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Liz Phair y su exilio en la ciudad de los tíos

En Música jueves, 6 de julio de 2023

Sergio Ariza

Sergio Ariza

PERFIL

Es difícil de explicar el impacto del Exile In Guyville en el mundo de la música alternativa. De primeras, era un disco de indie rock hecho por una chica, no había muchas en la escena y las que estaban, gente como PJ Harvey, Katheleen Hannah o Kim Gordon parecían guerreras que te podrían arrancar la cabeza, en cambio Liz Phair parecía la vecina de al lado de la que te enamorabas en las estúpidas comedias románticas. Claro que nadie esperaba que Meg Ryan o Julia Roberts dijeran cosas como Cada vez que veo tu cara pienso en cosas impuras, impúdicas, quiero follarte como a un perro, te llevaré a casa y haré que te guste… Quiero ser tu Reina de la mamada.

Pero es que, además, el disco estaba programado como una respuesta, canción a canción, a un disco tan poco indie como el Exile On Main Street de los Rolling Stones, con Phair secuenciando el disco a su imagen y semejanza (algunas veces funciona y otras no tiene nada que ver), y va sobre, además de follar y correr, la escena indie de Chicago en la que estaban bandas como Smashing Pumpkins o Urge Overkill, que fueron de quien Liz cogió el nombre de ‘Guyville’ para nombrarla, aunque supongo que en estos días se llamaría Ciudad Machirula.

El caso es que, por un lado, Phair quería formar parte de esa escena y, por otro, se daba cuenta de cuanta tontería machista había allí encerrada. Su disco es la perfecta destilación de ambas, un disco indie por los cuatro costados con unas letras sobre todas las gilipolleces que rodeaban al movimiento, quizás donde quede mejor ejemplificado sea en “Stratford-On-Guy”, en la que desde un avión se da cuenta de lo pequeña y ridícula que se ve Guyville, y toda su escena, desde el cielo.

Lo curioso es que este disco supuso su despegue definitivo convirtiéndola en un nombre conocido pero nunca llegó a superarlo, todavía tenía unas cuantas grandes canciones en su manga, como “Supernova” o “Polyester Bride” pero ya no habrá un disco más a la altura de Exile On Guyville.

Pero volvamos al principio, el origen de este disco viene de varias cassettes que Phair grabó con varias de las canciones que posteriormente aparecerían aquí, la primera de ellas en 1991. Lo hizo bajo el alias Girly-Sound y se las pasó inicialmente a un par de amigos, pero comenzaron a circular copias de las mismas y se corrió la voz por la ciudad hasta que el dueño de una pequeña independiente, Feel Good All Over, le puso en contacto con el productor Brad Wood y comenzaron a grabar. Pero las cintas de Girly-Sound llegarían más lejos hasta las oficinas de Matador Records que decidieron ofrecerle un contrato.

Cuando Liz Phair decidió grabar el disco no tenía muy claro cómo hacer uno, así que decidió hacer una copia de la composición del Exile On Main Street y terminar con un disco doble de 18 canciones. Algunas veces la conexión entre canciones no tiene mucho sentido, otras lo tiene del todo, no hay que olvidar que en el lugar del disco de los Stones donde aparece “Tumbling Dice”, su canción más conocida, la cantante mete “Never Said”, el sencillo más claro de su disco, además las dos fueron los sencillos de presentación de ambos discos.

Pero es que los paralelismos con la obra maestra de los Stones van más allá, con algunas canciones de Guyville siendo directas respuestas a las canciones de Jagger y Richards. Por ejemplo, la canción 10ª del disco del 72 es “Happy”, otra de sus canciones fundamentales, en la que Keith canta eso de Necesito un amor para sentirme feliz y habla de cómo es un bala perdida pero necesita amor, pues bien la canción 10ª de Guyville es “Fuck And Run”, otra de sus esenciales. En el estribillo, Liz Phair contesta al Stone Quiero un novio, quiero un novio, quiero toda esa estúpida mierda anticuada, como cartas y refrescos. Y termina la canción con otro de esos momentos que escandalizaron a todos: Puedo sentirlo en mis huesos voy a pasar toda mi vida sola, es follar y correr, follar y correr, incluso cuando tenía diecisiete años, joder y correr, joder y correr, incluso cuando tenía doce.

Luego también está esa rareza musical llamada “Flower” en la que Phair dejaba salir toda su sexualidad sin reprimirse nada y esa era una respuesta a su canción correspondiente, “Let It Loose”, en la que Jagger invitaba a eso, a dejarse llevar, aunque supongo que hasta su mismísima Satánica Majestad se ruborizaría escuchando a esa chica decir esas cosas.

Y es que, como apuntaba al principio, Liz Phair explotaba sus inseguridades y las dejaba salir en unas letras totalmente directas, puede que en la portada pareciera la personificación de “Flower”, la come-hombres en topless, pero ella estaba bastante alejada de eso, no era sino una más de sus muchas contradicciones. PJ Harvey sacaba ese mismo año una canción en la que se convertía en una Reina de 15 metros de largo, Phair se conformaba, en sus momentos más atrevidos, con elevarse un metro 85 centímetros, como en la canción que abría el disco.

Exile In Guyville era puro indie rock, mezclando lo fi, grandes melodías y una honestidad en las letras totalmente radical, ejemplificado no en las frases más explícitamente sexuales, sino en esa sentencia demoledora de otra de las canciones fundamentales, “Divorce Song”, en la que decía eso de Es más difícil ser amigos que amantes y no deberías intentar mezclar las dos cosas, porque si lo haces y sigues siendo infeliz entonces sabes que el problema eres tú.

Ahora que parece que hay un nuevo resurgimiento de ese sonido, Exile in Guyville y Liz Phair se han convertido en el faro para toda una nueva generación de artistas como Phoebe Bridgers, Soccer Mommy, Lucy Dacus, Frankie Cosmos, Julien Baker, Jay Som o Snail Mail que siguen bebiendo de la fuente inagotable de este disco.

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