Continúan los estrenos sobre leyendas del rock, continúa la Nueva ola de cine pureta. Acaba de llegar a España la dramedia británica Blinded by the Light, que, a diferencia de sus predecesoras, parece inspirada en un personaje real: Sarfraz Manzoor (en pantalla Javed Khan), un aspirante a escritor de origen pakistaní que descubre que el sentido de la vida se apellida Springsteen.
Bohemian Rhapsody, el taquillero biopic de Freddie Mercury, sentó un dogma de la narrativa fílmica contemporánea: que un melómano británico resulta más conmovedor si sus raíces genealógicas se hunden en el subcontinente índico. Si el protagonista de Yesterday estaba igual de asimilado que la Reina, Blinded by the Light (Cegado por la luz) opta por retratar ese trasfondo cultural y familiar. La directora Gurinder Chadha (British Asian ella misma) se resiste a la conclusión de que esta identidad conflictiva se resuelve abrazando sin ambages la cultura dominante. Que en el caso de Bruce Springsteen, para más inri, nace en los Estados Unidos.
Cierto es que, por momentos, el entusiasmo por el Boss roza lo caricaturesco: el febril intercambio de casetes entre Javed y su amigo sij, Roops, nos recuerda a esas élites anglificadas de la India colonial que se sabían de memoria a Wordsworth. El protagonista descubre que el cantante norteamericano le “habla” a él, un británico de padres pakistaníes, en unas letras mayoristas capaces de todo y nada. Se vestirá como su ídolo, hará turismo en la ciudad natal de este y predicará a la menor oportunidad.
Lentamente, Javed propaga en su ciudad el culto al de New Jersey: las únicas escenas de camaradería interracial del film son bailes callejeros desatados espontáneamente por los grandes hits de Bruce. Pakistán no está solo: Inglaterra también necesita al Boss, a esa voz que, desde gastados casetes, ayuda a un joven escritor a lidiar con un padre desempleado, el racismo visceral del Frente Nacional, la indiferencia de la mayoría, el paro y el descontento social de la era Thatcher.
Mientras que para su padre todo lo que no sea pakistaní es gora (blanco), nuestro protagonista distingue claramente su gris Luton, Bedforshire, de una América en la que a nadie le importa quién seas. Todo lo bueno del Reino Unido es mejor en América. Tal como es presentada, la cultura británica ni quiere ni puede estar a la altura —una vendetta contra aquellos años—, y esa visión romántica de América sólo es corregida al final y de boquilla: en la vida real, Sarfraz Manzoor ha visto más de 150 veces en directo al cantante que encarna lo mejor de los valores humanos.
El motor dramático del film es el antagonismo entre un padre tradicionalista y un hijo aculturado en Gran Bretaña, esquema popularizado en 1995 por la producción india Amor contra viento y marea. Es una trama en la que, a veces, da la impresión de que sobra el Boss. Cuanto menos, la vida de los surasiáticos británicos bajo el thatcherismo es lo suficientemente interesante como para ahondar más en ella.
Ni siquiera la carta de la nostalgia funciona bien con Springsteen, un músico inquieto que, como el tango, gira y gira. La película se ve obligada a explicarnos que ya en 1987 era un artista propio de papás (y de adolescentes surasiáticos, al parecer). Javed aparece como un viejoven de su tiempo: un minipureta para megapuretas como nosotros, alguien con quien podemos empatizar hasta el punto de tragarnos las problemáticas de la mayor minoría étnica británica. Afortunadamente, hay más gente aquí que tú, yo y Bruce.
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!