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La reconquista fashion de Instagram

En Lifestyle lunes, 16 de febrero de 2015

Jesús Andrés

Jesús Andrés

PERFIL

Los estilistas profesionales recuperan su lugar como fashion influencers en la red, después del auge de los bloggers e instagrammers ajenos al negocio de la moda.

Se llaman Megan, Freddie, Isabella, James y, como tantos otros usuarios de Instagram, adoran la moda. A través de sus perfiles en esta red social -donde acumulan más de 100.000 seguidores- dan cuenta de su estiloso día a día mediante autorretratos, bodegones y fotografías de todo tipo y condición. Usan las etiquetas #ootd (outfit of the day) y #wiw (what I wear) con soltura y dominan la pose esa de mirar hacia abajo como si hubieras pisado una boñiga pero sonriendo, como si la caca fuera de unicornio en vez de perro.

¿Qué diferencia a estos influencers digitales del resto? Que su actividad no es fruto de su pasión por los “trapitos” sino de la estrategia comunicativa de la empresa para la que trabajan, Asos. Este portal, uno de los principales sitios de venta de moda online, decidió hace unas semanas reivindicar a sus propios estilistas como líderes de opinión y les abrió perfiles corporativos para que explicaran al mundo las maravillas de surtir un armario con ropa adquirida en su site. La maniobra es sencillamente genial.

James Welsh y Felicity Hayward, estilistas e instagrammers por la gracia de Asos

James Welsh y Felicity Hayward, estilistas e instagrammers por la gracia de Asos

De un tiempo a esta parte, bloggers e instagrammers se han convertido en una herramienta indispensable para la comunicación de moda. Como flautistas de Hamelin 2.0, cuentan con una fiel legión de seguidores dispuestos a escuchar sus recomendaciones en materia de estilo. La clave de su éxito es proceder de ámbitos ajenos al fashion business -de ahí, que el público se identifique con ellos más que con una modelo- y confesar sin sonrojo hasta la marca de su refajo. Como soporte publicitario para una brand son, pues, idóneos: que te luzcan te visibiliza ante miles de potenciales consumidores. El declive de esta nueva especie de influencer llega con su profesionalización, es decir, cuando los honorarios sustituyen al fervor. Ellos convierten sus perfiles en espacios publicitarios y las marcas acceden a pasar por caja.

Por eso, de puro lógico, este cambio en las reglas de juego que propone Asos me parece oportuno y brillante: ¿por qué promover que una enfermera se convierta en estilista cuando ya tienes estilistas en tu plantilla?, ¿por qué confiarle a un extraño un pilar clave de la comunicación de tu producto cuando puedes desarrollar y supervisar el proceso tú mismo?, ¿por qué, en definitiva, dedicar parte de tu presupuesto a nutrir la cuenta de una chica armada con un iPhone cuando tus asalariados lo pueden hacer mejor? Megan, Freddie, Isabella, James y el resto de instagrammers surgidos de la plantilla de Asos jamás se equivocarán al hacer una mención, ni fallarán al colocar una etiqueta. Su perfil no ha devenido su trabajo por azar, aburrimiento u oportunismo; su perfil es parte de su trabajo.

Bienvenida, por tanto, la reconquista.

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