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Música

Héroes y villanos (The Beach Boys y Brian Wilson)

En Vidas salvajes, Música 23 julio, 2014

Miguel Caamaño

Miguel Caamaño

PERFIL

Suele ocurrir muy a menudo que cuando vemos en un cartel un grupo mítico, y todo el oropel que arrastra, tenemos que informarnos sobre cuántos de los miembros originarios quedan en la actual formación. Es el caso de los Beach Boys, que por estos lares son mayormente conocidos por su sonido de Surf sin ni siquiera haber surfeado apenas en vida. Quedan sólo tres miembros, en este caso, de aquel grupo que creó un especial sonido, pero lo más importante es que no está él… Brian Wilson, el díscolo e inefable Brian Wilson.

Los grupos musicales, en cuanto empiezan a manejar dividendos y ganar en ego y féminas aporreando sus coches, empiezan a referirse a ellos en tercera persona y ahí todo se tuerce. Aunque con dignidad musical y extenso repertorio (damos fe) The Beach Boys pisan el escenario pensando en que allí podría haber estado Brian Wilson.

Pero Brian está en su propio universo, preso de alucinaciones, todo tipo de paranoias y altibajos emocionales y depresiones de caballo. Eso sí, un caballo ganador, porque fue él (y sólo él) quien quiso trascender fronteras estilísticas con su seminal e inolvidable Pet Sounds, álbum considerado de los más grandes de siempre y llamado así, con las iniciales de Phil Spector, con alevosía y un atrevimiento que haría que Brian fuese lapidado por sus otrora amigos inseparables.

Bien es cierto que al de Inglewood se le fue la pinza (y toda la colada), cuando sintió y lamentó la negativa de su grupo a acometer ese viraje hacia un sonido más psicodélico, elaborado y conceptual, en clara oposición el adoptado hasta ese momento, ubicado en las acomodaticias aguas de ese edulcorado pop californiano que hablaba de coches, olas y chicas.

Brian quería más y tuvo que caminar solo. Lo hizo derrotado por el fatuo éxito de un Mike Love imbuido de un personaje más pendiente de su peinado que de avanzar y evolucionar musicalmente. Eso se tradujo en unos caminos separados e irreconciliables y, para el recuerdo, quedarán las morrocotudas discusiones entre el mentado Love y Brian y su ingeniero de sonido de confianza.

A juicio del «repeinado», el himno Good Vibrations era una auténtica «mierda vanguardista», así que las espadas seguían manteniéndose afiladas y en lo alto, optando los Beach Boys por el camino de los refritos y composiciones que les seguían anclando en lo previsible, alejadas de las genialidades de Brian.

Por si fuera poco, después de esto llegaron los litigios por los derechos de las canciones, las envidias malsanas y los dimes y diretes tan propios de este tipo de formaciones con gestión de egos de altos vuelos. Sin embargo, lograron reunirse para una oportuna efeméride de medio siglo desde que todo comenzase, poco después de haberse llamado inicialmente The Pendletones.

Digamos que en este heptagenario olvidadizo, capaz de llenar su habitación de arena de playa sobre la que colocar su piano para sentir las vibraciones del mar,  se podía vislumbrar a aquel niño asustadizo que reconocía que haber sabido tocar el piano le había salvado el culo en un seno familiar en el que su padre, un compositor mediocre, proyectaba aquello que querría haber sido en sus hijos. ¿Os suena? Es la historia de siempre, genio maltratado e incomprendido tiene un potencial que con los años será valorado en su justa dimensión.

Mucha gente venera a Brian, pero nadie se cambiaría por él en el momento previo a subir al escenario, cuando escucha voces en su mente que le amenazan con hacerle daño. Y no hablamos de sus compañeros de tablas, a los que de una manera u otra siempre les tendrá algo que agradecer… o no.

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