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Literatura, reverencia y videojuegos en Ready Player One

En Pain & game, Lifestyle jueves, 7 de agosto de 2014

Adrián Hernán

Adrián Hernán

PERFIL

Ernest Cline parió su novela distópica Ready Player One como un paso lógico a su afinidad y admiración por la cultura pop de los ochenta, pero más por los títulos que una industria al alza comercializaba: Joust, Zaxxon, Adventure o Black Tiger, un merecido respeto por una época irrepetible o cuando la literatura venera a los videojuegos.

Todavía recuerdo meterme hace varios años en un OpenCor, en busca de carbohidratos y dulces panaceas a medianoche, cuando vi la portada del libro. Un Invader con fondo azul pretendía que lo leyese. Aborrecí al primer instante el título, Ready Player One. Me imaginé que alguien había tenido la idea de elegir al extraterrestre con forma de cangrejo para llamar la atención de los millones de frikis del mundo, yo, con la utilización de ese icono intergeneracional. Con mostrar un marcianito no conseguirá una venta, dije, o pensé. Leí la sinopsis y me pareció interesante, pero la obvié entre las decenas de novelas que tenía en mente para leer.

El sistema Oasis en ready Player One, scifi pura

El sistema Oasis en ready Player One, scifi pura

Hoy me maldigo. Lo que reconocí como un insulto a la integridad cultural de los seguidores de un medio capital en los últimos treinta años no era otra cosa que la adulación hacia los videojuegos por parte de la narrativa, la ficción. Ernest Cline vivió su adolescencia en los ochenta, década generadora de cien iconos pop por segundo. Lo plasmó en una novela en la que el protagonista no era otro que el juego/realidad Oasis. Y a partir de ese mismo principio, carga una batería de referencias a la cultura de aquellos años; al cine, la música pero sobretodo al medio cultural que acabaría por devorar al resto, los videojuegos. Ready Player One es pura aventura dentro de la ciencia ficción y nace como la mayoría de videojuegos de los ochenta y noventa, para entretener, sin aspiraciones filosóficas ni similares. Puro divertimento para Cline. Y para todos nosotros. Wade Watts es un don nadie en Oasis, el entretenimiento y vía de escape de todo un planeta oprimido por una devastadora crisis energética en la cuarta década del Siglo XXI. Su vida cambiará en el momento en que se convierte en el primer avatar en descubrir la Primera Puerta, una serie de Easter Eggs -una más entre las centenares de referencias a los videojuegos- depositados en Oasis por su creador. El primero que consiga traspasar las tres heredará su fortuna billonaria.

Este MMORPG hipervitaminado es la utopía que necesitan los ciudadanos, que viven una mierda de cotidianidad y, en él, Cline transfiere sus preferencias pop de los ochenta. Juegos que ya casi nadie recuerda: Joust, Zaxxon, Adventure, Tempest o Black Tiger, referencias a concursos reales ya pasados -la infame historia de SwordQuest y Atari- y también a otros medios: Lady Halcón, Blade Runner, los Ewoks o Rush en una muestra de buen gusto que llega incluso al excepcional booktrailer de la novela.

Reimaginación fanart de Ready Player One

Reimaginación fanart de Ready Player One

Me hace pensar en la convergencia de medios, Warner ya pagó una millonada por los derechos de la película, pero pensemos más allá. El videojuego de la novela, Oasis versión real. El videojuego del libro de la novela. Un camino infinito y absurdo que convierte en sabia la decisión del autor de no convertir Ready Player One en una saga de siete libros. No es el mejor, ni tampoco el más conocido -en España-, pero, para gozo de Cline, Ready Player One es ya un clásico de los videojuegos, y sin necesidad de PC ni consolas, tampoco de cartuchos, cedés ni disquetes; apenas papel encuadernado.

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