La Bienal de Sevilla es la cita flamenca más importante en su género. En 2016 alcanza su XIX edición (del 8 de septiembre al 2 de octubre), casi 40 años mostrando al mundo una selección de lo mejor en cante, toque y baile. Abierta a los creadores consagrados pero también a los nuevos, ha ido acogiendo y dando espacio a aquellos que hoy en día son ya los renovadores del flamenco.
Así, libres y sin las ataduras de una ortodoxia muy dada a perpetuarse en lo canónico, los artistas inquietos y heterodoxos van presentando en La Bienal sus últimas creaciones, muchas veces encargos expresos del festival. En el apartado de baile, encontramos en esta edición un cartel suculento que repasamos por orden cronológico.
Andrés Marín es uno de los bailaores y creadores más interesantes del panorama y pese a ello en España hay pocas ocasiones para verlo. Mientras su calendario está repleto de citas internacionales, apenas algunas ciudades españolas asoman en su agenda. Marín, también maestro en Sevilla, gusta de las colaboraciones más diversas bien sea con artistas tan inclasificables como Llorenç Barber (El cielo de tu boca) o con bailarines de hip-hop como Kader Attou (Encuentros y Yatra).
Su versátil concepción del flamenco le ha acercado a artistas como Blanca Li (Poeta en Nueva York) y Bartabas, director del Teatro Ecuestre Zíngaro de París, -un mago a la hora de fusionar en escena la presencia de caballos con danza, música y poesía-, quien ha contado recientemente con Marín para su obra Gólgota.
Fue el Museo Picasso de París quien le encargó en 2015 una pieza sin ningún condicionamiento previo. Fruto de esa libertad nació Carta Blanca, obra que ha ido creciendo y que presenta en Sevilla, una propuesta donde el bailaor se muestra sin ataduras.
Una Maria Pagés reivindicativa y caudalosa se arriesga con su visión de Carmen, en una pieza representada exclusivamente por mujeres. La bailaora del braceo hipnótico se había negado en repetidas ocasiones a crear un espectáculo en torno a la protagonista de Prosper Merimée por tratarse de una invención masculina y una historia contada por hombres.
Para su Yo, Carmen se ha inspirado en mujeres que le han impresionado (una actriz rusa de la época de Stalin, la dueña de una casa de geishas en Tokio o la hija de un activista aborigen en Australia); también ha estado en contacto con asociaciones de mujeres maltratadas.
El acento femenino guía también la propuesta de Olga Pericet, Pisadas. Fin y principio de mujer. Formada en flamenco y español, pero también en contemporáneo, la multipremiada cordobesa es una de las artistas que ha ido insuflando nuevos aires al código flamenco, aplicando su visión e inquietudes a cada nueva obra propia o en las múltiples colaboraciones en las que ha participado. En Pisadas ha invitado a otro flamenco heterodoxo, Juan Carlos Lérida, a bailar un garrotín.
Dju-Dju une a dos grandes nombres del flamenco actual, Israel Galván e Isabel Bayón. El primero dirige y coreografía a Bayón junto Alicia Márquez y Nieves Casablanca en una creación que subirá a escena el lado más oscuro de las creencias y supersticiones.
La bailaora ha participado en varios de los espectáculos de Galván y con esta pieza ambos hacen un recorrido biográfico por los orígenes de los miedos, usando materiales procedentes del expresionismo, y ejemplos cultos de la relación constante entre el imaginario flamenco y la superstición, como ‘La Danza del terror’ de El Amor Brujo de Falla, creando un espectáculo de terror en el que el miedo produce movimiento en lugar de parálisis, en palabras de Pedro G. Romero, asesor de Galván en la dirección.
Pastora Galván es otro miembro destacado de una saga familiar que junto a José, el padre, Eugenia de los Reyes, la madre, e Israel, el más conocido actualmente a nivel mundial, se completa con José Antonio, otro de los hermanos superdotados para el baile.
Poseedora de una técnica exquisita y de una intensa personalidad escénica, la bailaora ha demostrado una gran capacidad para rasgar las tablas con una mezcla explosiva de tradición y modernidad. Presente en cada edición de la Bienal desde 1998, primero como intérprete en espectáculos de su hermano mayor, fue en 2006 cuando debutó como protagonista con La Francesa, cinco coreografías de Israel con cuya interpretación el público cayó rendido.
Pastora, Identidades y Moratana han sido las siguientes creaciones que le han llevado por escenarios de todo el mundo, y este año en La Bienal con Mírame hace una llamada a parar, o tomar aire, respirar, mirar hacia atrás y tocar tierra en el presente para afrontar el futuro mientras revisita algunas de las coreografías que ha ido interpretando durante esta década.
Arriesga en el cartel de este año Rocío Molina con una improvisación de cuatro horas, en la que irá componiendo su baile en función de la respuesta que vaya obteniendo del público. Guiada siempre por sus necesidades expresivas, Molina rompe la zona de confort propia y la de los asistentes poniendo su arte a disposición de aquellos que la quieren seguir en esta performance única e irrepetible.
En el cartel de la Bienal destacan otros nombres propios del baile como Eva Yerbabuena, Farruquito, Anabel Alonso o José Galán con su propuesta de flamenco inclusivo. Pero hay un artista que tintinea con especial fuerza, Carrete de Málaga, el bailaor octogenario, fenómeno de expresividad y energía, cuya excepcional biografía recogen Francis Mármol y Paco Roji en el libro Carrete al compás de la vida. Extremo y rompedor, pero sobre todo libre en su arte, Carrete, aquel niño que quería ser el Fred Astaire gitano, protagonizará la noche del 16 de septiembre dedicada a Málaga.
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