Tras las dos películas de época, La favorita (2018) escrita por Debrah Davis y Tony McNamara, quien se encargaría de adaptar la novela de Alasdair Gray en Pobres criaturas (2023), Yorgos Lanthimos vuelve a colaborar con el dramaturgo y guionista Efthimis Filippou. La cooperación que llevó a lo más alto la que se denominaría Greek Weird Wave, ha conseguido de nuevo tejer un tríptico de escalofríante y heladora violencia sorda anclada en el terror psicológico. Sus trabajos conjuntos en Canino (2009), Alps (2011), Langosta (2015) o en El sacrificio de un ciervo sagrado (2017) hallan su continuidad y podríamos decir su destilación en Kinds of Kindness (2024), un título revelador y (quizá) falsamente irónico.
Una vez más son la aceptación, la pérdida, la sumisión y el libre albedrío los temas que recorren las tres historias en que se dividen los 167 minutos de película, dividos en tres partes protagonizadas por los mismos actores (Emma Stone, Jesse Plemons, premiado como mejor actor en el 77º Festival de Cannes), Willem Dafoe, Yorgos Stefanakos —en la vida real, un notario ateniense amigo de Lanthimos y Filippou—, Margaret Qualley, Joe Alwyn, Hong Chau, y Mamoudou Athie) que, en diferentes papeles, acentúan la singularidad y a la vez generalidad de sus conductas, en una dinámica relacional sujeta a leyes escritas y aceptadas en su más pura irracionalidad, pero sin embargo, tan válidas como cualquier consentimiento obtenido bajo un espectro infinito de presión social o personal.
La primera parte, titulada “The Death of R.M.F,” con fondo musical del hit del synth-pop de Eurythmics “Sweet Dreams (Are Made of This)” nos muestra la sumisión a que Raymond (Willem Dafoe) somete a su empleado Robert (Jesse Plemmons) a través de instrucciones diarias a las que debe obedecer y rendir cuentas. Su vida, instalada en una standarizada y confortable rutina de ejecutivo y urbanización es una estilizada y cruda metáfora de las existencias anodinas de millones de personas que incluso ignoran tener poder sobre sus decisiones.
La segunda parte es “R.M.F. Is Flying”, en la que Plemmons será Daniel, un policía que busca a su esposa extraviada en una expedición científica (Emma Stone), para acabar rescatándola y encontrando una persona totalmente diferente. Sus sospechas le hacen someterla a diversas pruebas a las que ella se presta con normalidad, sin hacer más que acrecentar la paranoia del marido. La parte final de Kinds of Kindness, titulada “R.M.F. Eats a Sandwich” nos muestra el ansia de pertenencia y aceptación de Emily (Stone), miembro de una secta junto a su marido Andrew, que ha sido considerado impura y expulsada, aunque busca desesperadamente la redención.
Las tres historias resultan más o menos inauditas, pero Filippou no está interesado en su complejidad, sino en su valor. Si nos suena a déjà vu es porque la crueldad y la estupidez humanas van de la mano, pero si nos dejamos absorber por los inmensos talentos de sus intérpretes disfrutaremos Kinds of Kindness, a pesar de que creamos que ya la hemos visto. La reflexión en tan ambiciosa que nos puede dejar tanto apabullados como indiferentes, aunque los admiradores de las autopsias lanthimónicas explorarán un terreno conocido en el que podrán elegir su propia historia y su perversión más lograda. Comprobarán que el director griego no ha olvidado cómo incomodar, pero quizás les costará encontrar esa tierra ignota que engrandece y fascina.
El punto fuerte que nos retiene, a pesar de la exigente propuesta a nivel de ritmo y trama, es la extraordinaria interpretación de sus protagonistas, demostrando definitivamente que Stone ha encontrado la horma de su zapato en las tortuosas sendas del absurdo asumido, de la estrechez invisible y los anhelos que atenazan a lo que nos gusta llamar “la sociedad moderna”. Si en sus anteriores películas Lanthimos nos ha obligado a mirar a los ojos a nuestra propia trampa vital, jugando a la falta de lógica y los mundos regidos por reglas ideadas por locos monos voladores, más reconocibles de lo que parecen, en Kinds of Kindness podemos sentirnos más cerca de un rutinario ejercicio de provocación, que ante un memorable monumento a la estulticia humana. En resumen, nos entran ganas de volver a ver Pobres criaturas, donde la fuerza de la originalidad, la comunión mística con Emma Stone, el sentido del humor y el inteligente uso de la dinamita (del griego “fuerza”) contra la sociedad patriarcal nos dieron ganas de encaramarnos a una barricada levantada sobre las ruinas de la tiranía familiar, sectaria y capitalista, en otras palabras, de las cadenas rotas y las normas contestadas.
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!