A principios de los años ochenta un jovencísimo Mique Beltrán publicaba la primera aventura de Cleopatra en la revista Cairo. La publicación suponía algo así como el lado luminoso de la modernidad en una historieta española en la que convivían con la línea chunga de El Víbora, con un tono considerablemente más crudo, y otras cabeceras más efímeras que surgieron en una época decididamente efervescente.
Mique Beltrán, Daniel Torres o Manel Gimeno formaron parte de una Nueva Escuela Valenciana que supuso una vibrante apertura a la modernidad desde la capital del Turia -que, por cierto, pronto será puesta en valor y perspectiva a través de una esperada y merecidísima exposición en el IVAM- autores, estos, fuertemente influenciados por la línea clara francobelga.
Con Cleopatra, Mique Beltrán abría las puertas de par en par a la aventura, la emoción y la vanguardia en la piel de una rubia despampanante de carácter decidido e irresistible personalidad. Un personaje, aún hoy, impensablemente avanzado para la época. Y lo hizo desde una ciudad que luchaba por quitarse de encima el halo de provincianismo inevitable en un país que hacía poco que procuraba hacer lo propio, en el que florecían grupos empeñados en ello como Glamour, Betty Troupe o La Morgue. Beltrán, embebido del mismo elixir de catarsis, imaginó un mundo más cool, estiloso y moderno, en el cual casi todo era posible. Cleopatra partía desde Valencia hasta evocadoras localizaciones como la India, Egipto o Macao, donde corría desparramantes aventuras acompañada de un variopinto plantel de personajes, incluido, en su última época, su hijo Marco Antonio, quien más tarde disfrutaría de su propio estrellato en las páginas del diario El País.
No resulta difícil imaginar el impacto de unas historias como las de Cleopatra en una época en la que coger un coche y plantarse en Madrid era para muchos una aventura y en la que el anhelo de libertad y aire fresco, no digamos ya pensar en peripecias en cruceros, submarinos o sofisticados aeroplanos. Mique Beltrán supo encauzar esas ansias de libertad en dar rienda suelta a una imaginación exhuberante. Allá donde otros creyeron oportuno dedicar las suyas a hablar de sexo, drogas y alcohol, Mique eligió una elegante autopista llena de sofisticación, vitalismo y humor socarrón. Su estilo limpio y brillante, sus osadas escenas de acción, sus acrobáticos combates y su vitalista manera de tener a Cleopatra de aquí para allá por todo el mundo eran, en el fondo, lo que pedía a gritos una ciudad en la que habían nacido la mayor parte de tebeos de aventuras de la posguerra, una capital de provincias que quería ser moderna pero no podía o no quería dejar atrás algunas de sus señas de identidad. De paso, era también lo que necesitaba una revista chic y limpita como Cairo.
Cleopatra Integral, de Mique Beltrán, está editado por Diábolo Ediciones.
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