Las influencias entre Hitchcock y Welles son evidentes en varias de sus películas (Rebeca/Ciudadano Kane, La sombra de una duda/El extraño y Psicosis/Sed de mal).
No son plagios. Los grandes artistas no se copian unos a otros. A lo sumo “se inspiran” en lo mejor que han hecho los demás.
En un magnífico artículo publicado este mes de mayo en la revista Caimán, Santos Zunzunegui establece algunas atinadas comparaciones entre dos películas de Orson Welles –genial y tormentoso cineasta de cuyo nacimiento se cumple el centenario estos días- y otras dos de Alfred Hitchcock. “¿Es disparatado considerar la influencia del célebre arranque de Rebeca (1940) en similar momento de Ciudadano Kane (1941)?”, pregunta Zunzunegui.
“Más allá de las diferencias (que existen: los sinuosos movimientos de cámara del cineasta inglés, que nos conducen hasta Manderley, serán sustituidos por los encadenados de planos fijos que nos acercan a Xanadu; la ‘voice over’ que planea sobre la genial partitura de Franz Waxman dejará paso a la sola y ominosa música de Bernard Herrmann) encontramos el mismo gesto de acercamiento a una mansión en la que se incuba un misterio”.
En efecto, son dos aperturas de película casi iguales. La resolución de la intriga también es la misma: Manderley y Rosebud son devorados por las llamas. Zunzunegui afirma que, años después, fue Hitchcock el que se inspiró en Welles. Favor con favor se paga. La coincidencias, vamos a llamarlas así, se producen en otros dos famosísimos filmes, Sed de mal (1957) y Psicosis (1960). Ambos comparten protagonista, Janet Leigh. En Psicosis, el modelo para el comportamiento de Norman Bates (Anthony Perkins en el papel por el que será recordado toda su vida) está claramente inspirado en el de Dennis Weaver en Sed de mal, el inestable “portero de noche” de un inquietante hotel que, en su tenebrosidad, también parece haber sido fuente de inspiración para el motel de la terrorífica película de Hitch. Dos pesadillas nocturnas que forman parte del más turbador legado cinematográfico.
Añado a este análisis comparativo otros curiosos paralelismos, los que existen entre La sombra de una duda (1943) y El extraño (1946). En La sombra de una duda, un personaje ajeno a una pequeña comunidad y que viene de lejos, fascina con su poderosa personalidad a una joven (su sobrina) que poco a poco, con la ayuda de un detective (MacDonald Carey), empieza a sospechar que su tío es un asesino de viudas adineradas. Al saberse descubierto, “el forastero” intenta eliminar a la muchacha simulando un accidente (manipulando los peldaños de una escalera). En El extraño, el recién llegado a un tranquilo pueblo enamora y se casa con una lugareña (Loretta Young) que, detalle tras detalle, acaba sospechando (gracias a las pesquisas de un investigador de crímenes de guerra, Edward G. Robinson) que su marido es un criminal nazi. Cuando “el forastero” es consciente del peligro que corre, idea una manera de matar a su mujer simulando un accidente (manipulando los peldaños de una escalera). Hay más paralelismos, pero dejemos el asunto ahí.
Cito una última similitud, también apuntada por Zunzunegui: el travelling final de Ciudadano Kane nos permite descubrir inesperadamente (solo a los espectadores de la película, no al periodista Thompson) lo que se escondía tras el nombre de “Rosebud”. Ese recurso visual/narrativo es conceptualmente un calco del prodigioso travelling que nos regala Hitch en el último tramo de Inocencia y juventud (1937): la cámara inicia un extraño recorrido durante varios segundos, no sabemos hacia donde, para acabar revelándonos la falsa identidad y apariencia bajo las que se oculta el asesino: un tic facial, que ya vimos al principio de la historia, delata la presencia del asesino (solo a los espectadores de la película, de momento no a los dos atribulados protagonistas).
Los artistas no se copian: simplemente se inspiran unos en otros. Eso dicen ellos, con hábil prudencia. Copiar solo copian los tontos. Picasso reconoció que de vez en cuando cogía de aquí y de allá. No hay que escandalizarse: cuando los creadores son muy buenos –y Hitch, Welles y Picasso lo fueron- utilizan sus “hurtos” no para hacer copias desvaídas y sosas, sino para reciclar con talento el material de partida, llevándolo a su terreno. No todo es original en Ciudadano Kane, El extraño y Psicosis. Pero no importa, no seamos puritanos: se trata de tres grandes películas (El extraño, por cierto, merece una justa revalorización).
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