más holgadamente? Joder, ya me gustaría. Pero nací donde nací: hijo de un pagés y de una señora que trabajaba en los telares. Y esto que digo a veces parece que sea mística, y no. Y otra cosa: no he sido yonqui, que ya sabes que eso vende. Me buscaba la vida cuando podía. La putada es que me la ganaba bien hablando en la radio y en la tele y eso a veces a la gente le confunde. Te dicen “ah, que tú quieres ser famoso”. No, no, tío, si yo hubiera querido ser famoso hubiera grabado con Carlos Baute, como siempre cuento, o hubiera grabado todos los duetos del mundo y hubiera hecho canciones de mierda que fueran un refrito de la fórmula que me salía fácil, en plan revival, como tantos que hay.

Miqui Puig, en actitud pensativa (Foto: Santi Trullenque)

Miqui Puig, en actitud pensativa (Foto: Santi Trullenque)

Me queda la sensación leyendo el libro de que crees que España es un lugar difícil para que prosperen a largo plazo carreras en solitario de músicos que han liderado bandas exitosas anteriormente, salvo casos que juegan en otra liga, como Bunbury o Manolo García.

Totalmente. Es mi caballo de batalla. En eso nos gana Francia, nos gana Italia, nos ganan todos. Tío, no pasa nada, la nostalgia está, sigues interpretando tus canciones… el otro día un colega me contó que fue a ver a Santiago Auserón y que hasta el último minuto no tocó ninguna de Radio Futura hasta el último bis, y fue “El puente azul” (1992). Qué huevazos. El otro día hablé con alguien del caso de Coque Malla, que hasta que no sale el anuncio en el que suena “No puedo vivir sin ti”, no reparamos en él. Solo hay algunos casos de gente que vive en Madrid, y que saben rodearse muy bien, a quienes les funciona. Josele Santiago le decía hace unos días a Carlos Zanón que le había gustado mi libro. Y Josele también es un caso similar. Una vez, tocando en Girona con Los Sencillos en nuestra última gira, y esto no lo cuento en el libro, estábamos en el camerino Australian Blonde, Los Enemigos y nosotros, y es uno de los momentos donde mejor me lo he pasado nunca. Éramos tres grupos muy distintos pero muy auténticos en nuestras respectivas posturas. También pesa el hecho de que los fans pasan, y para algunos llega una edad que el pop ya no toca, porque se han hecho mayores, se han comprado un coche de señor mayor, visten como un señor mayor y tal. Y luego de repente quieren correr porque les entra la nostalgia, y la nostalgia es un arma, que decían Fangoria: a veces nos puede. Yo quería que el libro tuviera poca nostalgia, y tiene la que tiene, porque no deja de ser un libro memorístico.

Abundas en tus años de incesante actividad como DJ, resaltando tres ciudades en las que “nada malo podía pasar”, como son Tarragona, Zaragoza y Valencia. También hay momentos chungos, claro, como aquella vez en que te lían para ir a un debate en Canal 9 sobre gordos, en el que interviene el padre Apeles.

Eso fue un gol muy bestia que me metieron, del que alguien en mi oficina no estuvo al tanto. También es verdad que llega un punto en el que hablas bien, te necesitan, y recurren a ti. Ahora hay una locura en que todo tienen que ser jóvenes. Y no entro en hablar de sexos, razas y tal, porque ahí no debería haber debate, tenemos que ser abiertos. Pero confundimos la juventud con otras cosas. Lo del senior cuesta mucho. La última vez que toqué en Valencia, compartí escenario con Jimena Amarillo, y había chavales jóvenes que habían ido a verla, vieron mi show y se quedaban en plan “pero ¿tú quién eres?”. Y uno de ellos habló con su padre y este le dijo “claro, este tío es un crack”. Es este punto virgen para ti, de que nadie sabe quién eres porque no les corresponde por edad, y que les enganchas por lo que estás haciendo. Una vez Marcus (Liesenfeld), de Le Hammond Inferno, me vio tocando en el Pulp Fest y me dijo “qué nivel, qué bandaca”, esto era con mi segundo disco en solitario, creo, que llevaba el gran conjunto eléctrico y perdía la camisa en cada concierto. Pero no sé hacerlo de otra manera. Cuando tengo algo en la cabeza, tiro para adelante con todas las consecuencias. Hay gente que está descubriendo ahora mis dos últimos discos, y está muy bien. Hago lo que puedo, y lo del libro es bonito porque se están abriendo ventanas a gente que no me controlaba, y periodistas del ámbito generalista que me habían perdido la pista. Y esto que hablamos de las divisiones entre generaciones también pasa con las emisoras de radio: a mí me ha costado entrar en Radio 3 durante muchos años. Porque hay una serie de locutores que parecía que quisieran cortar con las generaciones anteriores, y está muy bien estar al tanto de lo que hace la gente que empieza ahora, pero tenemos que convivir todos. Lo que no puede ser tampoco es esto que decía un músico hace poco, “las colaboraciones nos han sobrepasado”. Claro, es que habéis hecho muchas. Y a veces sin sentido. Yo he colaborado con Jeannette, con Irantzu Valencia, y poco más. Un medio dijo que le había sacado poco partido a lo de Irantzu, que la había explotado poco. ¿Cómo que la he explotado poco? Es que yo solo quería una voz angelical cantando lo de “miedo, cariño y cajas de ritmo”, no quiero más, no quiero hacer el Pimpinela de toda la vida. Que me cante el estribillo de mi vida y ya está. Y no el típico dueto. Tirar un poco por la tangente, como hago yo, tiene sus consecuencias. Yo intento escoger, aunque también me pueda equivocar. En esta autobiografía ya digo que la culpa no es de terceros.

Lo de actuar como DJ en tal o cual sitio: estás a punto de mandarlo al carajo muchas veces.

Totalmente, pero te puede la música, Carlos. El otro día en una sesión a la hora del vermut en un pueblo de Tarragona, complicada a nivel de sonido, pongo una versión del “Cuba” (1979) de los Gibson Brothers y aparece un señor de setenta años con dificultades para moverse, con un perro, bailando y cantando toda la puta letra. Ya ha valido la pena, ¿no? Has hecho feliz a una persona. Y cuando tengo estos días de mierda a veces, luego aquí en casa, mi mujer siempre me dice “ya, pero es que haces feliz a la gente”. Y ahí es donde te compensa todo. Aguantar a imbéciles ya no los aguantas… el otro día me viene uno y me dice “vas vestido de pastorcillo”, y yo le digo, “bueno, y tú de votante de Convergència”. ¿Sabes? También es que en los últimos años al DJ se le ha tomado en este país como a un burro a quien solo se le puede pedir que ponga “Paquito el chocolatero” en un entorno en el que suena acid house. Pero bueno, cuando bebemos y nos drogamos, la gente a veces no tiene… no estamos preparados, sea quien sea nuestro creador, para que seamos muy duchos en esas situaciones (risas).

Las introducciones de tus capítulos están repletas de apuntes que dejan con ganas de más, como cuando cuentas una cena que tienes con gente próxima a ERC, con Joan Puigcercós y músicos del rock en catalán de los años noventa, y dices algo así como que se quejan, y flipas con eso.

Yo hago mi programa de radio, Pista de Fusta, en catalán, sabes que soy hijo de padres catalanes, me expreso en catalán y en castellano, aunque canto en castellano, y todos sabemos que hay momentos en los que los gobiernos subvencionan cosas porque se tienen que subvencionar, o al revés, como lo que os está pasando en Valencia con el valenciano, al que le están recortando porque parece que ahora no toca: no creo que tengamos que llegar ni a un extremo ni a otro. Pero durante los noventa hubo grupos que vivieron muy bien, se cobraron cachés muy grandes. De hecho, yo estoy en contra de que las fiestas populares tengan grupos de música pop. Al menos que haya un tope salarial, como en la NBA: si tocas en un ayuntamiento, tanto dinero según el número de habitantes del municipio. Aquella cena fue surrealista: gente de medios, managers, de grupos… Quimi Portet con su discurso de “yo soy millonario, no sé qué hago aquí” (risas). Son extractos de mis diarios que a mí y al editor nos parecían llamativos y cortamos, como si fueran unas pipas. En este caso, tampoco iba a ir más allá porque la cena fue en La Camarga, que sabes que fue el sitio de las famosas escuchas del PP. Y fue justo en el momento de tripartito, cuando la gente que venía del rock catalán se quejaba de que al llegar los socialistas solo iban a poner flamenco. Estas cosas tan de “unga, unga”. Creo que en aquella cena yo cubría el cupo del raro. En Catalunya soy el raro, porque juego a otra cosa, soy como un cantautor acid house (risas), y tampoco soy rockista, que es algo que funciona muy bien. Al contrario. Me gustan otro tipo de cosas.

Decías que hay gente que puede tener una imagen arrogante de ti por cómo opinas en público, pero en el libro muestras todas tus vulnerabilidades e inseguridades.

Es que o explico todo de verdad o no jugamos. Y eso le gusta a la gente. Y me llama (Carles) Francino para una entrevista porque ve que no es la típica biografía de “y luego nos metimos catorce rayas y no sé qué”. Lo tenía muy claro. Patricia Highsmith era una señora que escribía obras maestras y tenía unas inseguridades que te cagas. Nick Cave también. No tenía ninguna otra manera de contarlo y que se entendiera. Carlos Zanón se quejaba de que en mis canciones siempre hay como una barrera, que siempre corto la primera persona o la disfrazo de terceros. Mis dos últimos discos están llenos de canciones así. Un poco cansado de las canciones de estar triste y de sufrir, que al final son las que buscamos para sanarnos, a través del sufrimiento de otros.

De hecho, afirmas que Colección de favoritas (1999) es tu disco favorito de Los Sencillos, pero su escritura te dejó seco, fue duro.

Bueno, estaba totalmente enamorado de una persona, y le dediqué el disco. Y no sabía que iban a ser dos discos. Ahí es donde empecé a escribir de esta manera miquipuigesca, mucho más personal. Todavía hay un componente naïf. Joe Dworniak, que es un puto jefe y la persona que me ha enseñado casi todo sobre producción, sacó toda su magia. Ahí empecé a abrirme. Y Casualidades (2004) es otro disco que me dejó bastante seco. Puedes seguir mi biografía por las canciones, lo digo en el libro.

Hablas mucho sobre la industria. Sobre Alfonso Pérez (DRO, Warner), a quien mencionabas antes. O sobre José María Cámara (Ariola), que en un encuentro con el entorno de Bruce Springsteen te alaba en público, pero al mismo tiempo no dice que te botó de su sello. Es una fauna complicada. ¿no?

Sin duda. Alfonso (Pérez) también me echó al final, porque tienen que salir los números, es lógico. ¿Me entiendes? Y el otro día me dijo que me admira, tras leer el libro. Y yo a él. Pero eres una apuesta y eres números. Cuando la gente dice que las discográficas son los malos… no, no, tío, calma, calma, las discográficas en aquel momento eran mecenas, señores que apostaban por ti a cambio de dinero. La industria no es bonita. Por eso nos tendríamos que dedicar solo a cantar. Jugamos con la vulnerabilidad del autor, de un tío que solo quiere hacer canciones y luego hay pájaros dando vueltas. Pero hay que entenderlo. Tú eres un generador de dinero, y si no llegas, pues te tienes que buscar la vida. Hay otro ámbito, el tema de los managers, en el que no he metido mucha caña, pero también es uno de los mundos donde cuando ves que las cosas no van bien y se desmorona todo, te dicen que hay toda esta mochila y todo este bagaje. Pero meter cizaña con esto no tiene sentido. A la gente que lo ha leído le gusta más ver cómo tú eres vulnerable a la hora de escribir, pinchar y enfrentarte a mil cosas. Como a los miedos. Que aún me pasa: estoy pinchando y veo que alguien pone mala cara y yo me giño.

¿Cambiarías algo de tu vida si pudieras? ¿Te dedicarías a otra cosa?

No tengo ni idea. Sí que envidio, de forma sana, a quienes hacen cosas con las manos. Los artesanos. Gente que hace pan, ropa o cosas con madera. Porque es la conjunción de algo práctico y a la vez mágico. También es verdad que lo nuestro es práctico, porque emocionamos a la gente. Y en los libros pasa también: si la gente se engancha a un libro, me mola mucho. Me está pasando ahora. “Cómo me gusta”, “cómo te has abierto”, me dicen. Que tampoco era el objetivo principal. Pero está muy  bien.

Fotos: Santi Trullenque.

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