¿Una entrada de filosofía, Cívico? ¿Es que no te das cuen que la gente cree que Homero es un señor amarillo? ¿Acaso te da igual lo que le pase a este rincón de EL HYPE?
No me da igual, no, pero creo que cuando cae la noche siempre habrá alguien tentado a hablar de las tres cosas que Wittgenstein envió al mundo de lo inefable: la extrañeza por la existencia del mundo, la sensación de hallarse protegido, el sentimiento de culpa. Vamos a ver.
He de confesar (con algo de vergüenza, con algo de miedo también) que nunca entendí el mito de la caverna de Platón. Se me escapa la idea de las ideas y si miro arriba es para ver la luna y tal. Tampoco sé de dios o de los dioses. Como dijo Weber, me falta oído para la religión.
No pretendo darme gravedad con pensamientos elevados. No hay lugar para Marx en el curso de la cena por mucho que tuviera, el joven Marx, más razón que el santo Kant. Tampoco para Hegel. La cena no es tiempo de sistemas.
En la cena es agradable ponerse filosófico. Pero no en la posmoderna y degradada manera en la que da igual cualquier cosa que se diga y hasta nos machacan con que Simeone o Guardiola tienen una filosofía. Tampoco apetece pato chino, escuela crítica alemana ni ético pontificar. ¿Que filosofía pues?
Creo que hay una filosofía de la hora de cenar. Es ligera pero no hueca y sienta bien. Si es alemana canta en inglés y suena a Reed, Kundera, The XX, The Shins y Erik Satie.
Siempre nos pareció más indigesto Platón que los sofistas. Sin embargo, el primer libro que puede hacerle quedar en la cena como Dios es El Banquete. Si es posible, maride su largar polifónico del amor con fragmentos de Heráclito (ese que cambia).
La secta del perro, cínica y descreída, exige en la cocina menos que Chicote y debe hacerle quedar bien. En este punto, los aforismos de Lichtenberg, Nietzsche o La Rochefoucauld disuelven como sal de frutas la ranciedad y la agelastia, es decir, la imposibilidad de reírse francamente del mundo y las cosas.
La filosofía tiene mala prensa, seguramente merecida, pero nos da pena que se metan con ella, como parece que suceda en el anuncio que tengo justo bajo el dedo.
Montaigne ensayó sobre el caníbal que hay en ti y es ideal si se queda con Hannibal. En la cena, en general, toca hablar de lo chocante, lo contradictorio y lo cambiante, por eso procede pensar a lo Pascal.
Hume fue sano por dentro, esto es, un escocés bueno moralmente. Escribió en la hoja de reclamaciones de la época donde le tocó comer que el infierno de la Iglesia le daba ardor de estómago y es uno de los pocos epistemólogos que podría acudir hoy a un congreso de neurobiología sin tener que agachar la cabeza.
Los argumentos de tradición, revelación y autoridad deben devorarse a lo Voltaire, con licor fuerte, nada de 0’0. Stuart Mill aventuró que si la gente fuera libre sería toda muy distinta. Se equivocó pero midió perfectamente el cóctel y lo que tome usted después: sólo es malo si hace daño a los otros.
Hay, por lo demás, temas recurentes, como escribió Fernández Mallo, Yo siempre regreso a tus pezones y al punto 7 del Tractatus. Wittgenstein es autor de sobremesa.
¿Qué libros bajos en grasas recomienda concretamente usted?
1. El banquete, Platón
2. Ensayos, Montaigne
3. Pensées, Pascal
4. Aforismos, Lichtenberg
5. Investigación sobre el entendimiento humano, Hume
6. Diccionario filosófico, Voltaire
7. Sobre la libertad, Stuart Mill
8. Temor y temblor, Søren, qué va, qué va, qué va yo leo a Kierkegaard
9. Así habló Zaratustra. (Un libro para todos y para nadie), Nietzsche
10. Tractatus Logico-Philosophicus, Wittgenstein
11. El malestar en la cultura, Freud
12. El segundo sexo, Simone de Beauvoir
En fin, cosas de las que cualquiera pueda hablar con trozos de filosofía entre los dientes y que se entiendan. Libros sobre el amor, el otro, el cambio, lo chocante y la extrañeza.
Es todo lo que hay.
Como confesó Rorty, estupendo filósofo tras la cena, uno siempre quiso, pero no pudo, ser platónico, hablar como San Agustín, ser uno en Dios, fundirse con la Idea… o lo que coño signifique todo eso.
Hermosos: esfuerzos por pensar
Malditas: ideas preconcebidas
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