Llega un momento en la vida en el que el ruido exterior se para de repente y a pesar de estar rodeados de gente nos sentimos solos.
La soledad, la tristeza, la sensación de aislamiento, son muy comunes y normales en nuestra travesía a lo largo de los días. Lo cierto es que pocas personas lo reconocen y lo comparten públicamente, quizá por vergüenza o extrañeza.
Cualquier tipo de emoción es importante; Sentirla, ocuparse de ella, comprenderla y tomar conciencia de lo que ha venido a enseñarte en cada momento ya es cuestión personal de cada uno consigo mismo.
Desde mi punto de vista, la sensación de soledad que podemos tener en ocasiones tiene que ver con un distanciamiento de nosotros mismos, una especie de abandono a nuestro ser más íntimo, y que nos recuerda que es importante tenernos presentes en todos los momentos y cuidarnos como haríamos con la persona que más amemos en este mundo.
Muchas veces, al igual que ocurre con otro tipo de emociones negativas, como la tristeza o la rabia, las ocultamos de algún modo y esperamos a que el tiempo resuelva esas sensaciones que no sabemos cómo gestionar.
Creo que un buen consejo cuando nos aparezcan este tipo de emociones, y que ahora podemos identificar, es comenzar a ser conscientes de nuestra respiración. Respirar es la diferencia entre estar vivo o muerto y realizar de manera consciente este mecanismo nos conecta con nosotros mismos, con esa parte nuestra que siempre espera que le hagamos un poco de caso.
Otra manera de ayudarnos a identificar este tipo de emoción es darnos cuenta de la necesidad que tenemos de estar hacia fuera, hacia el exterior, buscando la aprobación de los demás. Que nos quieran y nos acepten por todo lo que hacemos y opinamos, y nos hemos olvidado de la persona que realmente sabe cómo somos y por qué hacemos las cosas, que somos nosotros mismos.
Actividades que conlleven hacer algo en soledad, como trabajos manuales, andar por el campo, pueden conseguir que integremos este tipo de sensación o sentimiento de soledad en nuestra vida y podamos convertir esos momentos en un acto meditativo y de pleno disfrute existencial.
Cuando nos encontramos en este tipo de acciones, las emociones se mueven porque se calma la mente y puede surgir el llanto, la pena, la rabia. Dejemos expresar todo tipo de sensaciones. Estamos solos. Nacemos solos y morimos solos. Mientras tanto vivimos lo mejor que podemos en contacto con nosotros, porque reencontrarse con uno mismo debe ser una experiencia súper alegre.
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