Una exposición celebra su historia y su poder inspirador.
Nada era más maravilloso para mí que Coney Island con su descarnada inocencia. Era el tipo de sitio que nos gustaba, se lee en una de las fotografías reunidas por el Museo de Brooklyn en la exposición, inaugurada el pasado 20 de noviembre, Coney Island: Visions of an American Dreamland: 1861-2008.
La fotografía es de Robert Mapplethorpe. La frase de Patti Smith. Sólo dos de la multitud de artistas para los que este barrio playero de Brooklyn siempre ha tenido algo especial. Algo inspirador. Su decadencia. Sus aires de libertad. Su glamour de luces de neón y pasado de circo. La cultura de masas moderna de EE UU nació en Coney Island, dice convencida la comisaria de esta muestra, Robin Jaffee Frank.
Fue en el siglo XIX cuando los neoyorquinos empezaron a veranear y pasar los fines de semana en este rincón abierto al mar. Enseguida se multiplicaron los resorts, después llegaron los primeros parques de atracciones, el circo, la fiesta, la diversión. “La constante novedad del resort hizo de Coney Island un lugar seductoramente liberador para los artistas”, dice Frank. “Lo que los artistas vieron de 1861 a 2008 aquí, y la diversidad de formas en que lo retrataron, reflejaron las aspiraciones y las desilusiones de la era y del país. Juntos, estos cuadros de maravilla y amenaza, de esperanza y desesperación, de sueños y pesadillas, se convierten en metáforas del alma colectiva de una nación”.
Dispuestos de forma cronológica, en la exposición se pueden ver más de 140 objetos entre los que hay óleos, fotos antiguas de la propia colección del museo, pósters originales de los parques de atracciones e incluso un caballo del tiovivo original. Hay otras de Joseph Stella, de Michel Basquiat, de Milton Avery, clips de Réquiem por un sueño o de Annie Hall; y fotografías de Diane Arbus, Walker Evans o Weegee; quien tomó una de las instantáneas más conocidas del popular lugar, a reventar de bañistas en 1940.
A partir de ahí, comenzó la decadencia de Coney Island. Su abandono se disparó en los sesenta y los setenta y condujo a una era de delincuencia y peligrosidad en las dos décadas siguientes. A pesar de todo, los artistas seguían llegando hasta allí para respirar un aire de pura libertad. Ahora, en los últimos años, alrededor de Nathan’s y la reforma de los dos parques que quedan, la zona está reviviendo. Por suerte, de momento, sin abandonar ese aire de inocencia sucia que siempre la caracterizó. El lugar en el que empieza el verano de Nueva York entre sirenas y tritones; Y arranca el año con decenas de bañistas que no temen al frío.
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