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“Dogman”, fábula excesiva sobre la resiliencia

En Cine y Series miércoles, 31 de julio de 2024

Gian Giacomo Stiffoni

Gian Giacomo Stiffoni

PERFIL

Luc Besson inserta a modo de prefacio a Dogman la frase de Lamartine Dondequiera que exista un infeliz, Dios envía un perro, para contar la historia de un niño maltratado, que fue encerrado por su violento padre en una jaula con perros. En la última película del director de Lucy (2014), estrenada en el pasado Festival de Venecia, el joven Douglas encontrará la salvación gracias a sus amigos de cuatro patas que acabarán siendo su propia familia, donde hallará el afecto, convirtiéndolos —a base de entrenamiento casi sobrenatural—, en pandilla de cómplices para sus intereses.

El director, que parece absolver a su protagonista, se sirve del relato que Douglas narra a un psiquiatra sobre sus avatares vitales para contar, en primera persona, una vida sorprendente. Besson no duda en utilizar todos los recursos a su alcance para urdir una fábula tan caleidoscópica que nos abruma tanto por los múltiples temas que explora y sus cambios de registro en el marco de un thriller psicológico. Así, nos interroga sobre lo que suponen los abusos de la sociedad en la formación de un ser sensible y víctima de una parálisis.

Dogman

Lo hace con su típico estilo redundante y apoyándose muchísimo en la magnífica actuación de Caleb Landry Jones, sin duda el aspecto más logrado del filme. No obstante, el mensaje es demasiado reconfortante; el “monstruo” magnánimo —en su etapa de transformista imita a Edith Piaf, simula a la perfección la Lili Marlene de Marlene Dietrich y ayuda a los pobres— carece de contradicciones y verdadera ambigüedad, dejándonos una imagen, sobre todo en la parte final, de calado cristológico que no consigue alcanzar la fuerza de otras figuras similares ya encontradas en la historia de cine.

El carisma de Douglas vehiculado por la mirada del actor, ora desvalida ora asertiva, es la mejor baza de un film que nos descoloca y sorprende, hasta que aceptamos que lo que estamos contemplando es una fábula de hálito dickensiano. Dogman es una película que se disfruta tanto más cuanto menos expectativas pongamos en su visionado, lo que nos permitirá deleitarnos con las aventuras azarosas, el relato de resiliencia y aceptación, como un entretenido vehículo para una tierna historia. Sin embargo, quien no guste de tanta extrañeza, desconcierto e hipérbole inverosímil padecerá un insufrible cóctel que podrá rozar el ridículo. Besson apuesta por dirigir una obra muy personal, aunque reiterativa y, a veces, incluso tramposamente conmovedora, pero su originalidad y riesgo merecen como mínimo un aprobado.

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