El veterano periodista Jesús Ordovás ofrece una amplia panorámica colectiva de los años 80 en su libro Esto no es Hawaii. La historia oculta de la Movida, que viene a sumarse a la ingente y controvertida bibliografía sobre aquella década.
Las historias orales son una de las mejores formas de aproximarse a un periodo histórico. Su poder de atracción se basa en los testimonios de los protagonistas, y no en un relato -mejor o peor hilvanado- por cuenta y riesgo de un especialista en la materia, sujeto al sesgo que este le quiera dar (incluso, aunque no lo quiera, muchas veces se concreta de forma involuntaria), con lo que la panorámica que deparan suele ser siempre más completa. Y con un análisis más rico. Es cierto que la propia selección de opinantes en un libro colectivo ya puede definir por sí misma una querencia personal, un acotamiento de la perspectiva: eliges a unos y desechas a otros, porque las páginas no son ilimitadas, pero los testimonios pueden multiplicarse sin fin.
Pero incluso desde esa óptica, no puede decirse -ni mucho menos- que el reciente Esto no es Hawaii. La Historia Oculta de la Movida (Efe Eme, 2016) sea un libro sectario: junto a Alaska, Loquillo, Santiago Auserón o Pedro Almodóvar (presencias previsibles), aparecen interpelados en sus páginas bandas y músicos que pertenecían a hornadas inmediatamente anteriores a la eclosión mediática de la Movida, más en sintonía generacional con aquello que se dio en llamar el Rollo a mediados de los 70; Nombres como Burning, Rosendo o Ramoncín, junto a pioneros como Kiko Veneno, heterodoxos como Alejo Alberdi (Derribos Arias), versos sueltos como José Ignacio Lapido (091), punks como Manolo UVI e incluso empresarios audaces como Mario Pacheco (Nuevos Medios), tan determinante en su labor de difusión de aquel nuevo flamenco que encontraba vías de expresión inéditas en su cópula con el blues, la música africana o el jazz.
Y esa amplitud de visiones es el principal activo del libro de Jesús Ordovás, aunque en su caso el formato se explique más por la experiencia acumulada (la mayoría de entrevistas, muchas de ellas inéditas, datan de hace más de una década) que por querer imitar el modelo del norteamericano Legs McNeill en el referencial Por Favor, Mátame: La Historia Oral del Punk (1996), tan exportable a nuestro ámbito en dos libros también ejemplares: Pequeño Circo. Historia Oral del Indie en España (2015), de Nando Cruz, y el recién salido del horno ¡Bacalao! Historia Oral de la Música de Baile en Valencia 1980-2015 (2016), de Luis Costa.
Pese a la heterogeneidad de voces, Ordovás es consciente de que los ecos del revisionismo tampoco podían ser ajenos a un fenómeno como el de la Movida. Si la música vive sujeta a un movimiento pendular, propenso a que los consumidores empaticen con los sonidos que estaban en boga hace 15 o 20 años, tampoco nuestra prensa y nuestra literatura escapan a la reevaluación de corrientes -estéticas, musicales- que partían la pana hace un par de décadas. Hace ahora un poco más de diez años, los estantes de nuestras librerías se veían salpicados de un brote de nostalgia que alentó obras que, de una forma o de otra, glosaban lo acontecido durante aquella década: fue el caso de Alaska y otras historias de la Movida (Rafa Cervera, 2002), Dios Salve a la Movida (Silvia Grijalba, 2006) o La Movida. Una crónica de los 80 (José Manuel Lechado, 2005), entre algunos otros.
Pasados unos cuantos años, y bajo la sombra de sospecha que se deriva de la puesta en entredicho de la Cultura de la Transición, llegaron lecturas menos amables -por decirlo de alguna manera- del fenómeno, más propensas a su cuestionamiento. Hasta qué punto responden al deseo oportunista de hacer tabula rasa con todo -desde un revanchismo rebosante de ciertos complejos, aunque el más visible sea un adanismo poco creíble- o al intento de aprender de los errores del pasado, ya es otra cuestión. Los libros que Grace Morales o Patricia Godes han escrito retrotrayéndose a aquella década (desde los fenómenos de Mecano y Alaska y Los Pegamoides, respectivamente) son un ejemplo de esta corriente, de esta segunda oleada de volúmenes que abordan los años 80 desde una perspectiva algo distinta, aunque el reciente La Movida Modernosa. Crónica de una imbecilidad política (La Felguera, 2016), del escritor José Luis Moreno-Ruiz, es hasta ahora el más corrosivo, el que menos títeres con cabeza deja a su paso, dado el cruento recuerdo de su paso por RTVE (Radio 3 incluida) y la amarga remembranza de quienes regían sus designios en aquellos tiempos.
Jesús Ordovás, en cualquier caso, deja claro desde bien pronto que su intención no es evangelizar a nadie ni entrar al trapo de ninguna controversia, y lo hace ya en la primera página: Se han ofrecido versiones de lo más sesudas, variopintas, interesadas o hasta peregrinas, desde que fue un montaje del gobierno de turno hasta que no pasó de ser una fiesta de pijos y compañías discográficas o un invento de cuatro periodistas. Algo de cierto hay en todas las teorías conspiratorias: si no hubiera sido por cuatro periodistas, cinco discográficas y el dinero que los ayuntamientos se gastaron en organizar concursos de rock y fiestas populares, la Movida no se habría extendido por todo el país. Sí, buena parte de la culpa de que todos esos grupos tuvieran repercusión mediática la tuvimos cuatro o cinco periodistas de la prensa musical y generalista, que nos convertimos en sus padrinos.
Ajeno a cualquier glorificación, Esto no es Hawaii supone un vastísimo compendio de memorias que funciona, a su vez, como un jugoso relato cronológico y colectivo de casi todo lo que ocurrió en la trastienda del pop y el rock de consumo en España entre finales de los años 70 y principios de los 90. La multiplicidad de voces depara una óptica coral, en la que sus protagonistas tampoco se ven necesitados de templar gaitas con su pasado ni edulcorar su recuerdo por mor de una mal digerida nostalgia. Los testimonios fluyen con naturalidad, sin pelos en la lengua, con la misma sobriedad que el propio periodista se gasta a la hora de recapitular. Sin incurrir en florituras gratuitas. Hay quienes, con toda justicia, reivindican su imponente legado, y quienes -como el malogrado Mario Pacheco– recuerdan todo aquello como un fenómeno social o literario, por las letras, pero del que no puedes decir que musicalmente cambiara algo, que viniese de aquí y fuese para allá, o tuviese una tradición, sino que era el pop o el rock muy esquemático… tanto La Mode como Golpes Bajos veían su trabajo y su obra muy en función de una trayectoria del pop español, una línea que venía de Vainica Doble y de antes.
Ni cualquier tiempo pasado fue mejor, desde luego, ni tampoco resulta muy ecuánime eso tan español de hacer juicios sumarísimos desde prismas maniqueos, sin hueco para el matiz o la escala de grises (la realidad es más fácil de asumir desde el negro o el blanco). Con todo, nos quedamos con esta cita de Ordovás al final del libro, cuando aborda el reflejo que actualmente obtiene la música pop en nuestra televisión pública, una paisaje de tierra quemada ya que todos aquellos programas – se refiere a todos los que se emitían en los 80, 90 y hasta 2000- desaparecieron con la Ley de las televisiones privadas del PSOE. Ya no eran políticamente correctos. El resultado de tal empobrecimiento depara, para el autor, la siguiente estampa: Hay programas, como los conciertos de Radio 3, que se limitan a cumplir el expediente, y otros que pretenden ser originales y novedosos, utilizando sin escrúpulos el archivo musical de Televisión Española para hacer chistes sin gracia, destrozando canciones que bien pudieran tener otro tratamiento menos chabacano.
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