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“Here (Aquí)”: la materia muerta que emociona

En Cine y Series martes, 10 de diciembre de 2024

Javi Cózar

Javi Cózar

PERFIL

Si podemos definir el teatro como un plano fijo (o varios, pero la clave es que es siempre fijo, no hay movimiento de cámara), entonces Here (Aquí) sería a priori lo que se suele denominar “una película teatral”. Y es que la última propuesta de Robert Zemeckis es, en esencia, un plano fijo que enfoca al comedor de una casa. El plano no varía de tamaño en ningún momento, y tampoco se mueve, son los personajes los que se mueven dentro del plano estático. Como en el teatro.

Pero tachar a Here (aquí) de “teatral” sería,  además de incorrecto, tan arriesgado como decir que también lo es el cómic en que se basa. Richard McGuire publicó en 1989 una historia de seis páginas, con seis viñetas en cada página, en la que explicaba lo que ocurría en un único punto del planeta en diversos momentos, que iban desde la prehistoria hasta el futuro. En 2014 ese cómic se expandió a 304 páginas, pero eso es otra historia. Lo que hacía McGuire era superponer en una misma viñeta diversas ventanas que mostraban lo que acontecía en ese único punto, pero en diversos momentos temporales.

Here (Aquí)

Sí, un plano fijo. Pero nada de teatro en esta propuesta, desde el mismo momento en el que ese juego de ventanas permitía una navegación a través de múltiples épocas y ser testigo de acontecimientos sin relación entre sí, más allá de que todo sucedía exactamente en el mismo lugar. Por lo tanto, la narración lineal característica del teatro saltaba por los aires.

Zemeckis copia con bastante exactitud este peculiar modelo narrativo para su adaptación cinematográfica, con la salvedad de que prescinde del detalle de señalar cada ventana con el año en el que acontece. Esto quizás hace singularmente caótico el seguimiento de la narrativa, puesto que como en el cómic no existe ninguna pauta cronológica, sino que los personajes van y vienen en continuos saltos temporales, adelante y atrás sin orden alguno. Sin embargo, de manera casi mágica, pronto todo este juego de ventanas que se abren y se cierran adquiere su propio significado, la narración se torna sorprendentemente fluida, y el espectador puede seguir sin apenas esfuerzo por su parte las vicisitudes de personajes que habitan desde el siglo XVIII hasta 2024, pasando por diversos momentos del siglo XIX, del siglo XX y de principios del siglo XXI.

Here (Aquí)

Sin duda, la apuesta es arriesgada (saldada con un rotundo fracaso en Estados Unidos, de eso hablaré luego). No en vano, cuando Tom Hanks y Robert Zemeckis comenzaron a buscar financiación para el proyecto, absolutamente todos los estudios rechazaron implicarse, porque consideraban que la película era arriesgada y difícil para grandes audiencias. Lo cual, para ser justos, seguramente no es del todo inexacto. Al fin y al cabo, hablamos de una película en la que básicamente hay un único plano fijo sobre el salón de una casa.

Una vez contemplada la propuesta, es cuando la miopía de los grandes estudios resulta abrumadora, porque lo que consigue Zemeckis va mucho más allá del experimento visual y narrativo que, sin duda, también es, y que es lo que aterrorizó a los grandes de Hollywood. Here (Aquí) deviene un relato sobre las cosas que nos atan, que nos limitan, que nos frustran, partiendo de esa casa protagonista que vendría a ser la cárcel en la que mueren los anhelos, los deseos de (casi) todos los que la habitan.

Atando el destino de todos los personajes al mismo exacto punto del planeta, de hecho, en el caso de la pareja protagonista de manera literal (ambos quieren dejar de vivir en esa casa, pero no pueden hacerlo por motivos económicos), Zemeckis plantea que la importancia de las cosas inanimadas es suficientemente relevante como para marcar decisiones, que son las que finalmente definen nuestras vidas. Y Zemeckis logra transmitir todo eso mediante, atención, la fractura lingüística, sobre todo de carácter visual. La ambición de la propuesta no es pequeña, pues.

Here (Aquí)

Y hablo ahora exclusivamente de la ambición narrativa. Me parece que la lingüística está fuera de toda discusión, con el mencionado juego de ventanas que fracciona y, de hecho, desintegra cualquier cosa parecida a una línea temporal convencional. Sin embargo, la ambición narrativa es la que realmente revela, por si alguien tenía aún dudas (¡yo no!), lo extraordinariamente buen cineasta que es Zemeckis, un tipo al que hay que ubicar entre lo mejor que le ha ocurrido al cine estadounidense de los últimos 50 años.

Realmente, hay que ser bueno, hay que ser muy buen storyteller para lograr un control pretoriano sobre el mensaje de un relato tan roto como este: su mirada múltiple, pero anclada en el mismo punto, en realidad, no hace sino subrayar el efecto demoledor de lo inanimado, de las maderas, del cemento, cuando son materiales habitados por personas. La materia muerta puede ser igual de emocional que la materia viva, que las personas.

Here (Aquí) debe pues entenderse no como experimento, no como rareza, no como excepcionalidad, sino como una película mucho más convencional de lo que su arquitectura parece revelar: mediante, sí, una manera de narrar poco ortodoxa, al final la película brilla en su capacidad de emocionar, que es uno de los objetivos básicos, recurrentes, y millones de veces perseguido por las películas desde que el tren de los hermanos Lumière entrara en la estación a finales del siglo XIX.

Here (Aquí)

Con todo, no deja de maravillarme que Zemeckis, con 72 años y mucha más carrera por detrás de la que (triste y presumiblemente) tiene por delante, haya decidido embarcarse en un proyecto con las peculiaridades ya mencionadas.

En realidad, esta parece más bien la película que un director joven, o novel, habría querido realizar para epatar a las audiencias, para decir “¡eh!, este soy yo, mirad de lo que soy capaz”. Luego, con la edad, es muy común perder esa rabia revolucionaria y entrar en etapas más conservadoras (no digo esto como un reproche). Sin embargo, Zemeckis parece haber emprendido el camino inverso: empezó con propuestas claramente comerciales y, por lo tanto, conservadoras (Tras el corazón verde, la trilogía de Regreso al futuro, Quien engañó a Roger Rabbit, por mencionar algunas), y ahora, en plena etapa de madurez, se atreve con una apuesta ciertamente iconoclasta, como poco.

Here (Aquí)

Esta apuesta se ha saldado, eso sí, con un rotundo fracaso en Estados Unidos, donde ha recaudado unos tristes 12 millones de dólares (con un presupuesto de 50). Es algo que certifica no solamente la nula apetencia de Hollywood por propuestas que se salgan de los márgenes convencionales sino también el poco interés de las audiencias por escapar de productos adocenados, creados con logaritmos sociales, como los espantosos Wicked o Red One, por citar dos estrenos coetáneos a Here (Aquí).

Y no será porque le falten alicientes comerciales a esta película. En este sentido, estamos ante la reunión, 30 años después, de buena parte del equipo responsable de uno de los más rotundos éxitos populares del cine reciente, la maravillosa Forrest Gump: Zemeckis en la dirección, Eric Roth escribiendo el guion, Tom Hanks y Robin Wright interpretando, Alan Silvestri componiendo la música original, Don Burgess en la dirección de fotografía, y Joanna Johnston diseñando el vestuario. Pero eso no ha evitado que la película se estrelle en la taquilla estadounidense, además con críticas igualmente desastrosas, y que, muy probablemente, le ocurra lo mismo en otros mercados como el español, donde en su primer fin de semana apenas ha conseguido estar entre las 10 películas más taquilleras.

Una lástima. Porque Here (Aquí) no es solamente excepcional, tanto en el contexto de la producción cinematográfica de 2024 —una de las mejores películas que van a poder verse en cines en este año que ya acaba— como en el contexto de la filmografía de Robert Zemeckis. Se trata, fácilmente, de una de sus mejores películas, jugando en la misma liga que las citadas anteriormente o que Contact o El desafío (The Walk).

También Here (Aquí) es excepcional como artefacto narrativo capaz de conmover al espectador. Solo hace falta aguantar hasta el final, hasta esa terrible, desgarradora última escena en la casa: la sublimación de todo lo narrado anteriormente, el instante exacto en el que todas las frustraciones, todos los miedos, todos los anhelos incumplidos de los protagonistas explotan en el único momento en toda la película en el que la cámara se mueve.

Esto no es teatro, no. Tampoco es cine. Esto es C-I-N-E.

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