Pero de verdad. Los últimos premios Tony demostraron que algo está cambiando en el distrito teatral de Nueva York. ¿Qué hay que ver esta temporada?
Aunque el verano teatral en Nueva York es tierra de Shakespeare, por la representación anual y gratuita en Central Park. De puertas hacia dentro de los teatros, en Broadway, hay sitio para obras de todos los gustos. Nadie debería tener excusa para no pasar al menos por uno. No, ni siquiera no hablar inglés es una buena excusa, porque hay shows que se disfrutan sólo admirando los bailes y coreografías. Y hay algunos, como los de Disney, que te los sabes de memoria. Por algo El rey león sigue siendo el superventas de los alrededores de Times Square (con 91 millones de taquilla); y Aladdin, estrenada el año pasado, no le queda lejos (67,7 millones de dólares).
Pero además, en Broadway también hay hueco aún para otros clásicos, como Wicked, The Book of Mormon, El fantasma de la ópera o Chicago. Y para los, a priori, más infantiles, donde entrarían los de Disney y también Matilda o Finding Neverland (por el que el poderosísimo y omnipresente Harvey Weinstein se está embolsando un millón de dólares a la semana).
Aunque si algo confirmaron los pasados premios Tony es que no sólo el público, sino también el sector respalda una nueva ola de musicales y obras menos tradicionales. Así son los dos ganadores: Fun Home, basado en la novela gráfica de Alison Bechdel, en la que contaba su experiencia tras salir del armario de joven y cómo su padre, también gay pero nunca reconocido, moría poco después (probablemente por suicidio). Un tema nada seductor a primera vista para un público que va buscando lentejuelas y bailes acrobáticos, pero que con su sensibilidad y actualidad consiguió saltar del off-Broadway a un teatro de Broadway y, además, convertirse en un éxito.
Es uno de esos shows por los que merece la pena esperar fila en el puesto de entradas rebajadas de último minuto que hay en mitad de la plaza de las luces. Al igual que vale el esfuerzo El curioso incidente del perro a medianoche (Tony a la mejor obra), basada en la novela homónima, sobre un joven con Asperger que busca al asesino del perro de su vecino con un montaje de luces minimalista muy impresionante.
Por supuesto, en Broadway además son acierto casi seguro todos aquellos títulos con nombres conocidos por el cine. Como The Audience, una suerte de precuela/secuela de La reina, de Stephen Frears, es una maravillosa oportunidad de ver a Helen Mirren haciendo magia sobre el escenario. En segundos y delante del ojo del espectador pasa de ser una Isabel II veinteañera a una octogenaria. O Skylight, revival con el que otros dos británicos están triunfando en el barrio teatral neoyorquino: Carey Mulligan y Bill Nighy.
Por último, dos recomendaciones para seriéfilos: la nuevísima Act of God, el regreso de Jim Parsons a los escenarios, haciendo de Dios, en un descanso que le ha permitido su Sheldon Cooper de Big Bang Theory. Y Fish in the Dark, escrita por el grandioso Larry David, y hasta la semana pasada protagonizada por él, y en la que le acaba de sustituir otro actor televisivo, Jason Alexander (Seinfeld).
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