fbpx

Cine y Series

“Alma de desierto”, entrevista con Mónica Taboada Tapia

En Entrevistas, Cine y Series viernes, 6 de septiembre de 2024

Eva Peydró

Eva Peydró

PERFIL

La sección Giornate degli Auttori del 81º Festival de Venecia estrenó mundialmente la única película colombiana seleccionada en el certamen: Alma del desierto. Dirigida por la antropóloga y directora de cine Mónica Taboada Tapia, primera en representar a su país en el festival, la película (producida por Beto Rosero de Guerrero Films) nos envuelve en los áridos paisajes de La Guajira, Colombia, donde Georgina Epiayu, una mujer transgénero wayúu en la sesentena, consciente de que su tiempo se acaba decide cambiar su existencia. Para empezar, necesita una identidad legal que la reconozca como ciudadana de pleno derecho y pueda permitirle votar, por ejemplo, y al mismo tiempo intenta reconectar con sus hermanos. La burocracia y los complejos lazos familiares, la intolerancia de la comunidad y el regreso a un escenario terrorífico al que sobrevivió, son los obstáculos con los que Georgina (antes Jorge) se enfrenta a lo largo de un documental, que actualiza un contexto casi desconocido para el espectador. Por contra, la protagonista es un ejemplo de bondad y resiliencia, infatigable en su búsqueda de justicia y reconocimiento.

En una tarde tormentosa, que ha cambiado radicalmente el bochornoso ambiente del Lido de Venecia de los primeros días del certamen, esquivando como podemos una lluvia torrencial, nos encontramos con la cartagenera Mónica Taboada Tapia para hablar de su película y lo que significó personalmente para ella, en las horas previas a saber que sería reconocida con el Queer Lion, un galaradón que ha recaído en anteriores ediciones en películas como Un hombre soltero (Tom Ford, 2009) o La chica danesa (Tom Hooper, 2015) y que premia la mejor película de temática y cultura homosexuales.

EVA PEYDRÓ: Para empezar, me gustaría que nos introdujeras en la génesis de ese proyecto en el que tiene tanta importancia la Antropología, ¿influyó tu interés en esta disciplina al elegir el tema de tu primer largometraje? 

MÓNICA TABOADA TAPIA:  Estudié Antropología, pero no terminé porque, cuando estaba estudiando, pensé que acabaría dando clases, y pensaba, bueno, eso no es lo que me imaginé: usar carbono 14 en huesos y artefactos. De pronto pensé que me gustaría hacer otra cosa como más creativa y quería ser artista plástica, pero no se pudo y terminé estudiando y acabé la carrera después de un montón de tiempo.

¿Tus cortos anteriores también tratan esta temática?

Hay uno que transcurre en una playa de Cartagena (Colombia), digamos, una sinfonía de ciudad con los habitantes de paso y las personas que se quedan en esa playa. Estuvo en IPFA (Festival Internacional de Cine Documental de Amsterdam) el año pasado y se titula Bandera roja. También he dirigido el corto Two Spirits (2021), con Georgina también. El primero que dirigí se llama Fidel (2012) que sí es una ficción, sobre un perro que se pierde, ese se hizo hace un montón de años, la gente lo recuerda, en estos días lo volvemos a lanzar o algo así.

¿Entonces, ya conocías a Georgina y decidiste convertir esa idea en Alma del desierto? Porque ¿cómo encontraste a un personaje tan singular en un lugar aislado? Esa perspectiva que ofreces de una Colombia desconocida, que parece Mauritania… tan en paralelo con la soledad del personaje…

Ese personaje tiene mucho que ver con mi historia familiar, porque digamos que yo tengo una historia dividida entre la línea paterna y la línea materna. Y en mi línea materna, yo veía, pues, obviamente el color de piel de mi mamá, el color de piel de mi abuela, pero de eso no se hablaba. Me acuerdo que una vez vi a una una chica hermosísima en un programa de televisión y le dije a mi abuela mira, se parece a ti. Mi abuela se molestó muchísimo. Me dijo Yo no soy negra. Me di cuenta de que había algo de lo que no se podía hablar. Y otra vez, mi abuelo dijo algo como que no, que tu abuela es guay, que es de la guajira. Pero mi abuela lo regañó un montón y no le dejó hablar. Y ya ahí yo empecé con esa curiosidad de quiero ir a la guajira… hay algo acá, hay algo, un secretoQuiero saber más. Y luego cuando vi una noticia de Georgina, un video en un canal chiquitito en Colombia, donde ella contaba el ataque que había sufrido, yo no paraba de llorar pensando: No puedo creer que esté sucediendo esto en este planeta a un ser humano. No lo puedo creer. Tengo que conocer a esta persona. Y esa noche soñé con ella. Eran imágenes diferentes a las que había visto y me dije: Profético, la voy a conocer. Y en agosto la conocí. Una de las personas del equipo de producción la contactó en la guajira, llegamos y ya nos recibió con los brazos abiertos.

¿Recibió bien tu propuesta, entonces?

Una persona con la que ella trabajaba, creo que es dueño de una droguería en Uribe, la capital indígena de Colombia, nos dijo Mire, si van a trabajar con ella, no puede ser un shot and run, porque otras veces han venido, la graban y se van. Ella es una persona que necesita ayuda, con ella necesitáis trabar una cierta relación. Y realmente fue lo más justo y lo mejor por todo lo que yo he aprendido. Doy gracias a ese aprendizaje y a lo que también he conocido de mi familia.

La historia de Georgina es increíble, es una superviviente, que hizo la transición en Colombia hace muchísimo tiempo, ¿no?

Sí. Hace casi 50 años, como mujer, fue y pidió su cédula de ciudadanía con un montón de mujeres y tenía que irla a recogerla digamos un año después y ella nunca, nunca fue a recogerla y a partir de ahí se creó un problema gigante. Ella se quedó indocumentada, como en un limbo de más de 45 años, en el que el sistema no le permitía tener su cédula porque sus huellas no correspondían con la identidad que ella había pedido inicialmente, nadie sabía lo que pasaba, se enviaban los datos por esos computadores viejos a Bogotá y Bogotá no daba respuesta. No había comunicación, no pasaba nada. Hasta que finalmente se destrabó la cosa también, incluso hubo amenazas de involucrar a los medios de comunicación y armaron un escándalo para que su identidad ya fuera reconocida. El registrador nos dijo: Esto es una pequeña guerra y la gana el más fuerte. Se jugó con la vida de una persona, porque en Colombia, si no tiene cédula, no existe. Y para ella que no habla bien español además…, no eres nada.

Alma del desierto

Y ella tiene como una triple triple condición para estar entre las personas más marginadas: ella es indígena, una persona trans y además, hablante de una lengua muy minoritaria. ¿Su comunidad vive en una reserva?

Sí, en Colombia hay reservas y digamos que las reservas tienen autoridades, la cuestión es que en esta en particular quien ejerce la autoridad es familiar de las personas que trataron de quemarla. Hubo una reconciliación de parte de las autoridades y de ella, ella pudo seguir ahí y ahora está protegida por los vecinos. Pero imagínate como esa situación es de delicada, ella sigue viva, muestra que hay mucha entereza de su parte, ya que muchas personas trans en Colombia no sobreviven más allá de los 40 años sobre todo si tienen pocos fondos. Y si no tienen una carrera universitaria también deben volver a vivir en un entorno que te marginó de esa manera. Hay que tener mucho valor, para convivir con esa gente que te ha entregado. Pero mira cuál fue el nivel de culpa en la comunidad, que muchas de las personas terminaron suicidándose.

La historia de Alma del desierto se podía haber contado de muchas maneras, tú partes de un viaje donde el paisaje la acompaña y nos deja imágenes muy grabadas, ella lleva su propio camino y su historia interior, y se percibe en la forma de interactuar con quienes se cruzan con ella, no lo hace de forma natural, como mostrando un aprendizaje de supervivencia.

Sí, totalmente, totalmente, porque hay muchas cosas que no se cuentan en la película y que son bastante terribles, pero no era necesario contarles eso. Es como si hubieras visto más, claro, pero no todo tenía que contarse porque ya era imposible digerirlo. Que ha tenido un compañero, él se separó y se casó con una mujer porque Georgina no podía tener hijos. Simplemente se fue un día y ella a partir de ahí, empieza ya a ser una persona trans sola. El viaje era el centro de la película inicial que había pensado como artista, como directora, como ópera prima, un viaje algo poético, algo muy artístico, algo muy disruptor. Pero finalmente, la realidad termina siendo tan fuerte… El tema de la identidad parte de la identidad física de un papel.

Así arranca la película.

En el arranque está la asistente de producción, a la que decimos bueno, tú tienes que hacer que ella cuente, realmente, qué está pasando. Pero no sabíamos que también la registraría confundida. Los funcionarios estaban confundidos. Y ella lo cuenta como con una paciencia resignada una y otra vez, una y otra vez. No pierde nunca el tono de resignación.

¿Qué influencias piensas has tenido a la hora de abordar el largometraje documental?

Ya había hecho documentales e incluso me parecía que el documental era más fácil cuando empecé, y no sabía la inversión de tiempo y de espíritu que iba a requerir. Pero digamos que el documental empezó siendo algo que pudo haber estado influenciado por otras películas y al final terminó teniendo vida propia por sí misma, incluso más allá de mí. Como que si hubiera tenido ego, se habría querido imponer mi punto de vista artístico y personal, habría tenido que acallar las voces de estas personas. Quizá por eso suena tan orgánico ¿no? porque quizá fue una negociación con la realidad y con algo o alguien más grande que yo. Más grande, como que como artista o como directora me dio mucho respeto tratar un tema casi como un monje, es que hay personas que están muriendo de hambre en una región del país. Hay personas que no saben hablar español, que no saben leer ni escribir. Hay personas que ni siquiera son reconocidas por un estado que ya está en Latinoamérica, que ya está en el sur global. Hay que ser totalmente honesto con eso y ser totalmente consciente de que no puede haber frivolidad.

En una de tus películas, 90 grados, tuviste como mentor a Abbas Kiarostami, ¿cómo fue la experiencia?

Dictó un taller en Colombia, en el que yo estuve y fue muy raro, porque él tuvo un estilo muy particular de hacer películas. Y en ese momento, el cine iraní era como muy transgresor desde lo minimalista y desde la identidad iraní. Era todo un personaje, un ser humano, un hombre con un carácter fuerte, pero al tiempo hay frases de él que nunca olvidé. Él tenía esta adaptabilidad, la capacidad de desaparecer cuando había alguien más fuerte o con más carácter que él. Teniendo en cuenta y sabiendo cuál era su objetivo, él simplemente desaparecía y se hacía chiquito para poder lograr grabar lo que necesitaba grabar en este momento o cuando necesitaba imponerse, se hacía grande y se imponía para lograr grabar lo que necesitaba en ese momento. Eso te marca, y además fue tan honesto en el momento de contar cómo había grabado ciertas cosas que no eran políticamente correctas, y lo contó como con tanta naturalidad, con tanta honestidad, que yo decía bueno… como que, por ejemplo, les dijo algo un poco triste a los niños para que lloraran. Yo nunca tuve que hacer eso, pero que él lo contó y lo hizo de manera que nadie juzgó. Y también esto de cómo se adaptaba al entorno para poder lograr grabar lo que quería grabar, en el caso de El sabor de las cerezas (1997) había alguien que tenía un carácter muy fuerte. Y él se dijo que si se ponía a discutir con esta persona, la película no iba a ser posible. Entonces, simplemente le seguía la corriente para grabar y grabar, o sea, un montón de cosas tan prácticas tan sencillas que hacían pensar Tú tienes un objetivo y es terminar esta película.

¿Con que dificultades te enfrentaste en el rodaje de Alma del desierto?

En Colombia se está reconfigurando el poder y personas que han estado marginadas e ignoradas por el sistema, en este me momento están teniendo más poder y lo van a tener. No sé si más allá del gobierno que está actualmente, pero hay colectivos que han sido ignorados históricamente y que en estos momento están pidiendo justicia. Entonces, como que los tenía encima. Vigilándome, eso es una realidad. Entonces, digamos que eso hizo que yo cuidara mucho mis pasos también. Sí, me arriesgué, muchas veces me arriesgué, pero sabiendo que podía ser juzgado lo que estaba haciendo. Cuando vuelva a Colombia, esto va a ser puesto bajo una lupa y la gente va a decir, o bien que soy una bruja o que entienden lo que hice. Yo creo que en ese momento va a prevalecer el bien común. Yo traté de no autocensurarme, porque en un momento, por el impacto social lo hice, pero me dije que debía dejar el miedo de lado. Yo soy una persona que toma muchos riesgos, y a veces soy impetuosa, pero cuando tuve todos los focos encima, los sentí como diciéndome Tú estás hablando de una comunidad la que no perteneces.

Incluso podrías ser acusada de apropiación cultural, cuando no ejerces una humillación, sino una defensa. 

Esta película puede ser relevante ahora. En Colombia se vive mucho del qué dirán, el turismo es muy importante para el país y se procura mantener una buena imagen: No hablemos de esto, qué van a pensar… No le digamos al vecino o a España, no le digamos el europeo…

Por lo contrario, puede dar una imagen más abierta y honesta. 

Por esto hablamos del tema de la minoría, de la etnia o el género, no entiendo por qué la transfobia es un tema tan grande, por qué hay como tantos discursos alrededor y tanta policía de género.

¿Mantienes el contacto con Georgina?

Hablo todas las semanas con ella y me hace chistes y me pregunta por mi mamá…

¿Y en tu familia ha cambiado algo después de Alma del desierto y de tu investigación?

Claro, después de la película he llegado al pasado familiar, a las fotos de mi tatarabuela con manta afro. O sea, si yo no hubiese ido a la guajira a grabar a Georgina nunca me hubieran mostrado estas fotos. Y tampoco entiendo por qué pasó eso, aunque sé que hay una carga como de dolor de haber sido traído a América forzosamente. Es una cosa que la llevan ahí metida. Y hay un tema del que no se habla tanto y es que hay un mestizaje que pudo haber sido forzoso o no, porque yo creo que también hubo relaciones por amor, pero también sabemos que muchas veces tuvo que ver con ser forzado a relacionarse o con tratar de blanquear cierto color de piel o cierto origen. Entonces, todo eso está tan mezclado y hace parte del pasado de tantas familias, de tantas personas, que es como más fácil evitarlo que hablarlo, que hablar de toda esa carga que tiene que ver con la esclavitud. Es más fácil simplemente hacerte pasar por blanco y olvidar lo que pasó.

¿Conoces la película mejicana Mujer de estrellas y montañas, de Santiago Esteinou? Georgina me recuerda a su protagonista.

Me la han recomendado y todavía no la he podido ver. Gracias por mencionarla, porque me encantaría poder verla.

Suscríbete a nuestra newsletter

* indicates required

Compartir:

Colombia81º Festival de VeneciaAlma del desiertoMónica Taboada TapiaGeorgina Epiayu

Artículos relacionados

Comentar

Debes ser registrado para dejar un comentario.

Sin comentarios

Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!