Paco Roca, dibujante, narrador gráfico, ilustrador, artista que ha dejado literalmente su arte en los muros de un museo, ha sido galardonado internacionalmente a lo largo de su carrera, entre otros con el Premio Nacional de cómic en 2008, Goya al mejor guion adaptado (Arrugas, en 2011), y la Medalla de Mérito en las Bellas Artes del Ministerio de Cultura en 2021, el Excellence Award de Japón, el Inkpot Award en la Comic-Con de San Diego en 2019 o el Eisner 2020 a la mejor obra extranjera. Aunque su versatilidad está a toda prueba y no hay tema o género que se le resista, Paco Roca (València, 1968) siempre será el maestro de la memoria, de la desmemoria, del recuerdo, de la amnesia voluntaria o forzada.
Arrugas (2007), Los surcos del azar (2013), La casa (2016), Regreso al Edén (2020) han sido el lienzo sobre el que descifrar los enigmas de la historia, íntima y colectiva. Ahora El abismo del olvido (Astiberri, 2023) coguionizado con el escritor y periodista Rodrigo Terrasa, indaga y se sumerge en las fosas comunes que albergaron a los represaliados políticos en una posguerra de aniquilación. El álbum de Roca y Terrasa narra e ilustra ejemplarmente uno de los fusilamientos que tuvieron lugar en la tapia trasera del cementerio de Paterna (Valencia), el paredón más infausto. Allí fue asesinado el labrador José Celda, un 14 de septiembre de 1940 —532 días después del final de la Guerra Civil española—, junto a otros once detenidos por el gobierno franquista, siendo todos ellos enterrados en una fosa común. La historia real, para la que Terrasa ha llevado a cabo una exhaustiva tarea de documentación, narra una dura travesía, a través de Pepica Celda, la hija del fusilado, una octogenaria que 70 años después de la muerte de su padre localiza y recupera sus restos, y con ellos la dignidad. Pepica representa a los millares de familiares que no han podido despedirse de los represaliados, que en la Posguerra fueron asesinados a sangre fría y arrojados a fosas comunes sin identificación.
La lucha contra el olvido es una hazaña heroica, casi mítica, a través de laberintos de burocracia y trabas políticas, todavía a día de hoy, pero también es un anhelo arraigado en lo más profundo del ser humano. Pepica, que tenía 8 años cuando mataron a su padre, contó sin saberlo con la ayuda de un joven republicano llamado Leoncio Badía, cuya condena fue conmutada por el oficio de sepulturero de los fusilados. Su valentía y solidaridad fue crucial para que hoy se haya podido identificar a las víctimas. Badía se arriesgó para darles la más digna sepultura, dadas las circunstancias, y ocultó mensajes en sus ropas dentro de botellitas de cristal, confiando en que algún día, alguien los rescataría del olvido.
Nos encontramos con Paco Roca, para que nos descubra los recovecos de la historia que ha construido a cuatro manos y lo primero que nos gustaría saber es cómo nació la colaboración entre el periodista y el dibujante, “A Rodrigo lo conozco desde hace ya años y hemos hablado muchas veces de hacer algo juntos, porque me interesa uno de los caminos más recientes y menos explorado del cómic, que es el de la no ficción, más periodístico. Para alguna historia para El País Semanal, y creo que para Cambio 16, él me había echado una mano, pero lo habíamos dejado ahí. Siempre quería hacer algo con él, donde yo solo no puedo llegar, pero que él, como periodista sí que es capaz, es decir conseguir mucha información. Esta es una parte que a mí siempre me da mucha pereza, como por ejemplo coger el teléfono y llamar a quien sea. Rodrigo se lo ve hecho. Hace años, él escribió un artículo para El Mundo, cuando trabajaba aquí en València, sobre la exhumación de la fosa 126 y de la primera saca, que es la de Pepica Celda y sobre las botellitas que habían aparecido”.
Terrasa siguió insistiendo, porque veía una gran historia, pero los nuevos proyectos de Roca no le permitieron entonces dedicarse a ella, hasta que llegó el momento idóneo, “Había terminado un cómic y todavía no tenía muy claro el siguiente. Y entonces me llevó a hablar con Maruja, la hija de Leoncio, y con Pepita Celda que, en aquel momento, ya era mayor, pero todavía caminaba y estaba muy lúcida. Claro, enseguida me atrapó la historia, por un lado, porque no dejaba de ser un tema de memoria que es algo que me interesa, y por otro lado, porque es una época que ya había tratado en Regreso al Edén. Y digamos que la tenía ya muy cercana como para empezar con ello. Eran los años 40, yo ya tenía mucha documentación gráfica, políticamente la conocía… con lo cual no era una inmersión en un tema que desconocía del todo, pero sobre todo porque al final acabas haciendo los cómics para entender temas, ¿no?”
En España las exhumaciones por iniciativa privada superan de largo a las públicas, dependiendo de subvenciones y trabas burocráticas, según gobiernos o comunidades, no se trata de una labor planificada como restitución de la dignidad. “Te das cuenta hablando con los familiares, por lo que te van contando, de que hacemos una distinción en España muy grande entre lo que son víctimas republicanas de la guerra civil, y de la dictadura, y el resto de víctimas de cualquier tipo. Imagínate si aplicásemos todo este tipo de trabas y de prejuicios a las víctimas del terrorismo, de cualquier accidente aéreo que se produzca en el extranjero, o a las víctimas de un asesino”. España no se ha enfrentado a su propia historia como sí han hecho otros países tras sangrientas dictaduras, “Es que en España siempre hay como una especie de mantras en este sentido, como que ya está la izquierda removiendo el pasado, que los que no ganaron la guerra ahora la quieren ganar desde el cine, desde la literatura… Y al final nos lo estamos empezando a creer, pero como tú dices, en cuanto viajas fuera, te das cuenta de que esto es una anomalía histórica, que estamos tomando como algo natural. En España se nos hace creer que es una cuestión revanchista o ideológica”.
Paco Roca entiende el tiempo como un hilo que une generaciones, donde los milenios e incluso los mitos nos han configurado y también ayudado a entender, a explicar nuestros propios ritos. En este caso, la necesidad del ser humano de enterrar, de reconocer, de devolver la dignidad. “Claro, es que ese era el tema principal, es lo que ves cuando hablas con las familias, porque no tienen una intención de conseguir votos para un partido o cargarse a otro desde el revanchismo ni tampoco buscan vivir de subvenciones, como llegó a decir un político del PP. Es simplemente un tema humano. Pepa nos decía que su madre se había pasado toda la vida intentando sacar a su marido de esa fosa. Y al final había dicho a su hija, ‘Si yo no lo consigo, por favor, cuando yo muera, consigue que los huesos de tu padre estén con los míos’. Pepita ha pasado toda la vida intentando cumplir ese deseo de su madre, totalmente humano”.
No hace tanto que hemos comprobado cómo en la pandemia nos afectó emocionalmente no haber podido despedirnos, dar un último adiós a enfermos confinados en hospitales y residencias. Y Roca y Terrasa se remontan incluso a La Ilíada, “Exacto, entonces nos dimos cuenta del trauma que es que nuestro ser querido un día esté vivo y al siguiente incinerado. O los padres que tienen a un hijo desaparecido que saben que ha sido asesinado y que no descansan hasta que no dan con él. Y en esos casos, todos, gobierno, policía, toda la sociedad está favor y apoyan. Sin embargo, cuando son víctimas del franquismo, hay un ruido político alrededor, no entiendes por qué puede provocar tanto odio político el hecho de que Pepica tenga los huesos de su padre donde ella quiere tenerlos”.
Una de las imágenes más bellas del cómic es la que representa la idea de que al recordar se liberan las almas. Los muertos salen y, de alguna forma, conviven con los vivos. Pero, ¿Qué les pasaría por la cabeza si vieran que tanto tiempo después todavía se les niega o que los descendientes de los verdugos aún los defienden y se manifiestan impunemente? “He pensado mucho en ello, porque cuando trabajas con personajes reales te planteas cómo lo van a leer los familiares y qué pensarían ellos. ¿Qué pensaría Pepe Celda de que yo hubiese dibujado su vida, por un lado él preferiría que no fuese así claro, porque al final son mártires, digamos que sin pretenderlo. Pero por otro lado, seguramente, como tú dices, te preguntas qué pensarían si supiesen que durante 40 años, incluso a día de hoy, 2023, 2024, todavía siga habiendo gente que quiere condenarlos al olvido y les niega ese entierro digno. La dictadura les condenó a un olvido en todos los sentidos, como si no hubiesen existido, no tuvieron ni su nombre en una lápida. Durante la dictadura, a todas esas mujeres que eran madres, mujeres o hijas de todos estos fusilados se les prohibió sacar a sus seres queridos de ahí, pero se les prohibió también mostrar en público el duelo y el dolor. Pero es que nos vamos a la democracia y lo que piden a fin de cuentas los partidos políticos es lo mismo, como cuando Rajoy dice que va a dar cero euros a las exhumaciones. Darse cuenta de eso les haría volver de cabeza a la fosa”.
El tiempo corre en contra de esos cadáveres que ya nadie reclamará, los descendientes directos fallecen o no recuerdan, así como quienes fueron testigos de las atrocidades y tuvieron que callar durante años. “De hecho, incluso es difícil a veces conseguir el ADN. Esto habría debido ser una prioridad al llegar la democracia, como en tantos países tras las guerras, más allá de bandos e ideologías, porque tenemos en común el respeto a los muertos, ¿no? Eso es algo que que intentamos contar con ese robo del cuerpo de Héctor, que Aquiles no quería entregar, porque lo peor que se les puede hacer es negar los restos a sus padres”.
La realidad y la ficción, que nos ayuda a entender, se combinan como un recurso de estilo muy característico en la obra de Roca, pero enfrentarse a una historia con tantas capas, tan reciente y todavía abierta no es algo sencillo: “Lo más complicado ha sido el estado anímico que me ha provocado esta historia. Convivir con estos relatos diariamente, oírlos de la propia voz de los hijos y dibujarlo. Han sido dos años de trabajo continuo. Y por otro lado, en el sentido práctico, ha sido duro el darme cuenta —y esto lo hemos comentado Rodrigo y yo muchas veces— de la poca imagen visual con que contamos. O sea, no tenemos películas, no hay fotografías, no hay representaciones. Y de hecho no nos poníamos de acuerdo, porque había testimonios de las familias que no coincidían. Sin embargo, existe una documentación gráfica de algo tan trágico como fue el holocausto, los norteamericanos y los rusos hicieron grabaciones de todo aquello. Y nos podemos hacer una idea de toda aquella aberración y de aquellas fosas comunes. Pero del horror de toda esa represión franquista, no.
En este sentido, pongo un ejemplo en las presentaciones de El abismo del olvido, que han sido muy multitudinarias. Normalmente en las salas hay una capacidad de doscientas personas ¿no? y últimamente las llenamos. Pues pongo el ejemplo de que ‘todos los que estamos aquí, las doscientas personas que estamos aquí son las que hubo metidas en la fosa 126’. Y te haces una idea de la barbaridad. Y eso es solo una de las fosas, creo que es la segunda más grande o la primera más grande de Paterna. Y eso después de una guerra, es importante explicarlo, porque este es otro de esos mantras que se oyen de fondo, que los dos bandos hicieron cosas, ya pero es que la guerra ya había terminado, estamos hablando del 40, 41, 42, 43, 44. Bueno, hasta prácticamente el final de la vida de Franco se siguió ejecutando, fue represión en tiempos de paz, los pelotones de ejecución eran formados por reclutas de reemplazo que no habían luchado. Nos costó mucho encontrar un testimonio de uno de sus miembros, y fue de un soldado de los setenta. Ha sido duro, la verdad, pero por otro lado, digamos que me sentía como reconfortado por estar reconstruyendo la memoria de mucha gente. Hasta que no entregué el cómic no me di cuenta de lo que hunde, el último año y medio trabajé solo buscando imágenes, dibujando… siempre tienes recursos, pero aquí necesité meterme en la piel del fusilado, del que fusila, de la viuda, del enterrador… Ha sido el más dramático de dibujar, porque estás trabajando con historias reales y has conocido a quienes lo han vivido aunque no sea en primera persona”.
Y enlazando con esa versatilidad a la que siempre imprime su estilo personal, recordamos que El abismo del olvido se creó entre dos trabajos para DC Comics, dibujando a Batman y a Catwoman, dos mundos que no pueden ser más diferentes: “En principio, tras Regreso al Edén, tenía el proyecto de Catwoman, pero el guion tardó tanto que empecé a reunirme con Pepica, con Maruja, a ver cómo iba la historia, y al empezar a documentarme no pude parar, pero ahora lo reanudo. Reconozco que me está costando entrar ahí. En los últimos años , en mis últimos proyectos, he utilizado el cómic de otra forma, si no didáctica al menos más reflexiva, más de de los sentimientos, de entrar en la cabeza de los personajes. Y entonces, de repente, ahora meterme en esta historia… aunque convive un poco dentro de ese ambiente, porque es una historia sobre la Guerra Civil Española, pero más desde la acción, desde la aventura, desde personajes haciendo cosas y no tanto desde la introspección. Entonces, me está costando volver a encontrar ese camino, porque me parece todo ahora muy frívolo, aunque me apetecía ese cambio de registro”. Además, esta particular aventura de Catwoman será una historia que llegue a un público muy amplio que adquirirá una perspectiva diferente o incluso a gente que nunca había estado en contacto con esta parte de la Historia, “Sí, se publica a la vez en todo el mundo y, aunque de una forma más ligera, también vuelve a los horrores de la guerra”.
Dentro de la obra de Paco Roca ya podemos hablar, como mínimo, de una tetralogía de la memoria “No ha sido algo consciente, ha sido como un agujero negro de temas a los que pensabas entrar solamente para coger una cosa. Y cuando te has dado cuenta te ha atrapado y estás ahí metido porque no puedes salir”. Catwoman llevará la historia y la reflexión por otros medios, “La ficción llega donde no llegan los libros de los historiadores, y esto no les gusta oírlo. Sus obras se quedan entre los especialistas, incluso las de los más mediáticos. Los cómics, el cine, las novelas tienen esa posibilidad de llegar al gran público. La historia no busca una empatía, los libros buscan datos, y ese es el papel de la ficción, la empatía”.
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!