¿Por qué la vanguardia de la moda masculina, como Rick Owens, se empeña en vestirnos como si fuéramos replicantes enlutados?
Me sucede cada mañana. Mientras me empapo de los dictados de las pasarelas internacionales -o sea, cuando consulto Instagram sentado en el retrete-, se repiten ante mí las mismas imágenes, da igual que se trate del otoño de 1998 que de la primavera de 2015: siempre hay algún diseñador empecinado en ataviar a los hombres como si, en vez de para ir a la oficina, nos vistiéramos para protagonizar un crossover entre Matrix y Blade Runner.
O es cosa mía o un buen puñado de modistas se dedica a repetir los mismos lugares comunes -esos que la industria ha catalogado como vanguardia- temporada a temporada. Tópicos que, además, rara vez encuentran cabida en el guardarropa masculino. Decidme acaso si a excepción de alguna sudadera oversize cargada de capucha y cremalleras, hay hueco en vuestros armarios para tanto cuero-látex y tanto chambergo negro. Además, pensad en qué ocasión sería adecuado ir vestido de espadachín escocés apocalíptico: solo los estilistas, los galeristas y los figurantes de algún capítulo de El Ministerio del Tiempo se lo pueden permitir.
Es como si los enfants terribles de la moda masculina concibieran sus colecciones utilizando esos juegos de dados con los que las parejas aburridas intentan animar su alcoba. Esos que tienen escritas partes del cuerpo y verbos picantes para propiciar la interacción marital. Si los habéis probado sabéis que “tocar-oreja” así en frío no es demasiado excitante…
A lo que iba, imagino a estos creadores en sus estudios lanzando pares de dados tuneados para la ocasión. Sustantivos como “gladiador”, “enterrador”, “guerrero”, “diácono”, “verdugo” y “vampiro” figuran en las caras de uno. En las del otro, adjetivos como “sadomasoquista”, “siniestro”, “futurista”, “inquietante”, “fúnebre”, “taciturno” o “mustio”. Las combinaciones azarosas siempre resultan adecuadas para calificar los looks que acaban sobre la pasarela. ¿Que no? Comprobémoslo con estas propuestas de diseñadores bien modernos y bien transgresores ellos:
Yo, lo confieso, llevo años intentando sumarme a esta tendencia y cada otoño quiero envolverme en capas negras y embutirme en leggings de vinilo. Pero siempre fracaso: aquí el caloret se alarga hasta Todos los Santos y si salgo a la calle el 31 de octubre ataviado así, la mayoría no me identifica como un hombre de vanguardia, piensan que voy de Enterrador Mustio.
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