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Dr. Strangelove, la sátira de Kubrick sobre la Guerra Fría

En Cine y Series lunes, 12 de febrero de 2024

Sergio Ariza

Sergio Ariza

PERFIL

El 22 de octubre de 1962 el presidente estadounidense John F. Kennedy se dirigió a su nación para comunicarles que había dado la orden de comenzar un bloqueo aéreo-naval sobre la isla de Cuba, pues tenía información de que la URSS estaba instalando armas nucleares en el país gobernado por Fidel Castro. Stanley Kubrick, como millones de personas en el mundo, se quedó mirando la pantalla aturdido, sin casi podérselo creer, la Tierra estaba al borde de la Guerra Nuclear.

Durante el mes siguiente el mundo contuvo el aliento como nunca antes y el famoso reloj del Día Final acercó al máximo sus manecillas al fin del mundo que podría haber supuesto una guerra nuclear entre las dos grandes superpotencias del momento, EEUU y la URSS. Fue durante ese mes cuando se creó el conocido como teléfono rojo, una línea de comunicaciones directa entre la Casa Blanca y el Kremlin, que pretendía agilizar la comunicación entre ambas potencias durante períodos de crisis, evitando las demoras diplomáticas, en los momentos de mayor tensión durante la Guerra Fría.

Dr. Strangelove

Kubrick decidió realizar una película sobre el asunto. Para ello compró los derechos de una novela llamada Alerta Roja, del escritor Peter George. La novela era un acercamiento serio y solemne al asunto, en la que un alto cargo militar estadounidense paranoico comienza una guerra nuclear. El director también había previsto inicialmente que la película fuera un drama serio pero, cuando comenzó a trabajar en el guion con el propio autor de la novela, decidió cambiar su enfoque ya que La guerra nuclear era demasiado escandalosa, demasiado fantástica para ser para ser tratada de manera convencional, aquel asunto solo podía verse como una especie de broma espantosa.

Así decidió contratar al maestro de la ironía Terry Southern y dar vida a un personaje que no aparecía en la novela, el Dr. Strangelove, con el que Kubrick iba a satirizar sobre la Guerra Fría. Una de las cosas que dejaba clara la película es que la humanidad podía desarrollarse tecnológicamente a gran velocidad, pero eso no significaba que lo estuviera haciendo éticamente. El desarrollo de la tecnología armamentística, que al final sirvió incluso para llegar a la Luna, estuvo a cargo de científicos como Wernher von Braun, ex nazis a los que el Gobierno estadounidense decidió no juzgar y perdonar, a cambio de que trabajasen para ellos. Pero, como bien sabía el brazo derecho de Strangelove, un nazi siempre será un nazi.

Entonces llegó el momento de buscar el reparto. A la vez que se estaba produciendo la película, Kubrick se enteró de que se estaba empezando a rodar otra película, Punto límite (1964) basada en un libro con muchas similitudes con Alerta Roja. La película iba a estar dirigida por Sidney Lumet y ya contaba con Henry Fonda y Walter Matthau en el reparto. Kubrick vio que esto podría afectar a la recaudación de su taquilla y puso una demanda afirmando que Punto límite era demasiado parecida a Alerta Roja, de la que había comprado los derechos y que el Profesor Groeteschele de esa película tenía demasiadas semejanzas con su Doctor Strangelove, a pesar de que era un personaje que no aparecía en la novela original. Al final consiguió un acuerdo por el que Punto límite se tenía que estrenar después de su película pero, más allá de eso, su elección en el reparto le dio varias ideas.

Decidió contratar al gran Sterling Hayden como el loco general Ripper que lo inicia todo y al maravilloso George C. Scott como uno de los principales asesores del presidente de los EEUU, eso sí, la guinda del pastel fue sugerencia de su compañía, Peter Sellers. Este había sido una revelación en la anterior película de Kubrick, Lolita, y había saltado un poco antes a la fama en una película, Un golpe de gracia (Jack Arnold, 1959), en la que interpretaba a varios personajes. Al director le pareció bien, le encantaba Sellers y sabía que podía darle a su película el filo cómico que necesitaba.

El actor inglés no parecía especialmente interesado, Kubrick era un genio, pero también muy perfeccionista, sabía que le iba a exprimir, como así ocurrió. Al principio Sellers firmó para interpretar cuatro papeles, el capitán británico Lionel Mandrake, el Presidente de los EEUU, Merkin Muffley, el nazi Dr. Strangelove y el Mayor T. J. “King” Kong, piloto de las Fuerzas Aéreas de EEUU. Pero al final del rodaje estaba tan destrozado que fingió una lesión e hizo que sucediera el último golpe de gracia a favor de la película, al Mayor Kong lo interpretaría Slim Pickens. Cuando Kubrick lo vio por primera vez, con su gorro de cowboy y sus botas vaqueras, pensó que estaba ante un actor del método, sin darse cuenta que era su forma habitual de vestir, Pickens era Kong, y su plano montado en la bomba nuclear que iba a iniciar la destrucción final, como si fuera un vaquero en un rodeo, es una de las más míticas de la historia del cine.

Eso sí, como bien sabía Kubrick, fue Sellers el que hizo suya la película, su bonachón Mandrake, su hilarante Presidente Muffley y, sobre todo, el mítico Dr. Strangelove son el culmen de su carrera como actor. Hasta el perfeccionista director tuvo que tirar la toalla a la hora de encontrar una toma sin que ninguno de los otros actores se estuviera riendo, cuando Sellers entraba en sus éxtasis cómicos. Por si fuera poca su aportación, fue uno de los amigos de Sellers, su ex compañero en los Goons, el humorista Spike Milligan el que dio la idea definitiva sobre el final.

Ni Kubrick, ni Southern, ni George, sabían muy bien como terminar aquello, tenían claro que era con la destrucción final, pero no tenían ni idea de cómo plasmarlo. Se llegó a rodar una escena que termina con una pelea de tartas en la Sala de Guerra, en plan vodevil, pero no le gustaba a nadie. Kubrick decidió entonces el final con el montaje de las explosiones de las diversas bombas nucleares, pero quedaba demasiado frío. Fue entonces cuando Milligan, de visita en el rodaje, sugirió que utilizara la canción “We’ll Meet Again” de Vera Lynn, que había sido algo así como la banda sonora de los soldados británicos durante la II Guerra Mundial y que la BBC había elegido como una de las posibles canciones para subir la moral durante la crisis de los misiles de Cuba.

Era el final perfecto, el fin del mundo entre nubes atómicas mientras Lynn canta dulcemente Nos encontraremos de nuevo. No sé dónde, no sé cuándo pero sé que nos encontraremos de nuevo algún día soleado. Sigue sonriendo como siempre lo haces hasta que el cielo azul ahuyente esas nubes oscuras.

El título original iluminaba su sentido de sátira, Dr. Strangelove, o como aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba, aunque en España se estrenó con el desconcertante título de ¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú. Lo que está claro es que con ella Kubrick hizo la sátira definitiva sobre la Guerra Fría, ridiculizando a las dos grandes potencias y a su política de mutua destrucción.

La película iba a proyectarse por primera vez al público el 22 de noviembre de 1963, un año después del fin de la crisis de los misiles, pero ese día asesinaron al hombre cuya aparición en televisión en octubre de 1962 había llevado a la realización de esta película, John Kennedy. Al final se retrasó su estreno hasta enero de 1964 y la película consiguió un gran éxito de crítica y público, demostrando que todavía había una pequeña esperanza para el ser humano, a pesar de que, como mostraba esta película, su propia estupidez será con casi toda seguridad la responsable de nuestra autodestrucción. Y, cuando eso suceda, muchos lo harán encantados, con una sonrisa en la boca, cabalgando a lomos del arma que haya encendido la mecha.

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