Homosexuales del mundo, quemad vuestros gayumbos italianos. Lo dice Elton John, aunque él sea más de refajo y pololos.
La han liado parda, pero de un pardo profundo, rayano en el color de la mierda, directamente. Domenico Dolce y Stefano Gabbana se han despachado a gusto en contra de las familias no-tradicionales, la fecundación asistida, la subrogación y no le han pegado un bofetón a Pedro Zerolo porque no andaban por Chueca.
Domenico y Stefano, que incluso estuvieron casados -me gustaría saber dónde contrajeron matrimonio porque en la Sacrosanta Italia no se puede-, resulta que detestan que millones de parejas tanto gays, como hetero, como monoparentales, como con problemas de fertilidad, hagan uso de su libertad y sus derechos y procreen, in vitro de por medio. Hasta han tachado a los hijos de estas familias como personas “sintéticas”: será que ellos son más de gente “de algodón”, a la que se le encoge el cerebro cuando se lo lava con pamplinas…
El escándalo se fraguaba en la red desde hace semanas. En su web y en Instagram, la marca venía auspiciando una suerte de concurso entre familias proclives a lo suyo. Bajo la etiqueta #DGfamily, proles de todo el mundo subían sus fotos, en las que se retrataban usando los productos de la firma en su vida real. Una de las primera instantáneas que regrameó el perfil oficial de D&G ya da cuenta del tipo de cliente al que apela la enseña italiana: rusos ricos.
usia, y no solo por el clima, no es precisamente Sitges, así que la salida de tono de los diseñadores se puede interpretar como un guiño a su principal mercado. Pero no solo en la lejana estepa, estoy seguro de que las opiniones de esta pareja -profesional, ya no sentimental- habrán gustado y mucho también por aquí, entre las señoras biempensantes que se pueden costear sus creaciones y las wannabes de pueblo que se compran artículos D&C en los mercadillos.
Lo ocurrido convierte casi en anécdota la homófoba metida de gamba protagonizada hace unos meses por uno de los hombres con más pasta del país con forma de bota. Aunque está lleno de penne, el universo Barilla al menos no se ha valido jamás del homoerotismo en sus campañas como sí lo ha hecho D&G. En sus anuncios, recordémoslos, bellos ragazzi sicilianos recolectan limones y miran melones, cuando se nota que lo suyo en realidad es el pepino y el finocchio (hinojo, así nos llaman a los gays en Italia).
La única respuesta posible ante semejante desfachatez es la que han promovido Elton John y otras celebrities: dejar de comprar las creaciones de este par energúmenos y quemar en la plaza pública las que se atesoren. Yo, decidido a sumarme al boicot, he ido al armario -abierto- y me he dado cuenta de que lo tengo fácil: siempre fui más de H&M que de D&G.
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