La nueva serie musical del canal ABC trata de romper fronteras con una parodia del género de los cuentos, uno que la cadena lleva precisamente tocando desde hace unos años con Once Upon a Time. La propuesta llega en un momento coyuntural para la televisión en general y para las sitcoms histéricas en particular.
Héroes, vestuario de cuento de hadas y música broadwayiana. Galavant, la nueva serie musical del canal ABC, empieza sin concesiones; presenta la narrativa del género que tan bien conocemos y va con ella tan de frente que es incluso difícil adaptarse al ritmo tan agitado que propone. Ahora, ¿es Galavant histérica, son los musicales siempre así o acaso las comedias norteamericanas no conocen otra forma de enganchar a las audiencias de ahora que con semejante frenetismo?
Las sitcoms estadounidenses viven, salvo contadísimas excepciones, supeditadas al límite de los 20-30 minutos de duración. Responde la restricción a un statu quo aprobado por las cadenas y al que productores y guionistas se han adaptado sin protesta ninguna, quizá porque es más difícil escribir comedia, quizá por un complejo de inferioridad infame, quizá porque acercarse al modelo español de la hora y media por episodio es de suicidas en un mercado como el norteamericano.
Y aunque los logros son más que obvios, también lo son los fracasos y la continua división que generan las comedias que se emiten al otro lado del charco. La caída de audiencias en televisión tiene algo que ver, pero miren los casos de Girls, Broad City o New Girl. Las emiten HBO, Comedy Central y FOX, respectivamente. Cada una de su padre y de su madre, lo sé, pero todas ellas comparten esa discordia entre los que las siguen y los que las detestan. Mucho tiene que ver la irregularidad cómica, pues ante todo les exigimos cierta estabilidad en el disparo de gags, de ahí que la idiosincrasia de sus protagonistas sea, precisamente, el histerismo. Si una comedia necesita ser veloz en el chiste, debe contar con personajes capaces de declamar largo, hilado y fino. Créanme, los histéricos lo hacen como nadie.
Una retahíla de chistes sólo se consigue con gags coincidentes (situaciones que desembocan en otras), algo en lo que Modern Family es top-class, o con personajes histéricos. Piensen de nuevo en las mencionadas (Girls, Broad City y New Girl) y disfruten, o sufran, con lo excitado de sus propuestas.
Pues Galavant va por el mismo camino. Sus personajes no hablan tan rápido, pero en cuanto el ritmo tiene visos de decaer, ahí aparecen las composiciones de Alan Menken y Glenn Slater para avivar sus sonrisas. Y claro, cuando todo queda comprimido en episodios de 20 minutos, complicado es cuanto menos el no sentirse un tanto abrumado por tanta coreografía de baile, parodia de cuentecitos y nerviosismo melódico. Pero al final a Galavant le da por funcionar y acaba, claro, molando lo suficiente.
PD: ¿Es Joshua Sasse el hermano barato de Michael Fassbender?
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