La estupenda actuación de Lady Gaga como “la condesa” en American Horror Story es, hasta la fecha, la última recreación de la mujer vampira. Ser hermoso de boca roja, dedos como agujas, amante de jóvenes hermosas y gatos negros sobre la que escribió, antes que Bram Stoker, el irlandés Sheridan Le Fanu.
Siempre he tenido claro que, desde un punto de vista interno, el atributo principal del monstruo tiene que ver con la individualidad y su relación con el espejo; con la incomprensión y la luna, y a resultas de todo ello, con el frío y la soledad.
Desde una perspectiva externa, la reacción de la gente frente al monstruo se caracteriza, a su vez, por una confusa mezcolanza de miedo y atracción.
Es por ello que siempre he pensado que la belleza extrema resulta una particular forma de monstruosidad. La belleza extrema de la mujer es, en ese sentido, una forma de desmesura. Una monstruosidad que cumple con todos los requisitos de lo monstruoso: soledad e individualidad de una para con una; atracción y miedo por parte de los demás.
En lo que toca, al punto de vista externo, creo que a la mujer (a toda mujer y no sólo a la mujer muy bella, o a la mujer-vampira) se le ha tratado de hecho como a un monstruo. Los griegos asociaron la monstruosidad con la desmesura (hybris), desde antiguo muchos monstruos tienen algo de mujer: harpías y sirenas, Escila, Górgonas y Caribdis…
Al igual que al monstruo, a la mujer se le ha tapado, ocultado, temido e insultado: sexo débil, poco firme, inestable, pensaba Kant. Schopenhauer aconsejó medir la presunta cortedad de sus ideas con la longitud de sus cabellos. Los griegos ligaron a Pandora con el mal. Los pitagóricos con la oscuridad y el caos. La Iglesia católica asoció directamente a la mujer con el pecado, esto es, con la tentación y las formas… atractivas de maldad.
Y cuando el cine tuvo que representar la ambivalente naturaleza (atracción-repulsión) del mal, unió a la mitología de la mujer hermosa-monstruosa que tienta y lleva al mal, su particular mitología de seres fríos como estrellas heladas de metal: Ava Gardner cargó con ser el “animal más bello del mundo” y el diablo se rodeaba de mujeres malas y hermosas.
Hace poco, una estudiante del proyecto sobre arte y política que dirijo, “La norma y la imagen”, asociaba acertadamente en mi opinión, la quema de chicas acusadas de brujería con la relación que el miedo guarda con la política. Hablamos de mujeres-monstruo, de Lady Gaga, de la mujer pantera.
Luego en el tren me entretuve pensando en la Gorgona Medusa, en Gelo, en la Esfinge, en la bella Helena considerada en Iliada como una funesta Erinia: por subelleza mortífera, ella misma se llamará “Cara de perra” (kynopis).
La historia es larga. Por ello, si se me permite el salto podría insistir en que a la mitología más literararia, el cine del siglo XX y XXI añadió su particular mitología de lo fantástico. Gerard Lenne recuerda en El cine fantástico y sus mitologías, entre las múltiples variaciones de una erotología simbólica, los ecos de Eurídice y de Edipo en Las novias de Drácula (Terence Fischer, 1960).
¡Qué casualidad! La semana pasada un periodista argentino nos preguntó cuáles eran nuestras películas de vampiras preferidas. El terror es uno de mis géneros preferidos y como además la pregunta está bien hecha me atreví a responder que entre mis películas de terror, hay muchas de vampiros. El Nosferatu de Murnau, el Nosferatu de Herzog, Le tengo mucho cariño al humor vampírico (muy distinto) de El baile de los vampriros de Polanski y al Fright Night de Tom Holland.
Mi preferida es, como para tantos de los amantes del cine y no sólo del cine de terror, Déjame entrar, el film sueco de Tomas Alfredson.
Hace poco terminó la última temporadas de American Horror Story (Hotel), en ella destacó la condesa Lady Gaga por encima de una historia que ha comenzado a decaer desde que entraron Kathy Bates y los buenos sentimientos.
Releí el ensayito clásico El horror en la literatura. En él H. P. Lovecraft incluye aLeFanu entre los autores fundamentales de una tradición “romántica, semigótica y cuasimoral”, una nómina alrededor del XIX que incluye nombres tan ilustres (y dispares) como Wilkie Collins, H. Rider Haggard, Conan Doyle, H. G. Wells o R. L. Stevenson.
Carmilla (1872) de Sheridane LeFanu es la novelita fundacional de las vampiras. Se dan en ella la atracción de la vampira por las jóvenes hermosas, el colmillo de mujer, la seda, la noche. Antes que Bram Stoker diera forma masculina al vampiro que Polidori ya concibió en Villa Diodati el año del verano que nunca llegó, en el lago de la urdimbre de los monstruos (Shelley, Lord Byron y Mary Wollstoncraft con su Frankenstein), el vampiro (nuevo monstruo atractivo-repulsivo a la vez) era mujer.
Pensé en la lista de vampiras preferidas. Como son mis preferidas no incluyo bailes de vampiras en bares de tetas enroscadas ni películas tontas de vampiros para los hijos de la tea party family más convencional.
Creo que entre mis vampiras preferidas hay dos falsas-niñas: Kirsten Dunst en Entrevista con un vampiro (Jordan, 1994) y Eli, la vampira que da besos en morse en Låt den rätte komma in. Entre las más adorables incluiría a Saoirse Ronan y a Gemma Arterton en Byzanthium (Jordan, 2012); entre las más sexis, la amplia nómina de vampiras de Terence Fischer para la Hammer y entre aquellas con las que pasaría la eternidad, entre libros, sofás y música rock, Tilda Swintony Mia Wasikowska: Solo los amantes sobreviven, Jarmush 2013.
El caso más terrible de monstruosidad y belleza, atañe por igual al sentido más elevado (ligado a la desmesura de la belleza) y el afán más vulgar de lo monstruoso (la violencia de los hombres): Sharon Tate en El baile de los vampiros, el film de Polanski, supone para mí no un fetiche libidinal sino toda una metafísica.
Los últimos años he visto algunas películas novedosas de vampiros: 30 días de oscuridad (2007) de David Slade; Afflicted (2013) de Derek Lee, Thirst de Park Chan-wook, Lo que hacemos en las sombras, el despiporre neozelandés de Taika Waititi, Jemaine Clement, entre ellas junto a los Déjame entrar, hay otra vampira, la chica iraní que vuelve a casa sola por la noche de Ana Lily Amirpour.
Las novias de Drácula, El baile de los vampiros, Låt den rätte komma in, y entre las novias de Carmilla: Eli, la mejor amiga; la más leída Tilda Swinton; la más fríaCatherine Deneuve, jugando una partida interminable con el tiempo y con uno de los monstruos más elegantes de este planeta de normal poblado por seres mezquinos y vulgares: David Bowie, otro vampiro afortunadamente inmortal.
Hermosos: dientes de vampira
Malditas: estacas
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