La reciente recreación del imaginario del misterioso Thomas Pynchon, Inherent Vice, es una buena excusa para destacar algunas de las mejores adaptaciones al cine de buenas obras literarias en lo que llevamos de siglo XXI.
La reciente adaptación de Inherent Vice, el film de uno de los mejores directores norteamericanos del siglo XXI, Paul Thomas Anderson, permite listar algunas de las mejores adaptaciones cinematográficas en los 15 años que llevamos de siglo. Un proceso –el de la adaptación– nunca fácil pero que algunos guionistas han resuelto con una pericia e intución dignas de ser reseñadas en esta sección.
La conocida reflexión de Pere Gimferrer acerca de por qué el cine no es capaz de lograr una obra maestra cinematográfica a partir de una obra maestra literaria (El gatopardo –el film de Visconti– es una obra maestra pero la novela de Lampedusa no) me parece una pregunta interesante.
Uno ha sospechado que la única vía para lograr una empresa (empresa de dudoso interés en todo caso) es rebajando la grandilocuencia y quizás las expectativas del film. Es así que Vania en la calle 42 me parece modélica. Sí. Por obrar el milagro de hacer desvanecerse la línea que separa el cine del teatro pero sobre todo el teatro de la vida, una de las mejores adaptaciones de una excelente obra literaria al cine durante el siglo XX fue la que hizo Louis Malle con el drama maestro de Chejov.
¿Y en lo que llevamos de siglo XXI?
Si tuviera que destacar 7 de las más inteligentes adaptaciones de conocidas (y estupendas) obras literarias realizadas en los 15 años que llevamos de siglo, serían estas:
#1 Por haber captado la hilaridad, pero también el romanticismo (sentimientos sin sentimentalismo), por ser a la vez traviesa y poética, por haber respetado el equilibrio entre la imaginación literaria y la crítica sociopolítica que nos divierte tanto de Thomas Pynchon, nuestro primer ejemplo de adaptación modélica es Inherent Vice (traducida aquí tan vehemente como metafísicamente al castellano como Puro Vicio).
#2 Por superar las dificultades particularmente rocosas que supone siempre la traducción en imágenes del universo interior –entre lo sórdido y lo sublime– del mejor novelista de todos los tiempos, El doble la película de 2013 de Richard Ayoaden: la metafísica de Dostoievski en el escenario de una burocracia contemporánea y distópica.
#3 Por haber extraído con retorcido bisturí el tumor de otra utopía invertida, la de Don Delillo, pero también lo mejor de un actor sobre el que recaían numerosos prejuicios: Cosmopolis, controvertida traducción en imágenes de uno de los directores más retorcidos del país del acomodo razonable: David Cronemberg.
#4 Por haber recogido la belleza lánguida y el romanticismo con fiebre de la novela menos murakamiana de Haruki Murakami, la excelente Norgewian Wood con guión del propio director Tran Anh Hung debe estar entre las cinco mejores adaptaciones de los que llevamos de siglo.
#5 Por haber respetado la inquietud eléctrica, el raro desasosigo y la violencia mental de Elfriede Jellinek, el film de Michael Haneke, La pianista, 2001.
#6 Por la escena del hotel: No es país para viejos o a ver qué perro viejo cuenta mejor una historia: Cormac McCarthy adaptado por los Coen.
#7 Por haber apresado la atmósfera y haberla actualizado temporal, geográfica, narcótica y musicalmente (el dream-pop es a la atmósfera sadcore de lánguido abandono de Oslo 31 de agosto lo que la Gymnopedie Erik Satie al film en blanco y negro de Louis Malle) una de las adaptaciones más sensibles en lo que llevamos de siglo fue la que hicieron Joachim Trier y Eskil Vogt con la novela de Drieu La Rochelle, El fuego fatuo, en Oslo, 31 de agosto (Trier, 2011).
Hermosos: guiones bien trabajados
Malditas: traducciones socorridas y desganadas
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