L’ofrena es la segunda incursión de Ventura Durall en la ficción, tras Las 2 vidas de Andrés Rabadán. Al director, guionista y productor, graduado por la ESCAC, que ha realizado documentales y audiovisuales para centros museísticos, no le arredra enfrentarse en su nueva película a tres de los grandes temas de la ficción universal: la vida, la muerte y la redención. Para ello recurre a un argumento que triangula personajes potentes, encargados de ligar el pasado, el presente y el (no) futuro.
Jan (Àlex Brendemühl) es el custodio de las últimas voluntades de quienes en vida no pudieron o supieron despedirse y abandonar en paz este mundo, pero recurren a sus servicios para conseguirlo. Rita (Verónica Echegui) es el presente tormentoso, apasionado y entregado, sin límites para amar. La psiquiatra Violeta (Anna Alarcón) es la confluencia, el objeto y el sujeto de una estratagema urdida a sus espaldas para que el pasado recobre su sentido. Jan reescribirá su dolor y la historia tormentosa que los unió con o sin su consentimiento.
Durall, cuyas obras han sido seleccionadas y premiadas en certámenes como Locarno, Sundance, IDFA, San Sebastián o Málaga, deshace con una inusual delicadeza un nudo trágico de dimensiones clásicas, logrando un tono íntimo, hipnótico y no carente de misterio. La fotografía de Álex García y la música de Alberto R. Lucendo envuelven el guion que Durall ha escrito junto a Sandra Beltrán, Guillem Sala y Clara Roquet.
A lo largo del filme podemos masticar el sabor del arrepentimiento, el silencio de un vacío que sustituyó a un buen final. Además, acompañamos compasivamente la sensación de deuda de Jan y nos preguntamos cuál será el precio del perdón para que consiga reconciliarse consigo mismo. Desde luego, nos sorprenderá y, sin embargo, lejos de encontrarlo forzado, lo viviremos como algo inexorable.
No podemos dejar de insistir en la gran carga dramática que las actrices y actores de L’ofrena llevan con la delicadeza que les presta su talento. Verónica Echegui es un puro desplegable de emociones entrelazadas y alternadas, que apelan a las nuestras con la expresividad de sus ojos. El desamparo y la necesidad de Rita de entregarse de forma absoluta la arrastran al riesgo, casi a la renuncia, en aras de la felicidad del otro.
Àlex Brendemühl asume en su rol el tormento más intenso, profundamente escondido, en una travesía que perdió la inocencia en el cámping Ulisses, de simbólico nombre, para buscar la reparación de su pesadumbre con la aparente impasibilidad de quien se siente seguro, porque tiene un plan. Anna Alarcón, por su parte, ofrece una vez más una interpretación poderosamente matizada, en este caso de la mujer que ha elegido no convivir con la aflicción, pero que no la ha logrado vencer. Pablo Molinero, un actor de firme trayectoria, es la elección de Durall para encarnar en L’ofrena al marido de Violeta, un personaje que gana protagonismo gracias a su convincente actuación, relevante en los tête-à-tête con la mujer que creía conocer.
En palabras de su director, el filme Toma la forma de una parábola que explora cómo nuestros actos se cristalizan en estructuras mentales como la obsesión, la culpa o el perdón. El perdón implica una voluntad íntima de redención pero también necesita al otro para visualizar esta voluntad y aceptarla. […] ‘La Ofrenda’ propone respuestas a estas preguntas desde un humanismo radical y desde una psicología profunda: la construcción del espacio para que el otro sea receptivo a la escucha y a la transformación de la necesidad al acto. Por eso para existir necesita que funcione en los dos sentidos. Este es el último propósito de Jan con Violeta, pero también el de la película con sus espectadores.
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