Siendo el tacto el más primitivo de los sentidos, da la sensación de que nos hemos olvidado de los grandes beneficios que nos produce como seres humanos, en especial en nuestra comunicación.
En ocasiones, ya ni las palabras que nos abren el alma tienen sentido entre nosotros. Después de darnos mil veces las gracias y habernos dicho otras tantas veces “lo siento”, llega un momento en el que el silencio se apodera de nosotros y surge algo especial que nos lleva a cambiar los códigos para decirnos las mismas cosas.
Hemos multiplicado el uso de la palabra para comunicarnos hasta extremos insospechados y se nos ha olvidado que cuando llegamos aquí, a este mundo, tan solo podíamos comunicarnos a través de la piel, a través del tacto.
Quizá también han ejercido su influencia las costumbres y las imposiciones de una sociedad altamente religiosa que estimaba que el tocarnos tenía un fuerte componente sexual, y ante eso, “todo el mundo al suelo”.
Estamos tan alejados unos seres humanos de otros que utilizamos mucho más dos de nuestros cinco sentidos para comunicarnos, precisamente aquellos que se utilizan en las distancias largas como son el oído y la vista. Sin embargo, el olfato, el gusto y el tacto los hemos ido dejando algo de lado, cuando estos tres últimos son los reyes de las distancias cortas.
¿Será que la vista y el oído parece que se asimilen a nuestro cerebro, a nuestra mente? Lo que sí está claro es que tanto el olfato como el gusto y el tacto se relacionan mucho más a nuestro cuerpo que a nuestra mente y en esta sociedad mental por antonomasia priorizar al cuerpo en nuestra comunicación no está muy de moda.
Es cierto que uno debe tener un cierto tacto a la hora de tocar, pero sería importante comenzar a introducir en nuestra vida la piel como un elemento más de comunicación. En ocasiones nos sentimos incómodos cuando alguien toca nuestros dedos en una conversación o nos pone la mano en la espalda, o nos acaricia la mejilla, o nos da un abrazo mas largo o más apretado de lo reglamentado en cada una de nuestras mentes, pero con estos actos se está elevando la comunicación a la mayor categoría posible de humanismo.
Deseo reivindicar, a través de estas palabras, un mayor acercamiento entre nosotros y comenzar a traspasar la línea de confort actual de la comunicación añadiendo la piel como signo de querer mejorar como personas y como humanidad.
No me gustaría, para nada, llegar a viejo y que no me tocara nadie…porque los viejos, hoy en día, padecen hambre de piel, como nos indica el antropólogo Paul Byers.
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