El cantante José James pasó por el Seagram’s Jazz Festival de Valencia para ofrecer su homenaje a Billie Holiday, de quien se dice ferviente discípulo. Como ella, intenta hacer las mismas canciones de forma distinta cada noche, aunque la repetición del repertorio concierto tras concierto no ponga las cosas fáciles a este intérprete de voz espectacular.
Tratar de emular a Billie Holiday es una batalla perdida. Y José James no lo hace, así que no hay comparación pertinente. Él es como es, no engaña, un artista enamorado de Lady Day desde pequeño. Lo que si hace es reiterar noche tras noche el repertorio su álbum Yesterday I had the blues de homenaje a Billie Holiday y, al menos en el concierto del domingo en el Palau de la Música de Valencia, casi por el mismo orden que figura en el disco. Para no aburrirse a sí mismo, ya que es un artista inquieto y creativo que navega con fluidez por los mares del soul, el rhythm & blues, el hip hop y el pop, procura abordar el repertorio de una forma distinta en cada ocasión.
Así, sobre todo, es más fiel a una intérprete que se justificaba así: Es que yo no puedo cantar nunca de la misma manera. No puedo hacerlo porque no me siento siempre igual. ¡Nunca puedo copiarme!
James entró en escena por la puerta izquierda del fondo de la sala Iturbi con un porte distante, aire de dandy moderno, que tal vez podría evocar por un instante la imagen de un Loquillo joven, pero desde luego no tan alto y con un aura melancólica que lo hace amable más que seductor. Por atuendo, chaqueta y pantalón oscuros, tupé rizado con un pequeño mechón blanco en la proa, y gafas de sol que se irá quitando o poniendo a lo largo del concierto por razones que él conocerá. Un tipo cool, de apariencia interesante.
Arrancó con “Good morning heartache”, típica torch song en la interpretación tal vez más afin a lo que sería el canon Holiday y al registro discográfico de referencia, como calentando motores y mostrando sus credenciales de cantante sensible y poderoso barítono con variados recursos que dosifica la ostentación de sus atributos vocales. Por arte de birlibirloque la empalmó con “Body and soul” y ahí comenzaron las diferencias, imprimiendo un tempo más acelerado por momentos e improvisando con su voz sobre la letra como si de un saxo se tratara -de hecho, haciendo gestos con los dedos similares a la pulsación sobre los botones de este instrumento-, y alargando y repitiendo frases claves de la canción -one more chance, por ejemplo- hasta cansarse y cerrar la estrofa.
Con esta técnica emparentada con el vocalese trabajó en disitintas variantes a lo largo del concierto. En la delicada “Tenderly”, tercera pieza de la noche tras un “Fine and mellow” en el que el pianista Takeshi Ohbayashi brilló con luz propia, adoptó un tono más tierno y abordó las improvisaciones vocales en bucles de frases con formas más parecidas a las del trombón con sordina que, digamos, al saxo.
Atrapado por el espíritu de Lady Day, de quien se reconoció ferviente discípulo, José James buscó y atrapó distintas maneras de cantar una y otra canción noche tras noche, en una conmovedora lucha entre la técnica y el sentimiento que convenció al público y que concluyó en un bis de cantante solitario ayudado por la tecnología. Haciendo looping con su propia voz hasta reproducir cuatro tonos distintos y unas palmas secas de la salmodia que le sirvió de fondo al canto antiracista “Strange fruit”, James se despidió en tono intimista y de nuevo distante, como para decir adiós ritualmente al espíritu de Lady Day y retornar a la vida de artista de normal poliédrico, que este año rinde homenaje en su centenario a la cantante de jazz más increíble de todos los tiempos.
Músicos
Contrabajo, Solomon Dorsey.
Piano, Takeshi Ohbayashi.
Batería, Nate Smith.
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