La India es conocida por sus extremos. Cuando llegué, la homosexualidad sólo llevaba dos años legalizada; el alto tribunal de Delhi anuló un artículo de la constitución que la comparaba al sexo con animales.
En un país donde las chicas tienen que refugiarse en un recodo de la playa bajo sus dupatas para siquiera mirar a su amante, mis ojos se anclaban en las manos unidas de hombres en medio de una multitud que las omitía. A pesar de aceptar que la sociedad en la que crecí es altamente machista, no dejaban de asombrarme las muestras de afecto entre hombres (heterosexuales). No es inusual que en el trabajo compañeros se dieran masajes de espalda o de manos y en los trenes el espacio personal es inexistente. En esta delgada línea entre la exploración, la represión y lo prohibido se ha movido siempre la homosexualidad en India. Presente, pero muda, e ignorada.
Bollywood es un reflejo de esta sociedad, en sus artífices y contenido. Todo el mundo sabe quién es gay, pero pocos se atreven a declararlo públicamente, a pesar de iniciativas como Bolo. Hollywood no se queda atrás en este respecto.
En cuanto al contenido, (en slang de Ana Bottle) ¿Who’s Afraid of the comité de censura? Todos. Ese omnipotente lobo feroz permite sólo dos géneros de LGBT: el jocoso mariquita y el dramático enfermo de SIDA. Los retratos más desgarradores no se atreven a enfrentarse al todopoderoso. Sólo quedan retales de sus hazañas por internet y alguna escena explícita en youtube.
Como Buero Vallejo o Saura en la dictadura, post-2009 surgen los posibilistas y las historias añaden la homosexualidad como trama secundaria. En este corto, un adolescente descubre que su idolatrado hermano mayor es gay. Estuve a punto de rodar su salto al largo, ahogado en canciones y baloncesto. De los cuatro capítulos de Bombay Talkies (2013), una película que celebra los 100 años de cine en India, la mitad son de temática gay.
Karan Johar se adhiere al encanto del melodrama más exacerbado (inspirado en Tenessee Williams) elevando la trama homosexual a primer término en un matrimonio (no como el descafeinado tranvía llamado Blue Jasmine de Allen). Y Zoya Akhtar nos devuelve a la fascinación-imitación de un niño con su ídolo, Katrina Kaif, a lo Edith Piaf, en Ma vie en Rose. Algo muy acertado en la sociedad india, ya que los transgéneros son, probablemente, uno de los grupos más visibles, del que ladraremos la semana que viene.
A finales de año, el Tribunal Supremo anula el dictamen de 2009 y la homosexualidad volvía a ser ilegal. Horrorizada por esta sentencia, Naciones Unidas estrena esta semana The Welcome, un vídeo viral sumergido en el remix de un éxito de Bollywood de los 70. El hijo pródigo vuelve a casa con un novio gay, eso sí, engalanados de terciopelo verde y raso rosa, y la reticente familia acaba aceptándolos.
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!