En el 80º Festival de Venecia se estrenó Maestro, el biopic protagonizado y dirigido por Bradley Cooper, que se centra en la figura de uno de los mayores grandes directores de orquesta de la historia, además de haber sido un gran compositor de música clásica, jazz y musicales. Se trata nada menos que del gran Leonard Bernstein, un personaje que Cooper interpreta con una identificación abrumadora en todo momento por su gestualidad, carga emotiva y voz.
La película se divide en dos partes. La primera, en blanco y negro, está llena de esperanza, su ritmo es muy dinámico, con un aflato romántico, y en ella se relata la brillante afirmación de un genio de la música, así como los inicios de su relación con la que será su esposa, la actriz chilena-costarricense Felicia Montealegre —quien participó en el recitado de Sinfonía Kaddish y El martirio de San Sebastián de Debussy, y estudió piano con el chileno Claudio Arrau en Nueva York, en una de cuyas fiestas conoció a Bernstein—, que es interpretada excelentemente por Carey Mulligan.
En la segunda parte de la película, rodada en color, será donde Bradley Cooper se centre más en la descripción de las dificultades, dudas y contradicciones privadas y profesionales del gran músico, dividido entre su amor hacia su esposa y sus conocidos flirteos con jóvenes músicos, sobre todo en los años setenta. El compositor de West Side Story estuvo muy unido a Felicia hasta su muerte prematura a los 56 años por cáncer de pulmón, aunque se habían separado en 1976, por la relación del músico con Tom Cothran. El director de Ha nacido una estrella también nos muestra cómo Leonard Bernstein estuvo perennemente atormentado por su inseguridad sobre su legado musical: ¿sería recordado como un gran director o como compositor?
La obra de Cooper oscila entre el clásico biopic y un estilo más seco que recuerda al de Escenas de un matrimonio. En este sentido, es inolvidable la primera bronca entre Leonard y Felicia mostrada magistralmente con un único plano fijo de varios minutos, que transcurre en el interior de una habitación con colores cálidos (la familia vivía en el famoso edificio Dakota), mientras a través de las ventanas vemos como contrapunto el paso del Snoopy gigantesco del desfile del Día de Acción de Gracias.
El resultado es una película que pese a su apreciable factura no consigue convencer completamente, ya que se convierte en un vaivén de estilos no del todo coherente, aunque tiene, sin embargo, el gran mérito de centrarse sobre todo en la psicología de Bernstein y en la relación con su esposa, sin caer nunca en una fácil exaltación del personaje. La banda sonora es espectacular, incluyendo una secuencia en la que Bernstein dirige con una intensidad inolvidable el final de la Segunda Sinfonía de Mahler, cuyo concierto original se puede encontrar en YouTube) .
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