fbpx

La Fenice recuerda a Bruno Maderna y su “Satyricon”

En Música 2 febrero, 2023

Gian Giacomo Stiffoni

Gian Giacomo Stiffoni

PERFIL

La aleatoriedad es el ingrediente principal que caracteriza y hace todavía fascinante una de las obras más interesantes del compositor veneciano Bruno Maderna, Satyricon, estrenada en 1973, pocos meses antes de su muerte prematura.  El Teatro la Fenice ha decidido en estos días recordar los cincuenta años de ese estreno (que ocurrió el 16 de marzo de 1973 en Scheveningen dentro del “Holland Festival”) y de la muerte de Maderna, eligiendo el teatro más adecuado a una ópera casi de cámara, o sea el Teatro Malibran. Este se sitúa cerca del famoso Ponte de Rialto y del cual se recuerdan los 345 años de su fundación, cuando se llamaba Teatro San Giovanni a Grisostomo siendo elogiado en los siglos XVII y XVIII como el teatro más grande y bello de Europa.

Satyricon

Un momento del «Satyricon» de Maderna en el Teatro Malibran.© Silvestri/Crosera.

El concepto del alea (una obra abierta a cambios en cada función) fue habitual en la producción musical de la segunda mitad del siglo XIX, ya que recuperaba la libertad que caracterizaba la música desde el barroco hasta la época de Mozart dejando al intérprete la facultad de intervenir con cambios en cada ejecución. En el caso de Satyricon los diecinueve números musicales que forman la partitura prevén ser intercambiados y ejecutados según un orden diferente en cada ejecución. De esta forma, crean una diferente perspectiva dentro de la dramaturgia y del argumento, como al mismo tiempo una heterogénea actitud de escucha de parte del espectador. La obra, basada en el Satiricón del escritor clásico Petronio Arbitrio (que vivió en la época del emperador Nerón) se convierte de esta forma en algo diferente cada vez, poniendo en valor, de  esta forma todavía más, el carácter rapsódico, casual, divertido y cáustico que caracteriza el texto de Petronio.

Satyricon

Francesco Milanese, Marcello Nardis y Manuela Custer en momento del «Satyricon».© Silvestri/Crosera.

El libreto, escrito por el mismo Maderna y cantado en diferentes lenguas dentro de una cautivante mezcla de inglés, alemán, francés y alguna sección en el latín original, se basa en la parte central de la obra, la famosa Cena de  Trimalción. El hambre del liberto, antes esclavo y convertido en uno del hombre más ricos y excéntricos del antigua Roma, en la obra del compositor veneciano se convierte en una bulimia de estilos y recursos musicales con largos monólogos de algunos personajes de la cena, y donde se alternan momentos grabados en cinta magnética, con otros cantados y hablados con el acompañamiento  de una pequeña orquesta, con alusiones a la música de cabaret al estilo de Kurt Weill, a la dodecafonía, al Sprechgesang  de Schönberg, sin olvidar el refinado y divertido uso de citas, sapientemente modificadas, de obras de Chopin, Mozart, Chaikovski, Wagner, Verdi o Puccini, entre otros.

Satyricon

Christopher Lemming, Marcello Nardis y Manuela Custer en momento del «Satyricon».© Silvestri/Crosera.

En la nueva producción veneciana destacó, sobre todo, la actuación de la pequeña orquesta, formada por una limitada sección de cuerda con el añadido de algunos instrumentos de viento y metales, que supo establecer, gracias a la atenta dirección de Alessandro Cappelletto, una eficaz relación con las partes vocales y los momentos pregrabados. Menos eficaz fue el director, sin embargo, en evidenciar el juego con las citas clásicas y en la elección del material musical para cada sección de la obra, que no siempre conseguía valorizar el tono sarcástico que debería caracterizar el Satyricon. El reparto fue en su conjunto muy eficaz con notas de mérito para el tenor Marcello Nardis, en el papel de Trimalción, y para la soprano Manuela Custer cono Fortunata, sin olvidar el Eumolpus de Francesco Milanese y el Habbinas de Christopher Lemming notable en su largo monólogo entre hablado y cantado en el que cuenta la Historia de la Matrona de Efeso.

Satyricon

Un momento del «Satyricon» de Maderna en el Teatro Malibran.© Silvestri/Crosera.

Floja resultó finalmente la puesta en escena de Francesco Bortolozzo quien, al frente de una dramaturgia compleja y capaz de sugerir reflexiones interesantes sobre la modernidad y la decadencia, no consiguió ir mucho más allá de una insustancial representación de diferentes situaciones, con el añadido de una serie de mimos que a menudo distraían el público durante los monólogos de los intérpretes. Lo mismo puede decirse del decorado esencial y poco atrayente de Andrea Fiduccia, de los trajes francamente feos de Marta del Fabbro y de las anodinas luces de Fabio Barettin. Pese a estas limitaciones, fue, no obstante, una verdadera alegría poder escuchar nuevamente la obra de Maderna (La Fenice la había programado solo una vez, en 1998) que todavía hoy día mantiene su fuerza e interés como testificó el éxito de esta nueva producción al final de la velada veneciana.

Suscríbete a nuestra newsletter

* indicates required

Compartir:

Christopher LemmingVeneciaAndrea FiducciaItaliaMarta del FabbroÓperaFabio BarettinTeatro la FeniceBruno MadernaAlessandro CappellettoManuela CusterFrancesco BortolozzoMarcello NardisFrancesco Milanese

Artículos relacionados

Comentar

Debes ser registrado para dejar un comentario.

Sin comentarios

Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!