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Harold y Maude, suicidios, funerales y alegría de vivir

En Cine y Series domingo, 26 de diciembre de 2021

Sergio Ariza

Sergio Ariza

PERFIL

A pesar de ser una película que comienza con un suicidio, aunque sea simulado, Harold y Maude es todo un canto a la vida y a vivirla con todas sus consecuencias hasta el final. A pesar de ser un fracaso en el momento de su estreno, la cinta se convirtió en una película de culto y se convirtió en la más importante de su director, Hal Ashby, junto a Bienvenido Mr. Chance.

La idea original, obra de Colin Higgins, estudiante de UCLA, fue parte de su tesis en la escuela de cine, pero la terminó convirtiendo en un guion —que tras el estreno se convirtió en una novela y luego en una obra de teatro— y mientras trabajaba limpiando la piscina de un jefazo de Paramount se lo enseñó a su mujer y logró que se lo compraran.

Harold y Maude

La historia era simple, Harold es un joven de veintipocos años que vive en un mundo propio, sin adaptarse a la sociedad. No tiene amigos y sus dos únicos pasatiempos son fingir una y otra vez su suicidio y asistir a funerales, para sentirse más cerca de la muerte. Será en uno de estos últimos donde conocerá a Maude, de 79 años, que también asiste a funerales de extraños, pero no para regodearse en la muerte, sino para sentirse más viva. Se conocerán y se enamorarán, con la mayor enseñando al joven la alegría de vivir y, poniéndonos metafísicos, el sentido de la vida. Maude, a pesar de la edad, representaba muchos de los ideales de los años 60, la libertad, el amor, la oposición a la guerra, aunque también contaba con particularidades como su manía de coger prestados vehículos ajenos y conducir como si fuera una kamikaze.

Hal Ashby, un hippie de corazón con 42 años de edad, era el director perfecto para este material, y es que estaba de acuerdo con la esencia del hippismo, pero tampoco era tan ingenuo como para pensar que por ponerse flores en el pelo se iba a cambiar la sociedad, y eso se nota en la película, que es un furioso ataque contra todas las instituciones fundamentales de la misma, la familia, el ejército, la religión e, incluso, la psiquiatría. Pero, puede que más importante, el padre de Ashby se había suicidado cuando él tenía 12 años y esta película le hablaba más cercanamente que ninguna otra. El director aceptó la oferta pero se aseguró de que Higgins, que la quería dirigir él pero el estudio se negaba, le diera su bendición y pudiera estar en el rodaje, aprendiendo junto a él.

Harold y Maude es un elogio hacia todos aquellos que viven, parafraseando a Patti Smith, fuera de la sociedad. Ashby sabe cómo molestar a la sociedad bien pensante, primero con esa madre que parece no entender a su hijo, al que sigue presentando a posibles parejas, a pesar de que Harold sigue asustándolas con sus elaborados suicidios falsos. Impagable ese momento en el que, tras una despavorida huida de una posible novia, Harold se da la vuelta y mira con satisfacción a la cámara, buscando la complicidad del espectador, algo que improvisó Bud Cort, el actor encargado de darle vida, y que Ashby dejó como homenaje a su querida Nueva Ola francesa.

Pero Harold y Maude también se ceba con el ejército, a través del tío de Harold, o los psiquiatras, aunque el golpe más claro se lo lleva la religión, con ese cura hablando de lo vomitiva que le resulta la unión de las turgentes carnes de un joven como Harold con los decrépitos pechos de Maude, todo ello mucho antes de que los escándalos de pederastia hubieran salido a la luz…

Lo increíble es que, para martirio de Ashby, casi todo el mundo se puso del lado del fanático religioso. Que un hombre de 79 años se acostara con una joven de 19 tenía un pase (como bien sabe ese tipo sin escrúpulos, ni alma, que es Logan Roy) pero al revés era demasiado para una sociedad machista, sexista y edadista. Lo curioso del caso es que Ashby ya había conseguido abortar que el productor de Harold y Maude, Robert Evans, le cortara la escena en la sala de montaje, lo consiguió al meter parte del metraje de la misma en el tráiler que anunciaba la película.

El caso es que la escena no podía ser más inofensiva, un beso daba paso a un corte y luego se veía a los dos protagonistas tumbados en la cama, una vez acabado el sexo, con la extraña cara de Bud Cort resplandeciendo por primera vez en la película, mientras soplaba unas burbujas (imposible que un tipo tan estrafalario como él cayera en el cliché del cigarrillo…) y miraba a Maude dormir plácidamente.

https://www.youtube.com/watch?v=kQK8I6jtG_8

Supuestamente El graduado debería haber servido para romper ese tabú en concreto, el de un hombre joven con una mujer mayor, pero si tenemos en cuenta que Anne ‘Mrs Robinson’ Bancroft solo tenía seis años más que Dustin Hoffman tal vez comprendamos por qué el hecho de coger a actores que realmente tenían las edades de sus personajes fue considerado tan amenazante.

Y es que el reparto no podía estar mejor elegido, Bud Cort, que interpretaba a Harold, no había cumplido los 23 años cuando se rodó la película y tenía un aspecto totalmente peculiar, parecía todavía más joven, pero con un aspecto muy extraño, como si el Camilo Sesto de los últimos tiempos fuera un adolescente. Por su parte, Maude estaba interpretada por Ruth Gordon, una actriz que tenía 75 años y había nacido en el Siglo XIX. Las nuevas generaciones del momento la recordaban principalmente por haber dado vida a la terrorífica Minnie Castevet, la vecina de Mia Farrow y John Cassavettes en La semilla del diablo, pero el curriculum de Gordon tenía cosas tan curiosas como haber estado nominada al Oscar como mejor guion original por su trabajo, junto a su segundo marido, en La costilla de Adán, la película protagonizada por Katherine Hepburn y Spencer Tracy en 1949.

Aun así, la primera frase que sonaba en toda la película, supongo que crees que eso es muy divertido, pronunciada por la madre de Harold, tras uno de sus intentos de suicidio falsos, resultó perfecta para describir la reacción de los críticos de su época, con unas pocas excepciones, que no dudaron en destrozarla, llegando uno de ellos a decir que Harold y Maude era tan divertida como ver un orfanato en llamas.

Puede que parte de su mala prensa fuera porque Harold y Maude se estrenó en plenas celebraciones navideñas con el espíritu familiar en su apogeo, también puede que Paramount se equivocase en su enfoque, en vez de venderla como lo que era, una película inconformista y contracultural que hablaba a los más jóvenes, la intentaron colar como la conmovedora historia de la amistad entre un joven y una anciana para todos los públicos… Como consecuencia, la película solo se mantuvo una semana en los cines.

Ashby estaba devastado, pero no por ello menos orgulloso de su criatura. Tuvo además un ramalazo de vidente y poco después declaró: Estoy muy orgulloso de todo lo que sale en pantalla y creo que en un futuro encontrará un público o, al menos, la atención que merece. Tenía toda la razón, la película se convirtió rápidamente en un objeto de culto y terminó resucitando.

Harold y Maude, sin ser perfecta, ha dejado huella en la obra de los directores más variopintos y originales, la más evidente es la que tiene en el cine de Wes Anderson, siendo este Harold un claro antecedente del Max de Academia Rushmore, además de muchas otras cosas, sin ir más lejos la utilización de la banda sonora, que en esta película corre principalmente a cargo de Cat Stevens. El director de La crónica francesa no ha ocultado nunca su admiración por la película e incluso llegó a darle un pequeño papel a Bud Cort en Life Aquatic.

El caso es que 50 años después de su estreno, la película sigue siendo tan vital y divertida como entonces, y es que al final de la misma, cuando Harold se entera de que Maude ha decidido suicidarse tras cumplir 80 años, el suicidio y la muerte ya no le parecen una broma, ha aprendido a vivir, y sufre ante la idea de perder a Maude.

A pesar de que el director juega con la idea de un posible suicidio de Harold, esta vez real, arrojándose con el coche por un precipicio, Harold reaparece tocando, y bailando, en el banjo la canción que le enseñó Maude en el banjo, el “If You Want To Sing Out, Sing Out” de Cat Stevens. Ha aprendido la lección que le enseñó Maude, ver que la vida es para vivirla mejor (que dirían Los Fabulosos Cadillacs) y que ello también conlleva aceptar la muerte como algo inevitable, no como algo negativo, sino como parte del ciclo vital.

Nos vamos a morir, es inevitable, así que Ashby y Higgins, a través de Harold y Maude, nos dicen que lo mejor es dejar de regodearse en ello y salir a disfrutar lo que nos queda: Well, if you want to sing out, sing out, And if you want to be free, be free, ‘Cause there’s a million things to be, You know that there are.

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