Mitos del cine como Humphrey Bogart, Frank Sinatra o Ava Gardner, entre otras estrellas, fueron más fieles al alcohol que a su carrera o a su vida privada. Lo cuenta el libro El método Smirnoff, de Juan Tejero.
No me fío de nadie que no beba, el mundo entero lleva tres copas de menos, decía Bogart, un adicto total. Sinatra, haciendo gala de un chispeante cinismo, no se quedaba atrás a la hora de declarar su amor por la botella: El alcohol puede ser el peor enemigo del hombre, pero la Biblia dice que ames a tu enemigo. Con buena documentación (la bibliografía utilizada es imponente: biografías, artículos, declaraciones a la prensa, testimonios de compañeros de rodaje…), El método Smirnoff. Alcohol, sexo y estrellas de cine, editado en 2016 por Book Land, nos cuenta el apasionado idilio que grandes divas y divos del séptimo arte mantuvieron con la bebida durante toda su vida adulta, en algunos casos incluso ya desde la adolescencia.
Varios científicos afirman que el alcohol lo embellece todo. La frase es ambigua. En el mejor momento de las borracheras podemos ver la realidad con ojos enamorados y descubrir así la belleza oculta de muchas personas y cosas. La poesía secreta del mundo. Pero ese embellecimiento tiene a menudo las características de un espejismo fugaz. Apunto aquí una contradictoria frase de cosecha propia que, si me animan a ello, podría vender en las plazas de muchos pueblos como la primera norma de los supervivientes: Hay que pasarse, pero sin pasarse. La mejor farola a la que agarrarse es uno mismo.
El método Smirnoff nos cuenta las andanzas alcohólicas de muchos famosos, como decíamos antes. De John Huston, director de las míticas La jungla del asfalto (1950), La reina de África (1951) o Dublineses (1987), el libro nos narra cómo, bajo los efectos del whisky ingerido en cantidades asombrosas, persiguió en cierta ocasión a Ava Gardner -también muy animada, algo habitual en ella- con intenciones no precisamente beatíficas. Ava, que en aquel momento no estaba por la labor, empezó a correr, descalza por los pasillos del hotel. La verdad es que me tenía ganas. ¡Y era tan rápido y estaba tan delgado como yo!, contó posteriormente la estrella, que fue dirigida por Huston en La noche de la iguana (1964), La Biblia (1966) y El juez de la horca (1972).
Spencer Tracy fue posiblemente, de todos los famosos del cine, el que más empinaba el codo. Alborotador y bebedor desde muy temprana edad, fue expulsado de quince escuelas primarias antes de alcanzar el instituto. ¡Quince escuelas! Se dice pronto. Todo un récord. En los años treinta se emborrachó en un hotel de Yuma (Arizona) y destrozó todos los muebles, salvo una silla. Precisamente esa silla, el único resto del naufragio, fue lo que tiró a la cabeza del policía que entró en la habitación para detenerle por escándalo público. Escribe Tejero: Para muchos era un enigma que una mujer como Katharine Hepburn, la actriz moderna, progresista, con dinero, éxito y talento, la mujer independiente, desafiante y respondona, aceptara asumir el papel de una compañera que vivía pendiente de los caprichos de su amado. Más de una vez Tracy se encerraba en su habitación para darle compulsivamente a la botella y Katharine se quedaba a dormir en suelo, frente a la puerta, por si las cosas evolucionaban a peor.
Ya en la vejez, un Sinatra borracho –su estado normal- insultaba con frecuencia a Barbara Marx, su última mujer. Ella lo aguantaba con displicencia. Frank podría hacer lo que quisiera, Barbara todo lo encontraba bien. Dean Martin, por el contrario, fue siempre un alcohólico divertido. Se pasaba un montón con la bebida, pero no armaba broncas ni humillaba a nadie. Al revés, gastaba bromas simpáticas.
El alcoholismo crónico de William Holden resultó más trágico. Su carrera entró pronto en declive profesional, se degradó físicamente, machacó varias de sus relaciones de pareja y murió solo en su lujoso apartamento de Santa Mónica al caer al suelo, en el momento alto de una de sus borracheras, darse un golpe en la cabeza contra el borde de una mesa y desangrarse durante horas. Montgomery Clift bebía mucho durante los rodajes de sus películas. Eso hace que muchas de sus interpretaciones, sobre todo las últimas de su carrera, tengan un atractivo aire fantasmagórico. No se sabe si Clift cree estar ante la cámara o viviendo en otro planeta.
Peter Lawford, gran amigo de Sinatra y Dean Martin, podía renunciar a todo menos al alcohol, su salvavidas y su condena a la vez. Peter O’Toole, otro fabuloso bebedor, describía su amor por el alcohol de una manera divertida: Me lo pasé bien en esos tiempos en los que te ibas a tomar una cerveza al bar del barrio en París y te despertabas en Córcega.
Sí, el alcohol lo embellece todo, pero…
Cristian Daniel Ortiz Cuellar 27 agosto, 2016 3:47 pm
John Wayne era otro que le gustaba el codo de hecho le recomendaban siempre al staff de grabacion que lo mejor era grabar en la manana porque en tarde ya llevaba su toque tecnico como decimos aca en Venezuela un saludo…