El periodista musical Javier Blánquez, uno de los críticos culturales y articulistas musicales más relevantes de las últimas décadas, es el responsable de una de las enciclopedias más emblemáticas de música electrónica: Loops, que escribió junto a Omar León, y cuya editorial Reservoir Books, acaba de reeditar y ampliar con una segunda parte; en ella repasa todo lo que ha acontecido en la escena electrónica en lo que llevamos de siglo XXI, hasta culminar con un epílogo del gran DJ y productor británico Ewan Pearson. Una cita inexcusable, con un line up de órdago, para todos aquellos que interesados en el pasado, presente y devenir de la música electrónica.
ALEJANDRO SERRANO: ¿De dónde nace la necesidad de escribir un libro sobre música electrónica en un momento tan mutable y rápido, donde cada día salen miles de producciones nuevas?
JAVIER BLÁNQUEZ: Más que una necesidad, diría que es una tortura, porque implica un gasto de energía bastante grande concluir un libro… Pero sí que es verdad que desde que publiqué Loops, el libro se había quedado desactualizado, y era necesario ponerlo al día. Era un libro, además, que se vendió muy bien, y pasados los años, se ha recordado con entusiasmo.
Desde entonces, han cambiado mucho las cosas…
Totalmente. Ha cambiado la tecnología, la manera de construir, de distribuir y de entender la música. Nos hemos globalizado y democratizado, y esto ha afectado, evidentemente.
¿Crees, como apuntaba el productor Ewan Pearson en el epílogo, que la música electrónica ha perdido la idea de futuro, de entenderse como una utopía?
Habría que definir primero qué es música electrónica, que es una de las cuestiones más espinosas y no resueltas. Está claro que cuando hablamos de música de club estamos hablando de música de baile. Pero Ewan Pearson habla en concreto del club entendido como un espacio donde se crea una magia y un sonido presente; de un lugar, en definitiva, donde encontrar una libertad, pero también, de una manera de estar al margen de una sociedad, por lo general, hostil y egoísta. El club, entendido por Pearson, es ese refugio para esa gente que busca otro lugar, y lo canalizan no solo a través de la gente sino también a través de la música.
Yo estoy de acuerdo en que los clubs todavía mantienen esta función, pero lo que habría que ver más allá, porque la cultura de club, tal como se entendió en los 90, no sé si sería correcto apuntar que estaría en declive, aunque sí que es cierto que ya no tiene los mismos rasgos de identidad que lo hacían único entonces. Se ha convertido en un engranaje más del mercado: un empresario hace un club para llevar a gente, ganar dinero con las copas y las entradas, y difícilmente se arriesga en la programación. Por suerte existe una escena underground que sigue siendo muy productiva, y que es a la que se refiere Ewan Pearson en el epílogo. El problema que ha habido al hacerse todo tan grande es que lo realmente valioso queda imbuido en una mayor presencia de música que ya no viste tan especial. Para hallar esa música uno tiene que bucear en un océano infinito, mucho mayor que el de antes, lleno de música irrelevante o que ha perdido la identidad original.
Es parecido a lo que ocurre en el mundo del arte al multiplicarse los museos y galerías, ¿no?
Claro, como el mismo mercado de la comunicación, los libros, etc. En un momento en el que apenas se lee, o al menos se lee en menor medida en formato largo, es cuando más libros grandes se publican, lo cual es una extraña anomalía. Es un signo de los tiempos que hay que analizar y no amargarse por ello.
¿Crees que cada vez es más complicado apostar por una alternativa?
Lo que ocurre ahora es que cada vez es más decisivo el imperio de la moda. Lo que está de moda es lo que arrastra durante un tiempo nuevas producciones, nuevos públicos, etc. Combatir contra esas corrientes, que generalmente se producen en un contexto mediático, muy directo entre el público, es complicado para hallar un discurso alternativo. Muchas veces las modas tienden a reducir la calidad del mensaje, y eso se ve percibe mucho en la música de baile de estos últimos años. Si la música de baile ya es de naturaleza clónica, ahora estamos inundados de producciones que copian material irrelevante. Parece que estoy diciendo que todo es horrible, pero no esa sí, porque también está lleno de cosas fantásticas.
Señalas en el libro que Internet se convierte ahora en ese segundo club donde se están formando comunidades alrededor de estilos musicales específicos. ¿Se está convirtiendo en una alternativa frente a una propuesta de locales cada vez más manida, comercial y cerrada?
Internet es como un desdoblamiento de la realidad. Por una parte, está la realidad en la que ahora mismo estamos hablando, pero luego hay otra realidad que nos interfiere de vez en cuando, hasta el punto de que ya forma parte de nuestras vidas. No hay más remedio. Ahora bien, esta realidad, evidentemente, tiene sus canales, y ahora mismo existe mucha música producido por y para Internet. Música que se puede escuchar y bailar a la vez. Hay eventos como Boiler Room, por ejemplo, pensados exclusivamente para Internet.
Es una realidad que está ahí y no sé hasta qué punto va a trascender en el futuro y crear una alternativa paralela, con una lógica diferente a la del mundo real. Ahora mismo estamos viendo algunos primeros síntomas, que no sé hacia dónde apuntan, porque no soy oráculo, pero hablar de los próximos años de música electrónica, y música en general, tendrá que ver también con la escena que está ocurriendo en Internet.
¿A qué es debida esta preocupación por el devenir de la música electrónica?
Si algo te importa o inquieta, lógicamente, es algo que te preocupa. Por ejemplo, actualmente me inquieta ese ritmo de descubrir propuestas novedosas e inimaginables, se ha ido ralentizando. Muchos me preguntan por estilos actuales como el trap, pero no hay que olvidar que lo que se está haciendo ahora gira en torno a lo que se estaba haciendo en el año 2006 en EEUU o incluso antes. No estamos ante algo que haya descubierto un mundo de sonidos completamente nuevos y sorprendente. Hace tiempo que no nace una nueva manera de hacer dentro la cultura musical moderna. No ha habido un nuevo jazz ni techno en los últimos años que sea diferente a lo ya creado. Y eso es algo que me preocupa, por supuesto. A mí me gustaría que la música electrónica fuera una fuente inagotable de nuevos descubrimientos, como ocurría en los 90. A veces te reconfortan producciones bien hechas, que es lo que ha ocurrido en los últimos años con el jazz, donde parece que no va a haber una renovación, sino simple y llanamente, buen jazz. Creo que algo parecido va a pasar con la música electrónica.
Se ha perdido el lado punk de la música electrónica…
El paso del tiempo implica una pérdida de identidad original, de inocencia y entusiasmo, hasta el punto que las cosas se estandarizan e integran en un marco empresarial concreto bajo una legislación concreta.
Ten en cuenta que fenómenos como la ruta del Bakalao en Valencia o el fenómeno rave en Inglaterra sucedían porque existía un vacío legal que lo permitía. Actualmente, en cambio, está todo muy regulado. Tendría que surgir algo que ni la regulación actual lo previera. Pero está claro también, y así lo ha demostrado el tiempo, que donde está la norma, no tarda en surgir la trampa.
Para ir terminando, ¿crees que a la música electrónica le queda mucho aguante o ya ha quemado todos sus cartuchos?
Claro que le queda aguante. La manera de hacer música electrónica con la tecnología, es hegemónica. Solo tienes que ver los discos más vendidos para darte cuenta de la presencia que tiene la música electrónica en otros estilos musicales, como en el pop de consumo. Unas de las reflexiones que hemos hecho en las presentaciones del libro ha sido preguntar al público si grupos como Depeche Mode o New Order, eran música electrónica. Muchos contestaban que sí, cuando no es verdad puesto que sus producciones se tocan perfectamente con instrumentos y vocales sin dejar que varíe el tema original ni un ápice.
Lo mismo ocurre al contrario, muchos cantantes de country, como Johnny Cash, no se pueden extrapolar en clave electrónica. Por tanto, una cosa es la poca capacidad de sorpresa, pero la música electrónica no va a desaparecer, ni va a tener ningún declive, porque como señalo al principio del libro, ha ocupado todo el espectro de la música moderna. La tecnología y el software están ahí, y mientras estén ahí, hay posibilidades de encontrarles nuevos usos, deliverados o azarosos, que consigan que la música siga moviéndose hacia delante.
Foto ©Ricard Cugat.
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!