Artistas de todas las condiciones intentaron captar el movimiento y un arte, la danza, en proceso de liberación a partir del siglo XX. La exposición Dance: Movement, Rhythm, Spectacle así lo recoge.
Hasta el próximo 2 de agosto, el Philadelphia Museum of Art exhibe una generosa selección de más de un centenar de dibujos, fotografías o grabados procedentes de sus propios fondos que demuestran el interés que la danza ha despertado siempre en los artistas, así como la vinculación que algunos en concreto tuvieron con compañías y figuras de vanguardia como en su dia fueron los Ballets Rusos de Diaghilev o Isadora Duncan.
Artistas muy conocidos para nosotros como Pablo Picasso, Joan Miró, Henry Matisse (uno de sus óleos más conocidos es precisamente La Danse, aunque este cuelga de las paredes del Hermitage de San Petersburgo), Henri de Toulouse-Lautrec o Alexander Calder encontraron inspiración en ese instante en el que cuerpo juega con el espacio para convertirse en expresión artística.
La muestra quiere dejar constancia de cómo fueron ambos mundos interesándose el uno por el otro y nutriéndose mutuamente: la danza de las artes plásticas, pero también de las nuevas técnicas como la fotografía o el cine; los coreógrafos y directores de escena de unas artes plásticas que estaban también rompiendo los moldes de la vieja escuela.
Obras que van reflejando el gusto de cada época, su evolución según modas o nuevos descubrimientos estéticos. En The Pilgrin, dibujo de 1922, el pintor e ilustrador Léon Bakst da forma al personaje del peregrino para el ballet Le Dieu Bleu de los Ballets Rusos, una imagen que demuestra el gusto por lo exótico y lejano que en esos momentos se movía en la escena europea. Un torso desnudo, una túnica ondeante y un cuerpo en marcha, todo color y estilo.
En Mujer con pandereta, Picasso retrata a Dora Maar como una bacante, seguidora de la deidad romana del vino, y para expresar el movimiento usa sus recursos cubistas, fracturando la figura para mostrar rostro, torso y piernas desde varios ángulos, creando la impresión de que el cuerpo se mueve en diferentes direcciones.
Los cancanes del cabaret, las plumas del vodevil, las túnicas de bailarinas que buscan la libertad de la Grecia clásica, movimientos estos llenos de fluidez y naturalidad, todos ellos reflejo de un mundo en proceso de modernización, liberación y cambio.
Otros, como la serie Jitterbugs de William Henry Johnson, reflejan la fascinación que en la déada de los 30 despertó en el norteamericano ese ritmo lleno de saltos, giros y acrobacias, que tomó fuerza en los clubs de jazz del Harlem, primo hermano del ahora en boga Lindy Hop. Eclosión que también reflejan las fototografias de la serie Harlem Documents de Lucy Ashjian.
Wharton H. Esherick intentó reflejar el movimiento libre de Isadora Duncan, auténtica revolucionaria de la danza. En Rhythms la lectura puede ser doble, podría representar a un grupo en plena ejecución o bien una secuencia de baile de una sola bailarina.
Una selección de videos emblemáticos, como la famosa danza serpentina de Loie Fuller, piezas de Marta Graham o esta animación de Eadweard Muybrigde realizada para zoopraxiscopio, son otras de las joyas de la exposición.
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