Uno de los aspectos que caracteriza a la Mostra de Venecia de este año es la presencia de varias series de televisión muy diferentes entre sí. Junto a los diez episodios de Los años nuevos de Rodrigo Sorogoyen y los siete de Families Like Ours de Thomas Vinterberg, la más esperada ha sido, sin duda, Disclaimer de Alfonso Cuarón, la primera en ser presentada en el Lido durante los primeros días del festival. Escrita y dirigida por el director mexicano (ganador del León de Oro en 2018 con su última película Roma), esta serie de siete episodios se inspira en la novela de Renée Knight y presenta todas las características de calidad, elegancia y estilo refinado que distinguen muchas de las producciones de Apple, pensadas para su plataforma Apple TV, donde la obra de Cuarón se estrenará el 11 de noviembre con un episodio semanal.
“Cualquier referencia a personas o hechos reales no es puramente casual”. Así comienza The Perfect Stranger (El perfecto desconocido), la novela en el centro de las historias narradas en Disclaimer. El disclaimer (Descargo de responsabilidad) de The Perfect Stranger anticipa sin rodeos el tema central de la serie: la relación entre la realidad y la ficción, entre las peculiaridades de una “vida vivida” y todas sus posibles interpretaciones y semantizaciones. Cate Blanchett interpreta a Catherine, una exitosa periodista que un día descubre que es el centro de la misteriosa novela en la serie. El texto ha sido auto publicado bajo un seudónimo por alguien que intenta ocultar su identidad. Además, un ex profesor llamado Stephen (Kevin Kline) guarda un profundo rencor hacia Catherine por un trágico evento ocurrido muchos años antes. A lo largo de la miniserie, la “verdad” de lo sucedido se vuelve cada vez más incierta y nebulosa, provocando numerosos conflictos en la relación entre Catherine y su familia, compuesta por su esposo Robert (Sacha Baron Cohen) y su hijo Nicholas (Kodi Smit-McPhee).
La serie de Cuarón, construida casi como un relato literario que sigue los avatares ficticios y reales de los personajes principales, tanto en el presente (situado en Londres) como en el pasado, describe de forma magistral los múltiples puntos de vista de cada uno de ellos, a menudo acompañados por una voz en off que revela los pensamientos y las acciones de los personajes desde la perspectiva clásica del narrador: cautivadora, pero siempre poco fiable. Esto hace que el relato resulte solo aparentemente objetivo, siendo en realidad un continuo objeto de duda sobre la veracidad de lo contado. Incluso en su estructura, la obra de Cuarón cuestiona abiertamente el concepto de “verdad”, construyendo poco a poco un camino que, con el paso de los episodios, deconstruye lo que se da por real, concreto y tangible. En este sentido, el personaje de Stephen (interpretado con intensidad y desasosiego por un impresionante Kevin Kline) actúa como agente del caos, decidido a llevar a cabo su despiadada venganza contra Catherine a toda costa.
Catherine, por su parte, vive una doble existencia, interpretada respectivamente por Cate Blanchett —quien, especialmente en los últimos episodios, demuestra una vez más ser una de las mejores actrices de esta época— y por la sorprendente Leila George D’Onofrio, capaz de mostrar una sensualidad cautivadora en cada una de sus escenas y protagonizar una de las secuencias de seducción más intensas vistas en el cine en los últimos años. Precisamente, los flashbacks de unas vacaciones en Italia (Venecia y Forte dei Marmi, cerca de Pisa), las incursiones en el pasado que son cortantes y también sexualmente explícitas, constituyen uno de los muchos puntos fuertes de la serie, que no retrocede cuando la materialidad en papel de The Perfect Stranger acaba transformándose en pura realidad imaginativa. Además, subyace como tema central de la obra de Cuarón un análisis profundo sobre la incapacidad del ser humano en la sociedad actual para percibir, vivir y elaborar la diferencia entre la realidad y la constante manipulación a la que esta se ve sometida por los medios digitales. A estos elementos, que ya serían suficientes para considerar esta serie como una de las mejores de los últimos años, se suman una dirección de primer nivel, una cinematografía perfecta que otorga una vitalidad visual diferente a cada personaje y una banda sonora elaborada y siempre adecuada, a cargo de Finneas O’Connell.
En la sección del concurso destacaron en los últimos días, sobre todo, los largometrajes Campo di battaglia, del veterano Gianni Amelio, y The Order, del australiano Justin Kurzel. Ambientada en 1918, el año que marcó el final de la Primera Guerra Mundial, la película de Amelio se aleja de las trincheras para mostrar la dramática realidad de la vida y la muerte de los soldados italianos heridos que llegan desde el frente al hospital de campaña, para ser atendidos y luego enviados a casa por invalidez, o bien devueltos al combate. Naturalmente, hay quienes intentan por todos los medios evitar esta segunda opción, y su destino depende de las decisiones de dos médicos, divididos por concepciones opuestas sobre si deben prevalecer sus deberes como oficiales o como hombres de medicina. Stefano Zorzi (Alessandro Borghi), lleno de compasión humana por los desdichados que llegan al hospital, a pesar de que hablen un dialecto que él ni siquiera entiende, comprende su terror y su deseo de escapar de la insana locura de la guerra. Su amigo Giulio Farradi (Gabriel Montesi), en cambio, está poseído por un fanático fervor patriótico: para él, cualquier soldado que se lesione voluntariamente en un intento de ser dado de baja es un vil traidor.
La llegada de la epidemia de la gripe española complica la situación general, así como las relaciones entre los dos personajes principales, ambos enamorados de la enfermera Anna (Federica Rossellini). La obra del director italiano es rigurosa, no muestra el frente, el campo de batalla (pese al título) si no lo que hay detrás, así remarca cómo la guerra es sobre todo una historia de seres humanos enfrentados a una tragedia de incalculable magnitud, capaz de originar posturas opuestas, dudas, sentimientos difíciles de expresar con palabras y actos a aveces alejados de la razón.
Sin embargo, Amelio consigue transmitir todo esto solo en ocasiones, dejándonos un largometraje bien confeccionado pero que, al avanzar el metraje, cede a un ritmo demasiado lento, que además genera una sensación de frialdad y artificiosidad que se hace siempre más cansina y poco atrayente.
En cambio, The Order no es en absoluto lenta, sino que está marcada por un ritmo narrativo rápido y perfecto en cada momento. Basada en el libro-investigación The Silent Brotherhood de los periodistas Kevin Flynn y Gay Gerhardt, la película sigue la investigación que se realizó a mediados de los años ochenta sobre los movimientos de ultraderecha en la costa oeste de Estados Unidos, entre los estados de California y Washington. Una cadena de robos y crímenes que culminó en el asesinato del periodista judío Alan Berg movilizó al FBI para investigar lo que resultó ser un verdadero intento de conspiración por parte de un grupo de supremacistas blancos, guiados por Bob Mathews, quienes se inspiraban en la novela distópica The Turner Diaries de William Luther Pierce. La película de Kurzel centra su relato en el agente Terry Husk, interpretado magistralmente por Jude Law, quien, en colaboración con un joven agente de policía (Tye Sheridan), logra desmantelar la organización y acabar con Mathews, a quien da vida Nicholas Hoult.
Cada plano del largometraje transmite, a pesar del ritmo de thriller policiaco, una profunda sensación de desasosiego, estableciendo una estrecha relación entre la inquietud provocada por los horrores ideológicos del movimiento liderado por Mathews, el deseo casi nihilista —fruto de la obsesiva dedicación al trabajo— que consume a Husk y a quienes se acercan demasiado a él, y la belleza, casi sublime, de la naturaleza que enmarca gran parte de la historia. Entre montañas, arroyos impolutos y la imponente figura de un elegante ciervo, que con toda su majestuosidad domina la última imagen de la película.
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