El laboratorio de guiones de Sundance Institute es uno de los secretos a voces más ignotos en el mundo del cine.
Todo escritor(-director) emergente intenta cerrar los ojos, tener fe (en su guion) y cruzar esa puerta sin llave… sin estamparse contra el muro. La exigencia de la esfinge permanece inalterable. ¿Hacia dónde enfocará su mirada la Cobra Rey?
El perro andaluz que les ladra no es ajeno a este certamen. Como nexo de unión entre Europa y Latinoamérica (y chapurreando japonés), se puso al servicio del premio Sundance|NHK en Los Ángeles. A punto estuvo de recibir el premio la Blancanieves de Pablo Berger. Otro gallo cantaría en la dimensión en la que esta española vuelta a los orígenes del cine se hubiera podido estrenar antes que The Artist.
Las alas de los ganadores no eran de cera. Behn Zeitlin y sus bestias olisquearon el óscar, Amat Escalante alcanzó mejor director en Cannes por Heli y Leviathan, la nueva película de Zvyagintsev, también ha provocado revuelo en La Croisette de este año.
La hégira del perro a Bollywood coincidió con un cambio de enfoque de interés a la India y Sundance dio a luz un nuevo laboratorio de guiones en India. En sus primeros pasos ayudé en el proceso de selección, pero desde el segundo año me encargo de capturar lo que allí sucede en un corto documental de unos 12 minutos de duración.
El año pasado, la epítome desvelaba la fórmula secreta: el diseño del Laboratorio, su estructura y organización. Michelle Satter desentraña el hilvanado de los cinco días del taller, que arranca y cierra en círculo, cuyos amaneceres van unidos a un enérgico acto de autoevaluación de los tutores.
Este año pudimos adentrarnos en lo que de verdad sucede entre tutor y alumno en el aislamiento de su sesión. Los escritores de Hook, Salaam Bombay, Un lugar en ninguna parte, Go Fish, Drohkaal, Jurassic Park, Contact, y la grandiosa Casa de Areia desmadejan los entresijos de sus entrañas. Elena Soarez dio en la clave de uno de los mayores problemas del cine nacional: demasiados personajes que quieren ser protagonista. “Esto no es un estofado, no metas tantas cosas en el guión” – dictaminaba Rose Troche. La polimorfia en temática y personajes da lugar a una narrativa enrevesada; James Hart, el friki de las reglas, llegó a dar una clase a los tutores sobre estructura clásica. Mientras que Malia Scotch-Marmo realzaba la importancia del sentido entre líneas.
No resulta extraño que Naomi Foner tenga reputación de ser dura, “un personaje, un espacio, y un conflicto interno… este guion puede ser otra cosa, pero desde luego no es una película”. Casi al término del certamen, Sooni Taraporevala proponía un laboratorio para veteranos. A través de email los tutores también podrán criticar los guiones que ahora escriben.
¿Qué hay más allá de Sundance? Esa es la pregunta que se hacían los guionistas al volver al ruido de la megalópolis que es Bombay. Quizás, si les seguimos la estela, descubramos la incógnita.
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