House of cards, la americana, pide a gritos un poco de sentido del humor. Nada, algunos segundos aunque sea. Tan fruncidos, almidonados y estreñidos caminan todos los personajes de esta serie de Netflix que dan ganas de hacerle cosquillas a la pantalla del televisor, a ver si se desabotonan un poco.
A tenor del estilo hiper-trascendente de la segunda temporada de House of cards, parece que el descargo cómico va tardar en llegar a esta serie (los guionistas se gustan demasiado a sí mismos ya como están). Así que, humildemente, nos gustaría proponer un spin-off que ampliara la paleta de tonalidades de esta, ejem, “serie seria”. ¿En el spa con Frank y Claire? ¿Meechum: donde caben dos, caben tres? No estaría mal, no. Pero nuestro desvío humorístico sería una sitcom sobre los locos, locos años universitarios de Francis Underwood: Frank’s wild years, por tomarle un título prestado a Tom Waits.
En un flashback despendolado que nos diera por fin la dimensión bufa, siempre tan humanizante, de este político taaaan taimado y ambicioso, Frank’s wild years retrocedería hasta los años estudiantiles de los Underwood, a los que la serie ha hecho referencia en alguna ocasión. Porque no sería tanto una comedia castrense sobre la formación de Francis Underwood en el colegio militar The Sentinel en Carolina del Sur en los setenta, sino sobre sus años de carrera (y los de su futura mujer) en la Harvard Law School en los ochenta (una década muy propicia para la guasa universitaria, como demuestran clásicos como Los albóndigas en remojo, Escuela de genios, La revancha de los novatos o Porky’s). Ver a Frankie pasando ritos de iniciación goliardos para entrar en una fraternidad, encajando novatadas primero y diseñándolas estratégicamente después o experimentando con su identidad sexual sin duda nos explicaría mejor su personalidad que una lectura en paralelo a House of cards de El príncipe de Maquiavelo, Macbeth de Shakespeare o El arte de la guerra de Sun Tzu. ¿Y qué decir de Claire? ¿Fue alguna vez cheerleader? ¿Era freak o era geek? ¿Se escapaba de spring break?
Como no es fácil encontrar a un actor joven de comedia que colara como Kevin Spacey en sus años tunos, nuestra apuesta es Jimmy Fallon, que aunque quizá ya esté un poco granadito para este papel, al menos tiene percha para llevar traje… y para ponerse la corbata en la frente, si fuera necesario. Como intuimos que para que se materializara esta propuesta de casting, como en general la de todo este spin-off, antes debería ser enmendada por ambos partidos, estudiada y aprobada por el senado y refrendada por el congreso, nos conformamos con que sirva de memento mori para una serie que, aunque disfrutable, se toma excesivamente en serio a sí misma. Aquel sentido del humor tan negro y sutil de la original House of cards británica de Andrew Davies, me temo que en manos de la adaptación de Beau Willimon se ha quedado lost in traslation.
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