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Cultura

El sexo y el espanto

En Hermosos y malditas, Cultura martes, 28 de enero de 2020

Jesús García Cívico

Jesús García Cívico

PERFIL

La palabra Pornographia significa «retrato de prostituta», la inventa el pintor Parrasio en torno al 410 a. C., un cuadro suyo se coloca en el dormitorio de Tiberio medio milenio después: representa a Atalanta en actitud de vergonzosa complacencia hacia Meleagro y es que, de acuerdo con la moral social sexual romana, el sexo es el dominio, penetrar, dirigir, mandar, lo recoge en El sexo y el espanto, el escritor francés Pascal Quignard.

En su retiro de Capri, el emperador romano hace acondicionar un banco para sus deseos secretos (arcana libidinum). Reunía allí a grupos de muchachas y jóvenes disolutos para unos acoplamientos monstruosos que él llamaba spintrias (esfínteres).

Tiberio lleva su vista a esa fornicación en cadena cuando quiere reanimar su desfalleciente deseo. Llama pececillos a los niños de tierna edad a quienes ha acostumbrado a jugar con sus rosadas lenguas entre sus muslos mientras nada. Luego él mismo los amamanta.

Pintura Romana. Sexo. Pompeya

Hay más: en el imaginario de los antiguos, la felación deriva del cunnilingus de las mujeres griegas de Lesbos. El verbo lesbidzein significa «lamer» y era propio de mujeres y de hombres a los que no les había crecido la barba.

Los romanos no distinguían entre homosexualidad y heterosexualidad, sino entre actividad y pasividad. Contraponían el phallos (el fascinus) a todos los orificios (las spintrias). La mujer mira el falo de forma oblicua porque la fascinación es la relación que se establece entre el sexo masculino erguido y la mirada.

El esperma del adulto transmitía la virilidad al niño. La palabra latina inspirare es la traducción del verbo griego eispein, que también se refería a la sodomía. Recuerda Quignard que la moral sexual romana era inflexible: en el hombre libre la pasividad es un crimen, en el esclavo es un deber, en el liberto es un servicio que debe prestar al patrón. Sodomizar el ano y la boca (irrumare) con el fascinus es algo virtuoso, la pasividad anal y la felación son infames.

En Roma, la virilidad es el deber del hombre libre y el modelo de sexualidad es la dominación: gozar sin poner la propia potencia al servicio de otro era digno de respeto. Hacer gozar al otro era servil, por eso, en los status inferiores la violación fue la norma.

Pintura Romana. Sexo. Pompeya.

El matrimonio romano se cierra con un apretón de manos, la tierra es «patria» y el fascinus es el germinador, la castidad se refiere únicamente a la obligación de la mujer de que todos sus hijos lo sean del marido, la integridad de la «casta» que se origina en las que llevan el embrión, el cual, en el imaginario de los antiguos, proviene exclusivamente del semen viril. Por eso, Macrobio escribe en las Saturnales que Julia la Mayor era casta porque como ella misma decía al abrir sus piernas por placer: Numquam enim nisi plena tollo vetorem (Solo acepto pasajeros cuando la bodega está llena).

El hombre que salió blando de la vagina al nacer entrará una noche fuerte en ella; no se pierde el desconcierto de haber sido concebido como no pierde el lector el vértigo que produce la profunda serie de transformaciones históricas y culturales en un ámbito natural, el sexual, que es, al mismo tiempo, normativo y social.

Las ruinas de Pompeya, de Herculano, sepultaron una forma poco admirable de amar, tras el erotismo alegre de los griegos, la melancolía aterrada que llegó con la Roma de Augusto dará paso a una extensión no de la fortaleza sino de la pasividad, se amplió la clase de los subyugados a los dos polos del amar, el castigo del cuerpo, la represión católica del deseo, la renuncia voluntaria al placer, otro sentido de la castidad.

ROMA palíndromo del AMOR, todo cambia como gira el mundo, la moral sexual del siglo que viene será muy distinta a la de hoy, como la de hoy es distinta a los defensores del veto parental.

Hermosos: libros.

Malditas: intromisiones de los padres en la escuela.

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